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La respiración.
 
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La investigación ha demostrado que respirar es ciertamente una compleja actividad, que puede tener un efecto directo sobre muchas funciones corporales. Las características de nuestra respiración — es decir, si respiramos por la ventana izquierda o derecha de nuestra nariz— pueden muy bien determinar nuestra predisposición a enfermar, la resistencia de nuestro corazón y la densidad de nuestras depresiones.

La respiración, dicen ciertos investigadores, podría ser el eslabón perdido entre las funciones voluntarias e involuntarias del cerebro, no obstante estar gobernada por el sistema nervioso en la misma forma en que lo están los latidos del corazón, la circulación sanguínea y otras funciones autónomas. La respiración puede ser la única de dichas
funciones que el deseo conciente está en condiciones de modificar. Y aprendiendo a controlar nuestra respiración, podemos ser capaces de controlar otras funciones de importancia: ondas cerebrales, secreciones hormonales, metabolismo, etc.

Mediante la respiración transportamos oxígeno desde el aire hasta las células de nuestro cuerpo, donde es empleado para la combustión de carbohidratos, proteínas y grasas, liberando la energía que nos permite movernos. También es de lo que nos valemos para eliminar de nuestro cuerpo un subproducto del proceso de combustión, el dióxido de carbono.
No deberíamos empezar ningún comentario acerca de la respiración sin realizar una rápida incursión por nuestra nariz. Es la entrada más angosta del sistema respiratorio y ofrece la mayor resistencia a la circulación del aire. En efecto, es preciso un esfuerzo de
más del doble de intensidad para respirar aire a través de la nariz que por la boca.

Y puesto que respiramos a un promedio de 16 veces por minuto, ello significa un considerable esfuerzo. Pero bien vale la pena realizar este esfuerzo adicional, ya que la nariz desempeña treinta distintas e importantes funciones. Entre otras: filtra el aire para eliminar la suciedad, lo humedece, lo calienta y dirige su circulación, detecta los olores y segrega mucosidad.
La zona de entrada de la nariz, llamada vestíbulo, consiste en dos aletas formadas de cartílago flexible. Estas láminas están divididas por el tabique. Dentro de la nariz están los cornetes, unas salientes que crean una intrincada serie de canales por los que puede circular el aire, y donde éste adquiere humedad y calor; un aire frío y seco causaría
irritación en los pulmones.

Un hecho a tener en cuenta es que este control de temperatura y humedad explica las diferencias existentes en las formas nasales entre las diferentes razas. Los apéndices largos son una adaptación a los climas fríos y secos, ya que ofrecen mayor capacidad para calentamiento y humectación. Una nariz corta cumple bien su cometido en los trópicos, donde tales funciones no son necesarias a causa del clima.
El interior de la nariz está revestido por una membrana mucosa, donde crecen millones de diminutos pelos llamados "cilias". Estos pelos y la membrana pegajosa atrapan la suciedad antes de que llegue a los pulmones.

Debajo de la membrana mucosa hay una sustancia esponjosa llamada "tejido eréctil" que puede llenarse de sangre. Puede encontrarse la misma clase de tejido en los órganos sexuales y cuando se llena de sangre durante una excitación el tejido de la nariz hará lo
mismo en una especie de reacción simpática. El resultado es un fenómeno popularmente conocido como "nariz de luna de miel", caracterizado por los conductos nasales crónicamente obstruidos. Esta relación entre la nariz y los órganos sexuales ha sido observada por varios científicos, entre los cuales figura Sigmund Freud.
La investigación ha puesto en evidencia que los calambres de la menstruación guardan frecuentes relaciones con determinadas zonas del revestimiento del interior nasal; si se anestesian dichas zonas desaparecen los calambres. Vamos alternando las ventanas
derecha e izquierda de la nariz en el curso de una respiración normal. Un buen número de estudios han confirmado este "ciclo nasal", en el cual alternamos de lado cada período comprendido entre unas dos horas y media y cuatro horas. Cuanto mayor sea la persona
que respira, mayor será también la duración del ciclo. Aparentemente, en algunas personas pueden transcurrir hasta ocho horas entre cambio y cambio.

A medida que se abre más una ventana, sus glándulas mucosas incrementan la secreción. La ventana opuesta obstruye cada vez más, a medida que su tejido eréctil se vuelve más abultado a causa de la sangre y libera mucosidad dentro de la nariz. A medida que progresa el ciclo, la ventana abierta se llena de mucosidad y su compañera empieza a abrirse a medida que va menguando su tejido hinchado.
Fácilmente podemos comprobar nosotros mismos esta alternancia de las fosas nasales, respirando con la nariz sobre un espejo y viendo la diferencia de tamaño de ambas superficies empañadas. O bien si aspiramos por una ventana nasal mientras mantenemos
cerrada la otra con un dedo podremos oír cierta diferencia de tono. El lado obstruido presenta el tono más alto.

El doctor I. N. Riga, otorrinolaringólogo de Bucarest (Rumania) encontró que los casi cuatrocientos pacientes que padecían de obstrucciones nasales a causa de las desviaciones del tabique, los que respiraban mayormente por la ventana izquierda, también sufrían muchas más enfermedades relacionadas con la fatiga nerviosa o el estrés
(un 71 % de quienes respiraban por la ventana izquierda frente a quienes lo hacían por la derecha). Cuando se corrigió la deformación nasal mediante cirugía, disminuyeron dichos problemas.
Un especialista norteamericano del corazón ha prescrito respiraciones profundas a través de ventanas alternadas a sus pacientes con anginas de pecho (un síntoma de enfermedad cardíaca caracterizada por agudos dolores en el pecho), habiéndose observado una notable mejoría.
Los yoguis han afirmado desde siempre que una respiración apropiada es la clave del bienestar mental y físico, y durante miles de años han estado prestando especial atención al método de ventanas alternadas. Antiguos textos yóguicos proclaman que la respiración por diferentes lados de la nariz afecta nuestro comportamiento.

Al contrario que Riga, ellos creen que la ventana derecha debe ser usada en empresas activas o agresivas, dejando la izquierda para tareas más tranquilas y pasivas. Esto ofrece un sorprendente parecido con las corrientes teóricas acerca de las funciones del cerebro izquierdo y derecho.

Un reciente estudio llevado a cabo por Raymond Klein y Rosseanne Armitage, del departamento de psicología de la Dalhouse University, en Nueva Escocia, dio como resultado que la realización de tareas que exigen actividad del cerebro izquierdo se producen por ciclos. En un período de 90 a 100 minutos los sujetos se desenvolvieron bien con asuntos relacionados con el cerebro derecho, cambiando luego a los relacionados con el izquierdo para desenvolverse igualmente bien.
Esto concuerda con las corrientes hipótesis de que todo nuestro sistema funciona en ciclos alternados activos y pasivos. Dicho de otro modo la forma en que respiramos por nuestra nariz podría estar directamente relacionada con la forma en que funciona nuestro cerebro. ¿Están los yoguis en lo cierto?. Si modificamos nuestras características de
respiración cotidiana, podremos cambiar también la forma en que actúan nuestros cerebros y, a su vez, todo nuestro equilibrio fisiológico y psicológico.
Unos científicos del Himalaya Institute, un centro de investigación yóguico en Pennsylvannia, indagan en este sentido. Han llevado a cabo varios estudios que indicarían que un buen número de factores afectan el equilibrio nasal.

El primero es la postura. Cuando se descansa sobre un lado, estando echado, la ventana nasal inferior se congestiona mientras que la superior se abre. Otro factor es la presión. Presione sobre la axila de un lado, y se abrirá la ventana del otro.

 
 
 
 
 



   
 
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