El tercer factor, y quizás el más importante, es la emoción. Mucha gente tiende a retener
la respiración cuando está concentrada, su aliento es superficial y rápido cuando está
preocupada, respira profundamente y uniformemente cuando descansa.
Pero para comprender la respiración poco profunda o inadecuada y sus implicaciones,
es importante comprender cómo funciona el proceso respiratorio en su totalidad.
El aire es inhalado (preferiblemente calentado a su paso por la nariz) por una serie de
conductos que desembocan en ramificaciones cada vez menores.
El primer conducto de aire tiene unos dos centímetros de diámetro en la persona adulta,
y empieza justamente debajo de la nuez de la garganta, estando cerrado por unos 16 a 20
anillos de cartílagos en forma de "U" para su protección. La tráquea se divide en dos tubos más pequeños denominados bronquios. Dichos bronquios se ramifican a su vez en
conductos cada vez más diminutos dentro de los pulmones, terminando en los más
pequeños, llamados "bronquíolos", en cuyos extremos se encuentra una serie de diminutas bolsas o sacos llamados "alvéolos". Estos son tan pequeños que no pueden ser vistos a simple vista; hay aproximadamente trescientos millones de ellos en los pulmones, y si los extendiéramos fuera cubriríamos un espacio mayor que el de un dormitorio normal. Son de la mayor importancia, porque es en los alvéolos donde tiene lugar el intercambio de oxígeno y dióxido de carbono.
De estas estructuras en forma de burbujas, cuyas paredes tienen el grosor de una sola
célula, el oxígeno pasa a los glóbulos rojos circundantes, a la vez que el dióxido de
carbono es transferido a los pulmones para su expulsión.
Una vez que una molécula de oxígeno se incorpora a la corriente sanguínea, es
transportada por todo el cuerpo. La sangre rica en oxígeno que sale de los pulmones es
bombeada a través de las arterias por el lado izquierdo del corazón. A medida que la
sangre oxigenada entra en contacto con las células en su curso, se mueve por vasos cada vez más pequeños hasta que finalmente se introduce por diminutos capilares, desde los cuales el oxígeno pasa de la sangre a las células circundantes mediante ósmosis.
El dióxido de carbono residual se transfiere también de estas células, volviendo la
sangre de rojo brillante a casi azul. Esta sangre azulada es transportada luego de vuelta
por las venas al lado derecho del corazón, regresando a los pulmones, donde otra vez se
expulsa el dióxido, penetra el oxígeno y continúa el ciclo.
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