Existe un México de indígenas y testimonios de su obra y pensamiento, y otro México de hermosos atardeceres en sus impresionantes arenas blancas y mar celeste.
En este caso elegimos dos lugares emblemáticos: Ixtapa-Zihuatanejo para el viaje playero de placer al Pacífico, y la Península de Yucatán para ir tras las huellas mayas.
En ambos casos siempre hay tiempo para disfrutar de una exquisita cocina y degustar el mejor tequila.
Para los mexicanos el pasado se vive todos los días como algo común y normal, pero para los turistas la historia está allí al alcance de los ojos, impresa inclusive en la cara de los lugareños y en sus tradiciones irrenunciables.
Por eso el “concentrado maya” de la Península de Yucatán es único y tiene la ventaja de contar con muy fácil acceso desde las localidades costeras que concentran a la gran mayoría de los turistas, como Cancún, Cozumel o Ciudad del Carmen.
Uxmal y Chichén Itzá son las principales perlas de la corona maya yucatenense, nacidas en la jungla como un tesoro, y rodeada de una constelación de otras ruinas y centros arqueológicos, todavía en proceso de recuperación.
La ruta maya tiene un buen punto de partida en la ciudad de Mérida, la que alguna vez fue denominada “París del Nuevo Mundo”. Desde allí se puede visitar Campeche situada a 62 kilómetros hacia el sur, una ciudad tranquila cuya vida transcurre en torno al zócalo – la plaza principal – y sus antiguas mansiones.
Hacia el oeste, Celestún es ideal para el avistaje de aves, en especial de flamencos.
Hacia el norte se encuentra la playa de Progreso y el sitio arqueológico de Dzibilchaltún, cuya inmensidad resultó muy dañada durante la conquista pero conocido además por encontrarse allí el Templo de las Siete Muñecas.
Pero para llegar a uno de los principales testimonios de la grandeza maya hay que tomar hacia el sur. Allí se encuentra Uxmal, “la reconstruida tres veces” según su significado indígena, rodeada de otros yacimientos como Kabah, Sayil, Labná y Loltún. A esta se la denomina la ruta “puuc” por el estilo arquitectónico de la región.
Un estilo que el viajero encontrará único: el museo capitalino diseñado por Pedro Ramírez Vasquez está construido sobre una plataforma elevada, lo mismo que el Cuadrángulo de la s Monjas de Uxmal, con sus 74 salas divididas en cuatro edificios dispuestos en torno a la plaza central.
Junto al Cuadrángulo se eleva el principal edificio de Uxmal, la Pirámide del Adivino. Esta pirámide llevó siglos de trabajo, aunque según la leyenda haya sido hecho en tan solo una noche por el hijo de una hechicera.
Tierra de Dioses, mundo sobrenatural donde reinaba Chaac, el dios de la lluvia, Uxmal se extiende luego en el Juego de Pelota y el Palacio del Gobernador, un espectacular edificio con decoraciones labradas a mano en miles de piedras, dispuestas en frisos.
Desde Uxmal, volviendo a Mérida y tomando el camino que lleva hacia el este, yendo a Cancún, se erige el sitio maya de Chichén Itzá, tal vez el más conocido de los mucho que existen en México.
Sin embargo este conjunto de más de 100 kilómetros cuadrados de superficie es menos “puro” que Uxmal, y aquí los principales arquitectos no fueron mayas sino toltecas, introductores del culto a Quetzalcóatl en Yucatán hace unos mil años.
En este “monumento” 365 escalones, tantos como los días del año, se elevan hacia el cielo, en tanto cada cara representa el ciclo cósmico de 52 años del calendario indígena, ciclo tras cual el tiempo terminaba, para luego volver a comenzar.
El 21 de marzo, día de la primavera, el sol se desliza sobre la piedra de la cara norte de la pirámide como si fuera una serpiente que repta: para los mayas esa era la señal divina que ordenaba el tiempo de siembra. El 21 de septiembre en cambio, el mismo fenómeno indicaba el tiempo de la cosecha.
Otras construcciones de Chichén Itzá son el Patio de las Mil Columnas, El juego de Pelota (la cancha mejor conservada de América Central), el Cenote Sagrado (un manantial natural utilizado con fines rituales, y El Caracol.
Muchos turistas luego de visitar Yucatán sienten que han formado parte de ese pasado que duró pocos siglos y que hoy todavía es en parte desconocido y en parte asombroso por su belleza y complejidad.
Vamos a la Playa
Si bien sobre la costa del Caribe las playas son hermosas y numerosas, bien vale la pena cruzarse hasta la costa del Pacífico para disfrutar también de esta agua.
Allí se encuentra Acapulco, un sitio turístico por excelencia, pero a 200 kilómetros de allí se eleva una ciudad enteramente levantada en los años 70 junto al vecino pueblo de pescadores de Zihuatanejo: Ixtapa
Son dos caras de una misma moneda, por un lado una localidad turística nueva, sostenida por la conjunción hoteles-playa-diversión nocturna y por el otro un pueblo tradicional y tranquilo.
En Ixtapa se levantaron además de hoteles, una marina, un centro comercial con los negocios de moda y un campo de golf.
Es un lugar ideal para iniciarse en el buceo o snorkeling, por sus claras aguas. Por eso uno de los mejores lugares para practicar esto es la Isla de Ixtapa, una reserva accesible tras un corto trayecto en lancha.
En Ixtapa también tientan los recuerdos de plata y las noches de música mexicana regadas con tequila.
Otro atractivo es el puerto de Zihuatanejo, donde se realiza una importante pesca artesanal. El propio Jacques Cousteau consideraba a este lugar en las diez bahías más hermosas del mundo.
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