Los preparativos y la partida
En el mes de febrero del año 2000 viendo que se acercaban nuestras vacaciones, y como en esa época se pudo ahorrar algunos pesos, decidimos invertirlos en nuestro más preciado vicio, “viajar”.
Viajar también es una inversión en cultura, si tenemos el privilegio de poder hacerlo, del punto de vista que no solo permite conocer lugares, liberarnos de nuestras actividades, sino que además vivir situaciones fuera de lo cotidiano.
Es un gran aporte a nuestro anecdotario y principalmente a la formación de nuestros hijos. Poder convivir con otras culturas como dicen algunos estudios científicos, permite que nuestros niños adquieran una formación mas humanista, una mentalidad abierta a lo nuevo y a lo distinto. Aprenden a no discriminar por ser de otro color, tener diferente idioma o costumbres.
Consideramos muy importante hacer participes a nuestros hijos de todos los preparativos, el vivir al máximo el antes, durante y el después de un viaje. Nos dio y nos da mucha alegría ver como Gonzalo guardaba monedas en su alcancía para el boleto de avión, como hoy mira las fotos y videos, o cuando comparte sus recuerdos con nosotros, familiares y amigos. Por todo esto pensamos que es una inversión en cultura.
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Después de pensar un poco, hacer números, decidimos cumplir un sueño, conocer Cuba. Este sería nuestro destino, un país del cual se habló y se habla mucho, con toda su historia y cultura.
Un país de nuestra América Latina, del cual no podemos dejar de valorar sus avances en educación, salud, deporte y en medicina. A pesar de que muchos lo bloqueen económicamente y no acepten a sus autoridades o régimen de gobierno.
Comenzamos a recabar información, ya que nos gusta organizar el viaje antes de salir, conocer el lugar, su historia y sus costumbres. Con folletos y mapas pedidos en la embajada, agencias de viaje y con información en Internet nos armamos una especie de bitácora con el día a día.
Qué debíamos conocer, qué lugares no debíamos dejar de visitar, etc. Aprovechar el viaje al máximo, ya que para nosotros es muy costoso y nunca se sabe si en el futuro se puede volver.
Decidimos tomar en una agencia un paquete que lo llaman Flexi Fly & Drive. Es un paquete turístico que consta del pasaje, noches de hotel necesarias y el alquiler de un auto. Con este sistema podíamos recorrer toda la isla libremente, sin horarios e itinerario fijo. Armamos el paquete para comenzar por el oriente de la isla, en la ciudad de Santiago de Cuba.
Con muchas horas de vuelo, en la aerolínea Cubana, partimos de Montevideo un primero de abril. Una escala en Buenos Aires para llegar a La Habana, donde cambiamos de aeropuerto y de avión, y en un vuelo interno trasladarse hasta Santiago de Cuba.
En la agencia de viajes, en el aeropuerto de Santiago nos entregan una especie de chequera, en la que cada cheque correspondía a una noche de hotel con desayuno. Además mapas de rutas y ciudades, y un folleto con los datos de los hoteles en toda la isla que estaban incluidos en este sistema.
Por nuestro retraso con el vuelo en Buenos Aires, haber llegado un día después de lo previsto y que eran las 21:30, el auto nos lo entregarían al otro día en el hotel.
En Santiago de Cuba nos recomendaron alojarnos en el Hotel San Juan, esta ubicado en la ruta al parque Baconao y alejado del centro de la ciudad. Tiene forma de hacienda colonial, estructura con bloques de dos plantas, con 4, 6 u 8 habitaciones y unidos por pequeños caminos entre la densa vegetación tropical.
Las habitaciones tienen pequeñas terrazas o balcones con flora autóctona, la piscina entre palmeras con un mini bar que funciona las 24 horas. Donde se puede disfrutar de la música caribeña, los clásicos tragos como el mojito y muy recomendable probar los muslitos de cangrejo. Todo esto entre un paisaje de sierras y montañas.
Ver y sentir el amanecer, la luz del sol entre la vegetación, el canto de los pájaros, era realmente estar en el paraíso.
En la mañana nos pasan a buscar por el hotel para llevarnos al centro, hasta la agencia de alquiler de autos y realizar todo el papeleo correspondiente. Al encontrarnos con la persona que nos paso a buscar en la recepción del hotel, le preguntamos ¿cuál es el auto?, mirando el estacionamiento nos señala una 4×4 color negro impresionante.
El encargado de la agencia nos pide disculpas, que por problemas de nuestro retraso, el auto asignado se lo pasaron a otro grupo de turistas y teníamos que “hacer el sacrificio” de utilizar por unos días ese carro.
El retraso de los vuelos en este caso jugó de nuestro lado, ya que la idea era recorrer el paisaje de montaña, ascender a la Sierra Maestra y este vehículo era más apropiado.
Ahora teníamos el equipo completo, comenzaba nuestro viaje, ver y recorrer todas las ciudades posibles, la isla de punta a punta, disfrutar de sus increíbles paisajes, de toda su historia y la cultura de su gente.
Santiago de Cuba. Ascenso a La Gran Piedra en la Sierra Maestra
La Sierra Maestra es una cadena montañosa en el oriente de la isla. En Santiago de Cuba forma parte del parque Baconao, una gran extensión de territorio declarado reserva ecológica de flora y fauna. Su pico mas alto es el pico Turquino con 1974 metros sobre el nivel del mar, en la vecina provincia Granma.
Sobre uno de los picos se encuentra una gran piedra, como su nombre lo indica, a la que se llega luego de ascender a la sierra por una ruta que la bordea. La ruta termina en un parador y previo pago del ingreso, se comienza el ascenso a la gran piedra. En la base los carteles anuncian: “Ud. deberá ascender 452 escalones que lo llevaran a 1234 metros de altura “.
El ascenso se realiza a través de pequeños caminos de piedra y hormigón entre la densa vegetación tropical. Con escaleras y desniveles, con miradores en puntos claves para observar el paisaje y tomar un descanso, ya que comprobamos la fatiga al subir esas alturas.
La vista es increíble, ver toda esa vegetación, sus variadas tonalidades de verdes, “oír el silencio”, es realmente impactante. No solo impacta por toda esa belleza, sino también al pensar que estamos pisando esa tierra con toda su historia.
Al llegar a la gran piedra, parece como si alguien la coloco allí, a propósito, como con la mano. Por una pequeña escalera de hierro se sube a un mirador construido sobre la superficie donde la vista es impresionante.
En estos lugares es donde se siente toda esa energía de la naturaleza, por ojos, oídos y poros. Donde uno admira la magnitud y la belleza, donde uno se siente lejos de todo y donde la voz es un ruido fuera de lugar. Un lugar en el que uno se queda simplemente en silencio y admirando
Una lección de cultura
Durante el ascenso en auto por la ruta, llegamos a un mirador. Vimos una señora y dos muchachos con un puesto de venta de frutas. La señora se encargaba de las frutas y el mayor de los muchachos trabajaba tallando una pieza de madera.
Al ver las frutas, pensamos en comprar algunas frutas frescas para el viaje, principalmente para Gonzalo. Paramos, descendimos del auto, y al oír nuestros diálogos de inmediato la señora nos preguntó ¿son argentinos?, le contestamos que no, que éramos uruguayos y comenzamos a charlar.
Los cubanos son gente muy amable y les encanta como ellos dicen charlar con los extranjeros.
Esta charla nos dejo impactados y nos dio una clase de cultura general que posee esta gente.
La señora, una morena que aparentaba unos 50 años nos comenzó a dar una clase de geografía e historia de nuestro país. Nos habló del Río Uruguay, del estuario del Río de La Plata, por que era un estuario, de su historia, de la conquista española y pasajes de la vida de nuestro prócer.
Los muchachos después, mostrándonos las diferentes especies de árboles, resaltando la altura de una Araucaria, una especie que no había en Uruguay pero que la podemos encontrar en los bosques húmedos del sur de Chile.
Nos mostraron como variaba la vegetación según la altura de los picos , sus microclimas, etc, etc. La señora nos dejó de boca abierta y nos hizo ver como nosotros muchas veces olvidamos esos hechos de los que nos habló, o muchas veces no le damos el valor que tienen.
La señora finalizó su exposición, resaltando con orgullo: “todo esto, lo aprendí en la escuela“.
Santiago de Cuba, Plaza de la Revolución. Los niños nos dan el ejemplo
Salimos por la ruta donde estaba nuestro hotel hacia el centro de la ciudad. Llegamos hasta la primera rotonda y tomamos por la Avenida de las Américas. Una doble vía, arbolada que termina en la plaza de la revolución.
En uno de sus tramos pasa por una plaza con un bosque de palmeras, al que llaman “El bosque de los Héroes”. Un poco mas adelante la plaza de la revolución, donde se encuentra el monumento a la revolución, simbolizado por los machetes de los cañeros y la estatua ecuestre de Antonio Maceo, uno de los héroes de la independencia. Sobre uno de los lados de la plaza, un enorme cartel con la foto del Che que dice “Hasta la Victoria Siempre”.
Estábamos recorriendo el lugar y ese día se festejaba o recordaba algún echo histórico, ya que había un grupo grande de personas, y detrás del monumento en el mausoleo, se estaba depositando una ofrenda floral, izando la bandera nacional y cantando el himno.
Tres niños jugaban cerca nuestro, al oír el himno la niña más grande se puso de pie, de frente a la bandera y con la mano en el corazón. Como los mas chicos continuaban con sus juegos, los zamarreo un poco y con voz firme les dijo: “se debe respetar nuestro himno y nuestra bandera ”.
Entonaron el himno y una vez que terminó continuaron con sus juegos. Esto nos muestra como los niños le enseñan a los demás el respeto por las símbolos nacionales.
Por William Nicolari