La ciudad de Salvador de Bahía, en el nordeste brasileño, ama con devoción a infinidad de dioses candomblés tanto como a Jesús y sus santos, en un misticismo que se enriqueció desde la época de la colonia mezclando las culturas portuguesa, africana e indígena.
En la ciudad hay 166 iglesias católicas y 4000 templos en los que se practica el culto africano. Los dioses orixas colorean durante todo el año la ciudad en fiestas paganas al son de los berimbau, afoxe y pandeiros, mientras los devotos bailan danzas frenéticas invocando a Oxala.
Contrastes arquitectónicos y desniveles geográficos dividen a Bahía en dos ciudades, una baja y una alta, a la que se accede a través de un enorme elevador o de empinadas laderas que se deslizan por el morro.
En sus calles en las que se respira el aroma del acaraje y otras delicias típicas que las bahianas ofrecen en puestos sobre las veredas, se entrelazan los discretos edificios coloniales con ultramodernos rascacielos de líneas cubistas y diseños geométricos, que brillan al sol en rojos, verdes y amarillos.
Pelourinho, el centro histórico de Salvador, es considerado el mayor conjunto arquitectónico colonial de América Latina con construcciones que datan de los siglos XVI, XVII y XVIII. Hoy, totalmente remodelado aunque siempre respetando el estilo de las casas que en el pasado pertenecieran a la aristocracia de la ciudad, es un punto de atracción turística donde se alinean tiendas, galenas de arte, restaurantes, bares y puestos en los que se venden artesanías así como piedras preciosas.
También en el Mercado Modelo se exhiben ágatas, esmeraldas y aguamarinas que son las preferidas de los turistas que llegan de todo el mundo, aunque el souvenir tradicional es la cinta de Bonfim, que se ata a la muñeca con tres nudos representando los deseos de quien la posee.
Playas blancas
Cincuenta islas salpican la Bahía de Todos los Santos, muchas de ellas todavía con playas vírgenes en cuyas aguas se puede practicar pesca submarina, windsurf, surf y esquí acuático, entre otros deportes.
Itaparica es la más visitada por el turismo, por lo que cuenta con infraestructura holelera y gastronómica de nivel internacional.
En el continente, las arenas blancas de la costa bahiana se extienden a lo largo de cincuenta kilómetros que se pueden recorrer en auto, a caballo o en burro. Sus extremos son Itapoa, la preferida de los cantantes Maria Bethania y Caetano Veloso y Praia do Forte, donde se levanta el castillo Garcia D”Avila, el primero construido por los Portugueses en Brasil.
Los fuertes creados en los siglos XVI, XVII y XVIII custodian toda la ribera de Salvador desde la época en que franceses, portugueses y holandeses se disputaban el nuevo mundo.
Una de las playas que se destaca en el trayecto es Arembepe, que en los años sesenta fuera sede de una comunidad hippie, meta de peregrinación de estrellas como Janis Joplin y Mick Jagger.
En el lugar perdura hoy una aldea con cabañas de troncos y hojas de cocotero que están abiertas a los viajeros "gasoleros" que buscan un techo donde pernoctar. Pero quien solo esta de paso en estas playas, puede pasar un buen momento tomando una fresca "cervejinha" frente al mar, mientras sinuosas mulatas bambolean sus caderas al ritmo de un timbal lejano.
Otros lugares de interés
– La iglesia de San Francisco, construida en el siglo XVIII, cuyo interior esta revestido totalmente en oro. También bañados en oro están los angelitos que cubren por completo las bóvedas de los techos.
– Galeria do C. Doidaos, en Praia do Forte, donde se exhiben esculturas de madera de jacarandá, jaqueira y sucupira por las que algunos turistas llegan a pagar más de 20.000 dólares.
– Museo de Arte Sacra, en Rua do Sodré 276.
– Fundación Casa de Jorge Amado, en el Pelourinho.
– Museo de Arte de Bahía, en Av. Sete de Setembro 2340.
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