El trabajo que ustedes se aprestan a leer resume diez años de experimentos. Debo admitir –no sin cierto dejo de rubor – que en numerosas oportunidades he aprovechado ese hetereogéneo y anímicamente muy bien dispuesto y motivado
grupo de entusiastas que suelen conformar el alumnado de mis cursos, para realizar distintos ensayos y experiencias sobre los cuales, ciertamente, trato de construir mis hipótesis y teorías de trabajo.
Obviamente que con el consentimiento de los mismos –en verdad, es muy raro que un alumno no encuentre atractiva y excitante la idea de participar de experiencias parapsicológicas– uno de los temas en que más he profundizado es el de las llamadas escotofotografías o psicofotografías.
Las escotofotografías ("eskotós" en griego significa "oscuridad", por la particular forma de obtener las mismas) también integran lo que popular –pero quizás ambiguamente– se ha llamado "fotografías espirituales".
En algún otro trabajo he abundado sobre la naturaleza de este tema, y sin duda volveré a repetirme en el futuro. En este punto, circunscribiremos nuestro interés a la sostenida impresión mental de película fotográfica virgen.
Conocidos son, en este sentido, los casos del psíquico inglés –hoy volcado totalmente a la sanación– Matthew Manning y de Ted Serios. Este último, recientemente fallecido, sin duda ha sido aquel que más espacio ha ganado en los medios masivos de difusión.
Serios se valía de una cámara fotográfica que pedía fuera sostenida frente a su rostro, se concentraba en una determinada imagen e indicaba entonces cuándo disparar la toma. Las más de las veces, lo que aparecía en la película era apenas su rostro crispado, pero en algunos y espectaculares casos "otra cosa" se manifestaba: aviones fantasmales, rostros etéreos, arquitectura reconocible.
En los últimos años de su vida, según sus decires para aumentar la "canalización" de imágenes, Serios se valía de un aparato que él denominaba su "gismo", un tubo, supuestamente vacío, en el cual concentraba la atención mientras se realizaba la experiencia; ciertos escépticos han sostenido que esto era parte de un truco (una pequeña diapositiva hábilmente disimulada en el tubo hacía que apareciera la imagen, fuera de foco, cuando al disparar la cámara Serios acercaba el "gismo" al aparato) pero lo cierto es que nunca, cuanto menos, se halló fraude alguno en sus décadas primigenias de experimentación, y ciertamente, aun en el caso de que tal suposición de engaño fuera real –yo cuanto menos no he podido leer o escuchar de primera mano versión alguna que lo desautorizase– nada permite suponer algo más que el acto desesperado de un anciano psíquico de capacidades decayentes ansioso de satisfacer patéticamente a sus censores y no perder su pedacito de fama.
Pero repasando estas crónicas, caí en la cuenta de que, si como pregonamos habitualmente, la potencialidad parapsicológica es una condición innata y latente en todo ser humano pues, en mayor o menor medida, cualquiera de nosotros debía poder repetir los logros de Serios. Era cuestión, simplemente, de encontrar la técnica a partir de alguna teoría creíble.
Nos planteamos entonces que la "psicofotografía" debía producirse por psicoquinesia. Ésta, que erróneamente se la suele confundir con la telekinesia, es un fenómeno propio. " Telekinesia" se denomina al movimiento de objetos inanimados por acción de la mente. Supongamos que miro fijamente mi lapicera sobre el escritorio y ésta, sin la presencia de fuerza física alguna, comienza a
desplazarse hasta caer al suelo.
He aquí un fenómeno de telekinesia. Pero por " Psicoquinesia" entendemos la acción de la mente sobre sistemas físicos en evolución. Un grupo de dados que arrojados sobre un tapete se les obliga a caer recurrentemente con una determinada sumatoria de números; una plantita cuyo crecimiento, por dedicarle nuestra atención, aceleramos en relación a otra, aparentemente idéntica (llamada "testigo piloto") a la que además de agua y luz tratamos indistintamente; una gota de agua que se desvía de su trayectoria vertical y rectilínea, son sistemas físicos en movimiento, evolucionando, y la acción psíquica sobre ellos, entonces, constituye una psicoquinesia.
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