La orgía
entre el Cielo y el Infierno
Cuentan que una
vez Afrodita –nacida en Atenas-, y su
hermana gemela Venus –nacida en Roma-,
ofrecieron un banquete en un lugar desconocido
entre el cielo y el infierno. Las invitaciones
fueron llevadas por Cupido y su hermano Eros.
La condición fundamental fue que uno
de los invitados debería preparar la
cena.
Cupido llevo el encargo a : Federico Nietzsche,
Anaís Nin, Paul Verlaine, Safo de Lesbos,
Gustavo Adolfo Bécquer, Sor Juana Ines
de la Cruz, Oscar Wilde, Don Juan Tenorio, Walt
Witman, Alfonsina Storni, Federico García
Lorca, Gabriela Mistral, Pablo Neruda y William
Shakespeare. Fue este último el encargado
de la cocina.
Eros, como un cumplido muy especial incluyó
en la lista a una sola mortal, Isabel Allende,
porque en una ocasión Afrodita le escucho
decir que le encantaría participar de
una orgía, pero en un lugar muy especial
y con personas a las cuales nunca más
tendría que verles las caras.
Fue así que ya todo dispuesto y las invitaciones
entregadas y aceptadas se fueron reuniendo en
el lugar previsto transportados uno a uno por
Céfiro.
A medida que llegaban los invitados eran recibidos
por esclavos que les quitaban el calzado y lavaban
sus pies y manos con aquam nivatan –agua
de nieve-, perfumada con rosas. Se les ofreció
a cada uno un vestido del color a elección:
azul, púrpura, rojo, amarillo, o verde.
Luego pasaban al interior de la casa, donde
Afrodita y Venus los agasajaron y, dada su curiosidad,
preguntaron su opinión acerca de la mujer.
Comenzó Nietzsche
de esta manera:
-“El género de vida de las
mujeres bien mantenidas y ociosas podría
ser transformado en una existencia filosófica.
Pero se las ve ante un mostrador lleno de atavíos
y de ropa blanca.
La humanidad hubiese perecido si el instinto
sexual no tuviese un carácter tan ciego,
tan imprevisor, tan arrebatado e irreflexivo.
En sí, su satisfacción no está
encaminada a la propagación de la especie.
¡Cuán raras veces preside al coito
tal propósito! y lo mismo sucede con
el gusto por la lucha y la rivalidad: solo unos
grados más de enfriamiento del instinto
y la vida se detendría. Va aliado a una
alta temperatura y al punto de ebullición
de la irracionalidad.” –Otras
perspectivas del sentimiento. Libro tercero-
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