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Bioenergética sexual

La liberación de energía sexual
 
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Es esta faceta de emocionalidad lo que le da su "tono" particular a la liberación de energía sexual. Pero como la emocionalidad (diríamos, el "plano" o "cuerpo" de las emociones) y el cuerpo astral son de idéntica naturaleza, la vibración particular del tono sexual del sujeto se corresponde con una señal específica de su "plano astral".

Siendo éste el ámbito –el astral– donde pululan los principales factores de agresión no física (como las "larvas astrales", por ejemplo) la consecuencia ineludible es que una correcta sexualidad –no genitalidad– genera la respuesta astral necesaria para alejar, repeler o ahuyentar esos entes agresivos.

Reich daba a la palabra "orgasmo" un sentido muy especial, puesto que para él indicaba la entrega completa a la excitación sexual, con la intervención total del cuerpo en los movimientos convulsivos de la descarga. El orgasmo, tal como lo describía él, ocurre de cuando en cuando a la gente, y constituye una experiencia extática, bastante rara.

En nuestra cultura es algo extraordinario responder plenamente a cualquier situación.


Estamos todos sumergidos en demasiados conflictos para rendirnos del todo a sentimiento alguno. Continuando con esta línea de pensamiento, podríamos decir que entonces deberíamos emplear la palabra "orgasmo" en el sentido de desahogo sexual en que hay movimientos placenteros, espontáneos, convulsivos e involuntarios del cuerpo en general y de la pelvis en particular, experimentados como satisfactorios.

Cuando sólo entra en juego el aparato genital en la sensación de descarga y desahogo, diríamos que se trata de una reacción demasiado limitada para llamarla orgasmo. Debería describirse nada más que como eyaculación en el hombre, o clímax en la mujer.

Para poderla calificar de orgasmo, el desahogo debería extenderse a otras partes del cuerpo –a la pelvis y a las piernas, por lo menos– y tendría que haber algún movimiento placentero involuntario en el cuerpo. El orgasmo debe ser una experiencia emocional.

Si se conmueve todo nuestro cuerpo o nuestro ser espontáneamente, en especial si el corazón responde, el orgasmo sería pleno. Esto es lo que tenemos que buscar en nuestra actividad sexual, ya que además de realizarnos como individuos genera campos de protección astral, energética y psíquica a nuestro alrededor.

El orgasmo, sea pleno o parcial desde el punto de vista del cuerpo, libera de tensión las partes que responden activamente. Pero esa liberación no es permanente. Como estamos sujetos diariamente en nuestra vida a tensiones, éstas surgen de nuevo. Hace falta una vida sexual satisfactoria, no basta con una experiencia, si se quiere mantener bajo el nivel de tensión en el cuerpo.

No es mi propósito –ahora– crear una mística en torno al orgasmo, aunque estimo que esta función es de importancia crítica. No es la única manera de liberar las tensiones, ni debe utilizarse concretamente con ese objeto. No se llora para aliviar la tensión; se llora porque está uno triste, pero sin embargo el llanto es una forma básica de descargar la tensión.

Aunque el orgasmo pleno sea el mecanismo más satisfactorio y eficiente de descarga, no por eso debe deducirse que el sexo sin ese orgasmo o la unión sexual sin el clímax carezca de importancia y esté vacío de placer. Practicamos el sexo por placer, y éste debe ser el criterio principal de nuestro comportamiento sexual. Lo destacable es que el orgasmo pleno es más agradable y placentero, hasta el punto de que puede llegar a las alturas del éxtasis.

Pero, como el grado de placer depende de la cantidad de excitación preliminar, lo cual está más allá de nuestra voluntad o control, debemos aceptar con agrado el placer que experimentemos. El problema que tiene la mayor parte de la gente, es que las tensiones están tan hondamente estructuradas en su cuerpo, que raramente
experimentan el desahogo orgásmico.

Los movimientos convulsivos placenteros resultan para ellos atemorizantes, y la entrega al placer sin límites se les antoja peligrosa. Aunque no lo quieran confesar, la mayor parte de la gente tiene miedo de dejarse llevar por la vehemencia de las sensaciones sexuales, y son incapaces de hacerlo.

Y sin embargo, muchos pacientes manifiestan, al comenzar su tratamiento terapéutico, que su vida sexual es buena, que están satisfechos y que no tienen problema sexual alguno de ningún género. En algunos casos no conocen otra cosa, y el escaso placer que disfrutan es lo que ellos creen que es el sexo. En otros casos entra en juego el orgullo.

El ego masculino particularmente levantará todo tipo de defensas para negar su deficiencia o insatisfacción sexual. Al avanzar la terapia, tanto los que están en el primer caso como los del segundo van adquiriendo consciencia de lo deficiente de su actividad sexual.

Y lo comprenderán al experimentar un desahogo sexual más pleno y satisfactorio.


En todos los casos, el cuerpo del individuo muestra el verdadero estado de su funcionamiento sexual.

 

 
 
 
 
   
 
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