Las vacaciones de invierno despiertan distintas expectativas, según vos seas una estudiante agotada por los exámenes, o el padre de críos que pronto usarán tu cama como acróbatas de circo, o aquel juez que prefiere demorar una sentencia durante la feria, o el maestro de esquiadores que empezará a coleccionar tobillos doblados, o la actriz de espectáculos infantiles que finalmente llegará con su sueldo a fin de mes.
El periodo de descanso de julio siempre nos atraviesa, y nos divide el año en dos como una bisagra que, a veces, nos propone pensar un plan de acción para lo que queda hasta el 2007.
Esa estrategia casi siempre se basa en lograr a partir de agosto lo que no se consiguió desde enero a julio. Yo les propongo experimentar algo distinto en estas vacaciones. ¿De qué les hablo? Tomen nota.
Muchos ingleses, los mismos que otrora acuñaron la frase “time is money” hoy son seguidores del Movimiento “Slow” (lento).
Esta tendencia, que gana adeptos en las grandes ciudades de Europa, se inició en Roma hace algunos años cuando unos famosos cocineros italianos se horrorizaron al ver que frente a su tradicional restaurante se instalaba un local de hamburguesas promocionando el típico “mc combo”.
Ellos se revelaron contra la idea del fast food y propusieron el slow food. El tiempo pasó, la moda contagio otros aspectos de la cotidianeidad, y se convirtió en el Movimiento Slow.
Una de las obras que le dio forma teórica a esta nueva filosofía es el libro El Elogio de la Lentitud, del periodista canadiense Carl Honoré. Lo que esta tendencia propone es romper con este record deportivo en el que se constituye toda nuestra vida, incluidas las vacaciones, porque permanentemente estamos huyendo de la sensación inconsciente de frustración y culpa que nos ocasiona estar “perdiendo el tiempo”. Aún en momentos de ocio.
Pareciera que no podemos ni debemos detenernos, y por ello las publicidades nos ofrecen aspirinas de triple poder, y vitaminas y antioxidantes para que estemos a mil y sin parar todo el año. Y si te pescaste la gripe asiática te ofrecen una pastillita y ni tenés que pasar por la cama. ¿Y las ojeras? Para eso está el maquillaje.
Por el contrario, la corriente “Slow” podría traducirse como “bajá un cambio”, en el lunfardo moderno, o en italiano sería algo así como aprender a disfrutar del “dolce far niente”, intentando dejar de ser nuestros propios explotadores, evitando armarnos rutinas que no podemos cumplir a menos que volemos todo el día como Superman, y comamos una polenta mágica mientras respondemos los e-mails de madrugada.
En síntesis, dar bienvenida a la tan depreciada ley del menor esfuerzo, trabajar para vivir y no vivir para trabajar, darse espacio temporal para el sexo, la alimentación, la familia, el descanso, la educación, y no estar disponible las 24 horas como una guardia de hospital.
Un provinciano seguro se sonreirá con estas frases, porque él siempre supo que simplemente…. mañana será otro día.
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