Un ser humano es el mismo desde el momento en que nace hasta que muere pese a todo su cambio físico. Sin embargo, a pesar de que sea el mismo a su vez también es diferente: la propia identidad que permanece invariable a lo largo de los años fomenta y propicia el cambio. Adolescencia procede del latín “adoleceré” que significa crecer y desarrollarse. En la adolescencia cada persona empieza a formar su personalidad adulta. Es un proceso largo y lento a través del cual el adolescente comienza a marcar la distancia respecto de sus padres para tomar sus propias decisiones. Esta es la etapa por la que toda persona pasa para hacerse mayor. El educador debe orientar todo el potencial de un niño y sus capacidades hacia un buen fin. Es bueno que los profesores sean conscientes de que se encuentran delante de un adolescente ya que su modo de tratarle ayudará mucho a su desarrollo personal. En algunas ocasiones, detrás de la rebeldía de algunos jóvenes puede esconderse una necesidad de llamar la atención para atraer el cariño.
Durante mucho tiempo, la psicología ha interpretado la adolescencia como la transformación que experimentaba un niño para hacerse mayor, es decir, como una mera consecuencia del crecimiento físico. Pero hoy día se sabe que también son muchos y muy importantes los cambios psíquicos. Para empezar, al adolescente le cuesta mucho adaptarse a los cambios físicos que se dan en su cuerpo de tal forma que puede experimentar complejos internos por no gustarse a sí mismo. Hay que tener en cuenta que todos los cambios físicos se suceden unos a otros en muy poco tiempo: peso, grasa, crecimiento, maduración sexual… Además, el ser humano es una realidad corpóreo espiritual de tal forma que el elemento físico influye de manera directa en el terreno anímico y a la inversa.
La adolescencia no es sólo un cambio cuantitativo sino también un proceso cualitativo relacionado con la maduración de la personalidad que evoluciona continuamente a lo largo de los años. Es un proceso de maduración en tres niveles diferentes: en el plano biológico, psicológico y social. Es decir, el adolescente experimenta cambios en su cuerpo, en su mente, y a su vez, se posiciona de manera diferente frente a los demás. La persona es una realidad pluridimensional y debe integrar perfectamente dentro de sí varias dimensiones. El adolescente descubre un nuevo mundo frente a sí mismo al llegar a esa edad por esta razón tiene que situarse nuevamente frente al entono desde una otra perspectiva diferente.
La función de la adolescencia es lograr una transición armónica entre la etapa infantil y la edad adulta. Es decir, simplemente manifiesta el proceso de crecimiento que experimenta toda persona hasta llegar a la vejez. Sin embargo, es bien sabido que hoy día predomina la visión pesimista que muchos padres tienen de esa etapa de la vida. Al ver la adolescencia como una enfermedad se comete el error de criticar conductas que son habituales en esta edad y que, por tanto, deben verse como adecuadas y normales. Además, la negatividad fomenta que los padres se enfrenten con miedo a ese momento cuando en realidad es una oportunidad única la que les brinda el destino y deberían enfrentarse a ella a través de una actitud mental positiva que genera esperanza, libera la ansiedad y ayuda a combatir todo posible temor (que por otra parte, resulta comprensible). No existe un manual de uso a la hora de educar a un menor. Por esta razón, sería recomendable que los progenitores pudiesen compartir sus dudas y miedos con otras personas que han pasado por una experiencia similar.
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