Los métodos de memorización valiéndonos de fosfenos son sumamente sencillos.
Pongamos, por ejemplo, que debemos ingresar a nuestro álbum de recuerdos el párrafo de un libro.
Pues bien, sentados en una habitación en penumbras, contando con una sola fuente de luz, leeremos atentamente una vez el texto. Miraremos la luz, repitiendo en voz baja el concepto a fijar. Cerraremos los ojos, elaboraremos la imagen fosfénica y, una vez que la tenemos focalizada, repetiremos ese mismo concepto con la actitud propia de incorporar los términos a la imagen fosfénica que estamos observando. Luego, continuaremos normalmente nuestra lectura.
Cuando necesitemos reflotar esa información, bastará que observemos cualquier fuente de luz (el Sol, una lámpara) y sin necesidad de elaborar nuevamente la imagen fosfénica los datos aflorarán a nuestro conciente. Una precaución: nunca debemos incorporar más de un concepto en cada imagen fosfénica. Para ello, debemos aislar convenientemente el tema que nos interesa, antes de pasar al punto siguiente y, por otra parte, debemos practicar asiduamente la elaboración de imágenes fosfénicas para que éstas sean ejecutadas con claridad y precisión en el momento de requerirse, y no desperdiciar tiempo precioso buscando el color, tono y forma deseados.
Concentración
Molesto problema masivo que, en casos extremos, deprime tanto a sus víctimas que termina alejándolos de por ejemplo sus estudios, signando así frustraciones de por vida en más de un individuo.
Y, sin embargo... el Control Mental Oriental a través del Método Fosfénico nos posibilita una solución tan sencilla a este problema. Basta con relajarse adecuadamente en el lugar que estamos sentados, abrimos los ojos, fijando la vista en una fuente luminosa, volvemos a cerrarlos y aquí no visualizamos la imagen fosfénica "mandálica" de marras, sino un cuadriculado alternativamente blanco y negro o rojo y negro ante el telón oscuro de nuestros párpados cerrados.
Atención
Que no es lo mismo que concentración. Ésta es la facultad de centrar nuestra
conciencia en un punto específico. La atención, en cambio, es la facultad de no dispersión en un proceso receptivo de información. La concentración es activa, la atención, pasiva.
Para este último caso bastará con ejercitar la técnica de respiración, con los ojos
cerrados, nuestra mente focalizada en una hipotética esferita brillante situada dos dedos por debajo del ombligo (el "hara" del zen) y repitiéndonos, mentalmente, las palabras:
"Paz... tranquilidad... amor".
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