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Edward Bach y su obra

Edward Bach el hombre (segunda parte)
 
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Era el año 1914 cuando en la 1ª Guerra Mundial estaba a cargo de más de trescientas camas de soldados, investigaba en el departamento bacteriológico y además daba clases en la escuela bacteriológica.

Trabajaba sin descanso cuando en 1917 tuvo una seria hemorragia con muy mal pronóstico y tuvo que ser operado.

La recuperación fue indescriptiblemente dolorosa y le pronosticaron tres meses de vida.

Como quiera que fuese, Bach decidió aprovechar el tiempo que le quedaba para no dejar su obra inacabada y se volcó en sus experimentos, perdiendo la noción del tiempo.

Pasados los tres meses, Bach gozaba de mejor salud que la que había tenido en los últimos años.

Su maravillosa recuperación le llevó a reflexionar sobre su retorno a la vida, y llegó a la conclusión de que un interés absorbente, un gran amor y un propósito definido en la vida constituye el factor decisivo de la felicidad del hombre sobre la tierra.

(Esto se enfatiza en su obra posterior, pues los remedios florales que descubrió tienen el poder de revitalizar de tal modo la mente y el cuerpo que se recupera el deseo de vivir y de realizar la propia tarea en la vida, siendo este deseo el que retorna la salud).

Al recuperar la salud, pudo continuar sus investigaciones con una actividad creciente y su trabajo relacionado con la toxemia intestinal se registró en los PROCEEDINGS OF THE ROYAL SOCIETY OF MEDICINE del año 1920 y su reputación como bacteriólogo atraía cada vez más pacientes.

Bach se sentía feliz de haber eliminado en gran medida la necesidad de drogas y medicinas dando consuelo y esperanza a los enfermos, pero su método todavía presentaba limitaciones, la inoculación mediante inyección de las vacunas, le indicaban que aún le quedaba mucho camino por recorrer porque consideraba que las prácticas intrusivas son contranatura.

Como que el Hospital en el que trabajaba decidió que el personal debía dedicarle la jornada completa, Bach decidió dejarlo para poder continuar sus investigaciones en un pequeño laboratorio costeado por el mismo.

Luego le surgió la oportunidad de trabajar en el London Homeopatic Hospital, y eso le cambio la vida. Allí llegó a sus manos el Organon de Hahnemann. Constató que aquello que él creía haber descubierto ya se conocía un siglo antes. Existía un hombre que había descubierto estos hechos sin la necesidad de los dispositivos científicos modernos.

Tratar las características, el aspecto temperamental del paciente, las mentalidades, se convirtió en la base sobre la que fundamentaría sus próximas investigaciones.

Después de leer el Organon, Bach sintió que si podía combinar sus descubrimientos con los de Hahnemann, podría mejorar ambos y esto le llevó a la creación de los SIETE NOSODES que reemplazarían la jeringa hipodérmica que siempre le había disgustado por las vacunas de vía oral.

 

 
 
 
   
 
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