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Dieta de la Longevidad

Los asesinos blancos
 
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Estamos diseñados para vivir unos 120 años, la muerte precoz tiene mucho que ver con lo que comemos, especialmente alimentos blancos.

Existen dos asesinos blancos: la sal y el azúcar.

La sal al ingerirla tal como se realiza en exceso, está correlacionada con algunos trastornos de salud bien definidos como: hipertensión arterial, accidentes cerebrales (trombosis), alteraciones del metabolismo del agua y del potasio, mayor susceptibilidad de los riñones a enfermedades degenerativas, reducción de la capacidad perceptiva de las papilas gustativas y una serie de trastornos que van desde la disminución de la resistencia física hasta la aceleración del envejecimiento de la piel y adicción a su sabor.
Una alimentación sana, con suficientes hortalizas no requiere de agregar sal para obtener el sodio que el cuerpo necesita, pero si vamos a usar la sal hagámoslo con moderación: evitemos los alimentos industrializados que están sobrecargados de sal y usemos menos en la preparación de los alimentos.
El azúcar se correlaciona con la obesidad, caries dental, diabetes, hipoglicemia, depresión, carencias vitamínicas y según estudios más recientes, osteosporosis y alteraciones del metabolismo del fósforo.
Se debe sustituir el azúcar blanco por el azúcar moscabada (morena), papelón, o por miel de abejas y no abusar de estos.
Pero estos no son los únicos asesinos blancos, mucho se ha hablado del poder que tienen las harinas blancas de producir enfermedades donde se les correlaciona con: cáncer en el colon, cálculos en la vesícula, apendicitis, obesidad, estreñimiento, aumento de hemorroides, várices, etc;  debido a la carencia de fibras.
La recomendación es consumir las harinas no blancas, sino integrales; en vez del pan blanco, él integral, en lugar de papas peladas, consumirlas con su concha o cáscara, en vez del arroz blanco él integral, etc.
La industria de los alimentos colorea sus productos, para que pierdan el color blanco que puede originar en los consumidores la sensación de que no son nutritivos, por ejemplo, el Corn Flakes que entre otros aditivos, tiene amarillo 5, conocido generador de alergias y productor de los peligrosos radicales libres, además de tener bajo valor nutritivo, producto de la refinación, es hecho con maíz transgénico y está excento de fibra.
Continuando con la lista de los Asesinos Blancos, tenemos las grasas insaturadas. En general las grasas de origen animal son blancas o blanquecinas y también algunas saturadas de origen vegetal como las mantecas; no nos dejemos engañar por los colorantes que se agregan a la margarina y mantequilla, que hace a estos productos más  nocivos aún.
Los aceites vegetales suelen tener la ventaja de ser poli-insaturados en su mayor parte, esto ha hecho que permanezcan fuera de la vigilancia del público y médicos en general, cuando lo cierto es que la industria al transformarlos de la forma natural “CIS” en “TRANS”, los convierte en bloqueantes enzimáticos y aumentan los niveles sanguíneos del LDL (colesterol malo)
Estos aceites son incoloros al salir de la industria y para hacerlos aceptables al público los disfrazan, es decir, los colorean, lo que hace aumentar su potencial de producir daños biológicos.
El elevado consumo de estas grasas, se correlacionan con la obesidad, enfermedad cardiovascular, cáncer, ateroesclerosis, litiasis (cálculos) vesicular, disminución de la competencia del sistema inmunológico.
Las buenas grasas se obtienen en primer lugar de los vegetales en su estado natural, por ejemplo, las hojas verdes portadoras del importantísimo ácido graso linoléico, escaso en el resto de los alimentos; otra fuente de buenas grasas son las semillas oleaginosas, como las almendras, el girasol, las nueces, el ajonjolí, merey, nueces del Brasil, pistachos, etc.
El aceite de oliva es un excelente ejemplo de grasas buenas, mejor si es extravírgen.
También los cereales integrales contienen en su germen, aceites de elevado valor biológico.
De los aceites comerciales sólo los vírgenes, es decir, prensados en frío, logran conservar sus formas químicas originales (CIS), los antioxidantes naturales como la vitamina E y no son blancos.
Existen otros asesinos blancos menos conocidos, pero no por ello menos peligrosos, en primer lugar están los lácteos.
Si bien es cierto que el hombre es biológicamente un mamífero, también es verdad que cada especie está diseñada para consumir su propia leche sólo hasta que salgan los dientes.
El ser humano es el único ser biológico que sigue ingiriendo constantemente leche cuando adulto, con una serie de consecuencias bien disimuladas por la publicidad y la ignorancia en materia alimentaria.
El contenido de grasa saturada de la leche, queso, mantequilla y natilla es muy elevado, ello determina un incremento de las enfermedades cardiovasculares, también aumenta la incidencia de cáncer de colon, mama, ovario, útero y próstata.
Lo más importante es que las proteínas de la leche y sus derivados, son de difícil digestión; a los 7 años se deja de producir en el estómago la renina, enzima que digeriría bien las proteínas de la leche humana. Vemos que estos productos no se degradan completamente hasta aminoácidos, como debería ser, sino que se absorben en forma de polipéptidos sencillos, por lo que son capaces de generar reacciones  del sistema inmunológico, ello estaría correlacionado con las alergias, sinusitis, asma y artritis reumatoidea. Además estimula la producción de un moco espeso que produce éxtasis local y alta susceptibilidad a infecciones locales como sinusitis, bronquitis o asma.
Se ha correlacionado la presencia de antígenos en la leche (polipéptidos y otros), con la artritis reumatoidea y osteoartritis.
U n estudio publicado recientemente, vinculó el consumo de mantequilla y leche de vaca con un aumento de cáncer pulmonar y una íntima correlación entre el cáncer ovárico y la dificultad que tienen muchas mujeres de metabolizar la galactosa (grasa de la leche).
Un factor clave en la génesis de la diabetes juvenil (tipo I), es la ingesta de lácteos.
La leche de vaca puede originar cólicos en los niños amamantados con leche materna, infecciones del oído (otitis). Desde hace bastante tiempo, se sabe que la ingesta de leche de vaca, puede producir pérdida de hierro y anemia en los más pequeños; por pérdidas sanguíneas vía intestinal, además de bloquear la absorción del hierro.
Algunos estudios también se han realizado con respecto a los efectos de los pesticidas que se concentran en la leche, pero también los hay en la leche materna.
Un uso moderado de antibióticos en el ganado, puede generar el desarrollo de bacterias resistentes a los mismos, estas bacterias tienen la capacidad de transmitir su resistencia a las que se encuentran en los seres humanos y pueden venir en la leche.
Otro factor recientemente controvertido en los países desarrollados, es el agregar vitamina D, por su potencial toxicidad sobre todo en niños pequeños se han encontrado signos de toxicidad, ya que las industrias lecheras no regulan cuidadosamente tal agregado.
La reciente moda de incrementar la producción lechera a base del uso de hormona de crecimiento, es de un riesgo desconocido, pues se desconocen los efectos a largo plazo; por ahora se ha reportado que en las vacas aumenta la frecuencia de mastitis, lo que obliga al uso de antibióticos en las mismas, con los siguientes efectos negativos sobre los consumidores de leche.
El agregarle estrógenos a la vaca (estradiol) para mantenerla lactando podría incrementar el cáncer de mama, ovario y útero.
El hacer un análisis acerca del uso de la leche, se debe al gigantesco mito que se ha ido estructurando alrededor de los lácteos en el siglo XX e inicios de este siglo XXI, pero que carece de sustentación más allá de la propaganda, la manipulación y los intereses de los productores de leche y sus derivados.
No hay suficientes evidencias científicas para decir que la leche de vaca previene la osteosporosis, lo que es más, los países que más consumen leche son los que tienen más índices de osteosporosis en el mundo.
Otro alimento blanco poco frecuente colocado en el banquillo de los acusados, es la clara de huevo, la cual es responsable al menos de numerosas alergias tanto por la dificultad de digerir completamente sus proteínas, como por su contenido de aveína, toxina a través de la cual las aves protegen sus huevos.
Además la clara del huevo sobrecarga el hígado, especialmente cuando se consume frito.
La próxima vez que vea un plato blanco, como por ejemplo: arroz refinado con abundante sal, un huevo frito con queso amarillo (coloreado), pan blanco y de postre un quesillo; entienda que es cierto, en este caso, que el ser humano puede cavar la tumba con sus propios dientes. No se trata de no usar ciertos alimentos, sino de usarlos correctamente, por ejemplo: cereales integrales, poca sal, melaza,  panela o miel, o minimizar su uso, como el caso de los aditivos de los alimentos, las grasas, los lácteos y el huevo.
Es fundamental incluir en la dieta, frutas de variados colores como: lechoza, patilla, mango, fresas, naranjas, nísperos, etc.
Los vegetales y hortalizas son otro grupo de alimentos estrella para el ser humano; entre ellos se destacan: las espinacas, lechuga, zanahoria, remolacha apio, acelga, pimentón, etc.
Ellos deben estar presentes en una alimentación sana, en diversas formas: crudos, en jugos en ensaladas, cocidos, en sopas, al vapor o en guisos.
Las semillas oleaginosas como el ajonjolí, merey, nueces, almendras, maní, pistachos, etc., también son alimentos de gran importancia para vivir en salud.


Al minimizar o eliminar el consumo de blancos, evitará cavar su tumba con los dientes. 

 

 
 
 
 
   
 
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