Los dulces siempre son un aliado cuando los tenemos listos en nuestra cocina, un simple platillo de dulces se convierte en un postre exquisito que pone un broche de oro a una comida. Un buen dulce acompañado de galletas y queso, sirve para una merienda en la tarde o para agradar a los amigos que han venido a visitarnos.
Un vistoso frasco de delicioso dulce sirve para regalar algo especial a alguien especial. Por ello tener un dulce casero en nuestras despensas es un recurso que nos ayuda, para aquellas personas que les gusta experimentar los sabores, que aceptan el sabor dulce en las comidas. Imagine un pernil asado acompañado de unos cascos de durazno, o glaseado con una mermelada de manzanas.
En algunas recetas o libros podemos leer que existen tres tipos de almíbares, dependen de la proporción de azúcar y agua que se agregue para su preparación: el ligero mantiene una proporción de 1de azúcar por 3 de agua, el mediano de 1 por 2 y el pesado de 1 por 1.
Esto quiere decir que si ponemos por ejemplo para el almíbar ligero 1 taza de azúcar le añadimos 3 tazas de agua. La concentración más común de 30 a 35 % de azúcar. El almíbar también se puede preparar tomando como fondo líquido el jugo de las propias frutas (en lugar de agua), al cual se le adiciona azúcar hasta alcanzar el grado de dulzor requerido.
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