Era el año
1914 cuando en la 1ª Guerra Mundial estaba
a cargo de más de trescientas camas de
soldados, investigaba en el departamento bacteriológico
y además daba clases en la escuela bacteriológica.
Trabajaba sin descanso
cuando en 1917 tuvo una seria hemorragia con
muy mal pronóstico y tuvo que ser operado.
La recuperación
fue indescriptiblemente dolorosa y le pronosticaron
tres meses de vida.
Como quiera que
fuese, Bach decidió aprovechar el tiempo
que le quedaba para no dejar su obra inacabada
y se volcó en sus experimentos, perdiendo
la noción del tiempo.
Pasados los tres
meses, Bach gozaba de mejor salud que la que
había tenido en los últimos años.
Su maravillosa recuperación
le llevó a reflexionar sobre su retorno
a la vida, y llegó a la conclusión
de que un interés absorbente, un gran
amor y un propósito definido en la vida
constituye el factor decisivo de la felicidad
del hombre sobre la tierra.
(Esto se enfatiza
en su obra posterior, pues los remedios florales
que descubrió tienen el poder de revitalizar
de tal modo la mente y el cuerpo que se recupera
el deseo de vivir y de realizar la propia tarea
en la vida, siendo este deseo el que retorna
la salud).
Al recuperar la
salud, pudo continuar sus investigaciones con
una actividad creciente y su trabajo relacionado
con la toxemia intestinal se registró
en los PROCEEDINGS OF THE ROYAL SOCIETY OF MEDICINE
del año 1920 y su reputación como
bacteriólogo atraía cada vez más
pacientes.
Bach se sentía
feliz de haber eliminado en gran medida la necesidad
de drogas y medicinas dando consuelo y esperanza
a los enfermos, pero su método todavía
presentaba limitaciones, la inoculación
mediante inyección de las vacunas, le
indicaban que aún le quedaba mucho camino
por recorrer porque consideraba que las prácticas
intrusivas son contranatura.
Como que el Hospital
en el que trabajaba decidió que el personal
debía dedicarle la jornada completa,
Bach decidió dejarlo para poder continuar
sus investigaciones en un pequeño laboratorio
costeado por el mismo.
Luego le surgió
la oportunidad de trabajar en el London Homeopatic
Hospital, y eso le cambio la vida. Allí
llegó a sus manos el Organon de Hahnemann.
Constató que aquello que él creía
haber descubierto ya se conocía un siglo
antes. Existía un hombre que había
descubierto estos hechos sin la necesidad de
los dispositivos científicos modernos.
Tratar las características,
el aspecto temperamental del paciente, las mentalidades,
se convirtió en la base sobre la que
fundamentaría sus próximas investigaciones.
Después de
leer el Organon, Bach sintió que si podía
combinar sus descubrimientos con los de Hahnemann,
podría mejorar ambos y esto le llevó
a la creación de los SIETE NOSODES que
reemplazarían la jeringa hipodérmica
que siempre le había disgustado por las
vacunas de vía oral.
|