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Afrodisíacos,
¿sí o no?
Después de
leer Afrodita de Isabel Allende
yo insistiría en que sí, a pesar
de que ella misma reconoce que después
de dar vuelta al mundo en busca de afrodisíacos,
termina descubriendo que el más poderoso
es el amor.
Si quieres creeme,
no te apresures demasiado a llegar al término
del placer, sino procura, con hábiles
retrasos, alcanzarlo lentamente. Cuando hayas
localizado el lugar más sensible, no
venga un estúpido pudor a detener tu
mano. Verás entonces cómo brillan
sus ojos con trémula luz, parecida a
los rayos del sol reflejados por el espejo de
las olas. Luego llegarán los lamentos
mezclados con tierno murmullo, los dulces gemidos
y esas palabras irritantes que estimulan el
amor. Pero, piloto atolondrado, con el despliegue
excesivo de las velas no vayas a dejar atrás
a tu amante; tampoco toleres que ella te adelante;
bogad al unísono hacia el puerto. La
voluptuosidad llega a su punto culminante cuando,
vencidos por ella, los amantes sucumben al mismo
tiempo.
-Ovidio-
A veces, cuando
saciado el placer, el olfato cansado como los
demás sentidos, sobre la almohada me
adormezco y mis ojos se mueren en dirección
a un rostro extinguiéndose así
recuerdos y presagios
Entonces, del entrelazamiento
de las piernas y los brazos, de los pies dulces
que se besan bajo las sábanas húmedas
de esa languidez tan voluptuosa sube un gusto
a humanidad que me avergüenza un poco,
pero tan bueno, tanto, que uno desearía
comerlo.
-P. Verlaine-
(
)Y, sin embargo,
no ahitarán tus labios, con una empalagosa
hartura, sino más bien bien sentirás
hambre, en medio de la abundancia, haciéndolos
encenderse y palidecer con renaciente variedad.
-W. Shakespeare-
Afrodisíacos
Vero ma non tropo según
Miguel Brascó-
La pintura é
caso mentale, dijo Leonardo.
Lo mismo que la pintura los bocados afrodisíacos
son cosa mentale. Y además, depende de.
¿De que dependen? Después te explico.
Su nómina figura en todos los manuales
del soffíare o fríquiti friqui,
incluyendo toda preparación culinaria
donde intervengan uno o varios ingredientes
conseguibles fácil en cualquier s-market,
como espárragos, apio, perejil, alcauciles,
rabanitos, apionabo, nueces, almendras, sesos,
riñones, langostinos, caviar, nísperos.
Estimulantes eróticos más confiables
pero de gestión algo más ardua
son el queso Livarot, el faisán silvestre,
pernil de jabalí, morillas y chantarelles
del sotobosque, carne o sopa de tortuga, langosta
de Juan Fernández, percebes gallegos,
erizos y piures chilenos, jengibre fresco, trufas
negras del Périgord, tartuffi bianchi
del Piamonte, angulas del Cantábrico,
aleta de tiburón, paling holandés,
hipocrás, animillas, amourettes, emisoras
o milandras.
Condimentados con pimienta verde, vainilla,
nuez moscada, azafrán, ajíes picantes
o (lo mejor de todo) cuerno rallado de rinoceronte.
Comer una buena sopa de tortuga vigorizado con
amourettes y un aderezo de pimienta verde puede
conceder concretos ímpetus afrodisíacos
adicionales a cualquier fantasioso o fémina
cholula de la tierra a quien el cocinero instruye,
ingrediente tras ingrediente, sobre el origen
de cada uno. La Tortuga base es una franche
del Caribe antillano más acérrimo,
de la cual sólo se utilizan los pequeños
gigots macerados en azafrán español
de Murcia y bouillies baisse (como la bouillabaisse)
con amourettes. Cocción lerda, pues,
y larga en tiempo y paciencia, porque cada media
hora hay que adelgazar el caldo con jerez español
Fino La Ina. Al final se incorpora cucharada
grande de genuina (hay una trucha) pimienta
verde de Madagascar aplastada en mortero de
porcelana. En el restaurante del Hotel Península
de New Cork ese plato te lo facturan 45 dólares.
Cualquier señor-señora (monsieur-dame)
informado sobre todo esto debe experimentar,
sí o sí, un despiporre de gónadas.
Por otro lado, llegan a traérsela en
plato hondo de burda loza made in Seúl
sin agregar detalle alguno sobre contenidos
y en una de esas ni la toma. O la toma pensando
en otra cosa y no se da cuenta. O se da cuenta,
pero las gónadas impertrepidas che.
Con esto te enfatizo que los afrodisíacos,
lo mismo que la pintura, son cosa mentale.
Los afrodisíacos
son ambivalentes
Las faenas del sexo son por un lado lujuriosas
placenteras que casi siempre (o con bastante
frecuencia) estamos bien dispuestos (o eventualmente
ansiosos) de compartir con alguien que justo
se ubicó (o nos encantaría que
se ubicase) en la mira de nuestros exocets eróticos.
Pero por el otro, esas faenas son compromisos
u obligaciones que debemos cumplir sí
o sí aunque estemos en uno de esos días
en que (dice Reynaldo Sietecase) preferimos,
como el sol, una tarea cercana a la pereza.
Fea ocurrencia es que uno esté operando
con el sexo lujurioso y el Otro con el sexo
obligatorio. Es una de las peores desinteligencias
metafísicas que tiene la humanidad. Uno
está que vuela y el otro te mira como
actor de reparto en película de Bergman.
O viceversa. Nunca me puse de acuerdo conmigo
mismo sobre cual de las dos situaciones es peor.
El lujurioso asedia al Otro con una insistencia
a veces inverosímil. ¿Quién
no lo hace o hizo, no una vez sino muchas, a
cada rato? Somos Julián Sorel persiguiendo
sin descanso a madame de Rênal en Le Rouge
et le Noir de Stendhal. Pero después,
cuando con todo el despiporre decúbito
nocturnal apasionado correspondiente, madame
cedió ¿Cuántas veces? A
los requerimientos fogarotosos, a Sorel le sobreviene
la apatía desganada.
Por eso los afrodisíacos que uno articula
infatigable sobre el Otro pueden muy bien desembocar
algún tiempo después en el autosuministro.
Precaveos, pues.
-Todo lo que usted siempre quiso saber
sobre los afrodisíacos y no se atrevía
a preguntar. Miguel Brascó. Rev.
Veintidós. Año 2, N°86-
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