Las técnicas de proyección del inconsciente podrían acercarse a lo que popularmente se conoce como "viaje astral", pero con plena conciencia de que únicamente se trata de un proceso de autohipnosis a través del cual nos extraemos del momento o circunstancia espacio-temporal que vivimos.
¿Qué valor práctico tiene esto?.
Todos hemos atravesado, alguna vez, por momentos difíciles de nuestra vida,
momentos signados por problemas que parecen ahogarnos, asfixiarnos. Problemas que nos parecen tan enormes que no vislumbramos solución alguna. Nos sentimos como inmersos en el interior de grandes cajas negras totalmente cubiertos por el difícil trance.
Esta técnica, en tanto, nos permite extraernos — no evadirnos— del punto. Haciendo una burda metáfora, los grandes jefes militares no ganan sus batallas luchando al frente de sus tropas, como cuentan las leyendas, sino observando el campo desde lo alto de un monte, ordenando el desplazamiento de sus tropas y elaborando la estrategia del combate.
Así, si logramos extraernos del problema, podremos observarlo desde una nueva óptica en nuestra búsqueda de la solución. El Control Mental Oriental, entonces, no nos provee de fórmulas milagrosas, sino que nos facilita una perspectiva armónica, fría y pacífica para enfrentar las circunstancias.
Una vez adecuadamente relajados, elaboramos una imagen mental consistente en un paisaje que sea de nuestro agradado, en el cual nos veamos presentes. Reforzaremos esta imagen hasta que adquiera "rango de realidad", es decir, hasta que para nuestra conciencia sea tan real como si, en efecto, formáramos parte de la escena. Comenzamos a caminar, dirigiéndonos hacia un grupo de árboles situados a cierta distancia. Una vez allí, observaremos un gran hoyo en el suelo, con una escalera de piedra que desciende al profundo abismo. Descenderemos, entonces, reforzando en nosotros las sensaciones de oscuridad, frío, soledad y, por extensión, miedo. Al llegar al fondo playo de la caverna, descubriremos ojos brillantes que nos rodean y, sorpresivamente, masas informes, peludas, viscosas, repugnantes, comenzarán a deslizarse sobre nuestro cuerpo. También, podemos elegir serpientes, ratas, cucarachas o toda alimaña que nos resulte repulsiva.
Debemos convencernos — a nosotros mismos— de la situación que estamos viviendo, tras lo cual comenzaremos a retroceder, ascendiendo por la escalinata y regresando al aire libre, al sol, el calor y la vida.
La siguiente técnica es un tanto más difícil. Acostados, nos relajamos al mayor extremo posible y nos formularemos, lentamente, una imagen consistente en suponer nuestra mente como una esfera brillante flotando en nuestro cerebro. Muy lentamente, le ordenaremos a esa esfera comenzar a elevarse, atravesar palmo a palmo nuestro cuerpo, nuestra piel y salir levemente al exterior, cuidando de visualizar mentalmente cada paso.
Posteriormente esta esfera deberá comenzar a elevarse, siempre cuidando que sea realizado en forma pausada, hasta aproximarse al cielorraso de la habitación que ocupamos (si es que nos encontramos en una). Repentinamente, no veremos ya la bola brillante próxima al techo, sino a nosotros mismos mirando a ésta. Lentamente, entonces, comenzamos a girar sobre nuestro eje, mirando consecutivamente las paredes, los zócalos, el piso y, finalmente, nuestros propios cuerpos reposando sobre el suelo.
Permaneceremos en nuestra posición inicial y descenderemos, hasta ingresar otra vez en nuestro cuerpo.
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