Otras historias:
En algún
momento fue declarado ilegal. En la Meca, las
mezquitas se vaciaron. A los fieles les divertía
mucho más dispersarse en los cafés,
donde deliraban sobre política, filosofía
o la vida en general. Como ahora.
El escándalo fue enorme, el gobernador
de la Meca tuvo que reabrir los cafés.
En Europa los venecianos lo importaron desde
el siglo XVII y en Francia fue el embajador
Solimán Aga, quien puso de moda el café
en la frívola corte de Luis XIV.
En uno de sus viajes Colón trajo algunas
semillas, contribuyendo a su difusión
en Cuba, Santo Domingo y Puerto Rico.
Café es una bebida pero también
un lugar. Una institución con adherentes
incondicionales: Los vieneses y sus cafés
con medialunas heredadas de los turcos. Los
italianos con esos ristrettos –café
corto fortísimo- para despabilar al más
zombi, los franceses y sus cafés crême
bebidos de prisa en las terracitas o mostradores.
Y el Cafetín de Buenos Aires, con clima
de personajes y aromas intensos. O aquel café
La Humedad, de ventanas neblinosas, romanticismos
y ocios para el último café que
tus labios han bebido, jamás el último.
Según los países, su difusión
y consumos son diferentes.
Mientras que en Estados Unidos y Canadá
el café que se consume durante la comida
es una bebida liviana, en Brasil, Uruguay y
la Argentina se bebe un café con más
cuerpo y color,
generalmente en el desayuno, sobremesas y pausas
del día.
(Texto anterior y receta siguiente de:-“Café,
caféééé”-Vilma
de Rosato- Suplemento de cocina Sal & Pimienta.
Edic.N°25-)
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