La humanidad está llena de esas historias, sobre todo de mujeres que entregan su
corazón, su cuerpo, su tiempo y sus posibilidades de desarrollo, a cambio de la
integración de un hogar y la formación de una
familia.
En un instante de su vida decide dejar todo por cumplir con el ritual social del matrimonio y luego, con el paso de los años pretende darse cuenta de que se cometió un error, eso no era lo que quería para su vida, sino ser una triunfadora en otros ámbitos, no en el hogar.
También en los hombres se encuentran dramas como esos. Muchos han creído haber
encontrado a la mejor mujer del universo y en menos de un año de casados están
preguntado “¿Por qué cambiaste tanto?”
Triste final para una historia de amor. Comenzarán los reproches y se buscarán
culpables.
También, tomando como pretexto el “gran amor” que se siente por el otro (a) se
disculpan los excesos y se disimula el infierno que se vive entre cuatro paredes
a las que los demás podrán llamar “hogar”; sitio donde una
pareja debiera tener
como santuario las propiedades y logros mutuos; pero a cambio de una imagen
social se soportan temperamentos patológicos y conductas enfermizas, bajo el
supuesto cariño y la nobleza del llamado perdón, se sostiene una relación que
realmente habría finalizado hace tiempo.
El amor, la “cosa bella” que llena de ilusiones a todos, el despertar de nobles
sentimientos, de proyectos ambiciosos, de poesía, de frases hermosas llenas de
miel y de ternura, de conservar recuerdos físicos de la relación, de guardar
para siempre los mejores momentos en el diario personal; el amor, es un ente
pasajero que se repetirá exactamente igual cuando otros ojos subyuguen u otro
cuerpo atraiga y durará solamente el tiempo que el cerebro ocupe en permanecer
en ese trance.
La tragedia comienza cuando a una de las partes se le termina primero y la otra
queda aún sometida al somnífero efecto del amor.
Pero todo se acomoda y reacomoda y la rueda seguirá girando igual, las historias
se repetirán con personajes diferentes.
Y así tendremos la oportunidad de conocer las grandes historias de amor,
ficticias algunas, basadas en la realidad otras, totalmente reales las demás,
donde cada autor pone un pedacito de su propia vida y de quienes le rodean.
Pero lo curioso es que cada individuo se sentiría feliz de vivir un drama como el de Romeo y Julieta, donde prácticamente se afirma que el amor debe vivirse en medio de una gran angustia.
Hay, por supuesto, formas de llevar la vida amorosa en medio de un discreto
encanto, así se urden tramas nada rebuscadas, cuya finalidad es de la buscar paz
y tranquilidad, de llegar a viejos juntos luego de disfrutarse mutuamente e ir
viendo como los encantos de la juventud se terminan para dar paso a algo más
espiritual (?) o mejor dicho, nostálgico.
Pero, debido a las nuevas formas de
convivencia, es muy probable que las parejas
de ancianos estén en peligro de extinción y debamos acostumbrarnos a ver viejos
y viejas solitarios, rumiando su situación y viviendo con los recuerdos más
angustiantes.
¡Huy, el amor! Esa enfermedad que a todos nos pega en cualquier momento de la
vida y que muchos confunden con la pasión, esa otra cosa que también remueve las
entrañas y una vez desatada no hay poder humano que pueda pararla.
Por eso hay embarazos no deseados, divorcios, separaciones y matrimonios
forzados, pero sin nada de amor.
Por Margarito Escudero Luis
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