Vino tinto: saludable, pero no por su alcohol

Según un estudio reciente, el consumo moderado de vino tinto se asocia con mejor calidad de vida y disminución de los problemas cardíacos, aunque el papel central lo jugarían sus componentes no alcohólicos...

Aproximadamente cinco años atrás, cuando se conoció la
noticia de que el los componentes alcohólicos (fenoles) de ciertos vinos podían
ser útiles para prevenir ciertos problemas cardíacos, seguramente muchos
brindaron con sus copas llenas por el nuevo descubrimiento, que era casi una
revancha para su encendida defensa del alcohol.

Hoy en día, estos consumidores pueden seguir festejando,
pero deben saber que no es tanto el alcohol del vino lo que hace que esta
bebida sea útil para la salud, sino otros componentes con los que cuenta, que
aumentan la producción de óxido nítrico en las células.

En efecto, un grupo de investigadores argentinos de la
Universidad de la Plata, llegaron a la conclusión de que, en por lo menos dos
variedades de vinos tintos argentinos, el cabernet sauvignon y el malbec, tanto
en sus versiones finas como de mesa, existe un componente que protegería a los
consumidores que lo beban de forma periódica y moderada, de sufrir problemas en
su corazón.

El infarto y su prevención

Para entender las razones de este fenómeno, es necesario
primero comprender cómo se produce un infarto. Los infartos de miocardio se
presentan cuando se muere parte del músculo cardíaco por falta de irrigación
sanguínea, lo cual sucede cuando se acumula grasa en la pared interior de una
arteria coronaria, ya que la misma suele formar placas que, una vez que se
rompen, impiden la llegada a de la sangre.

Así, en una obstrucción arterial, se muere el 30 por
ciento de las células de las zonas afectadas. La acumulación de grasas suele
deberse a la obesidad, el tabaquismo, el colesterol  y el sedentarismo.

Según comprobaron los científicos argentinos al analizar
en ratones la ingesta de las variedades malbec y cabernet sauvignon, algunos de
los componentes no alcohólicos (que forman el 99,5 por ciento del total de las
sustancias que tiene el vino) como el resveratrol, presente en estos vinos
tintos, aumentaban las cantidades de óxido nítrico (ON), un elemento que
mantiene abiertos los canales de potasio en las mitocondrias de las células
cardíacas, y las protege de las consecuencias de la falta de oxígeno.
Este mecanismo hace que mueran menos células, y podría disminuir hasta en un
50% la mortalidad celular luego de un infarto.

De la misma forma, se pudo observar que la protección que
brindan los extractos no alcohólicos de esos vinos se anulan si otros factores
bloquean los canales de potasio mitocondriales o impiden la formación de óxido
nítrico.

En estudios anteriores, llevados a cabo en Italia, Japón,
y Francia, el vino,  especialmente el
tinto, demostró ser muy beneficioso para aumentar la reserva coronaría y
disminuir las mortalidades por enfermedad cardiaca, al comparar las poblaciones
de estos países con otras que llevaban adelante dietas similares pero con menor
consumo de alcohol.

Como resultado de estas investigaciones, se postuló que
beber vino en forma continua y moderada aumenta el colesterol bueno y el flujo
coronario, inhibiendo la formación de placas en las arterias. Estos efectos se
atribuyeron a la acción de los polifenoles presentes en el vino, que evitaría
que se “endurezcan” las arterias, y tendrían efectos antioxidantes y de aumento
del colesterol “bueno”.

Pero según arrojó la investigación argentina, es la sustancia resveratrol la
que posibilita llevar adelante modificaciones en el organismo para que este
produzca una mayor cantidad de oxido nítrico, muy necesario para limpiar las
arterias del corazón y para abrir los canales de potasio de las mitocondrias,
las cuales proveen de energía a las células y pueden ayudar a evitar su muerte,
promoviendo además que el impacto del infarto sea menor.

Todavía no salga corriendo
al bar de la esquina

Sin embargo, y pese a que la evidencia sobre los efectos
benéficos del consumo de vino tinto (no se ha comprobado que el vino blanco y
el rosado tengan los mismos efectos) es cada vez mayor, ningún especialista
recomienda comenzar a beber a los abstemios.

La razón es muy simple: la dosis protectora (300 ml, alrededor
de dos copas por día) no está lejos de la que enferma, y la evidencia sobre los
efectos perjudiciales del alcohol es muchísimo mayor que la que disponible
sobre los efectos benéficos del vino tinto.

En conclusión:

 Si bebe habitualmente, prefiera el vino tinto, y no más
de dos vasos por día.

 Si no bebe, no comience hasta que su médico le
recomiende lo contrario.