Cada vez que tu hija de siete años va a la casa de un amigo, no puedes evitar contener la respiración. ¿Recordará ella que no debe abrir el refrigerador y servirse como si estuviera en casa? ¿Y si hace un desastre colosal? Y por favor, que no vaya a eructar frente a esa familia tan refinada.
Enviar a nuestros hijos al mundo, como embajadores de nuestra familia a las casas de otras personas, puede ser una decisión difícil. Si ellos son educados harán que nosotros, sus padres, ganemos una buena imagen. Pero si golpean al anfitrión y aterrorizan al gato...
Hacer que tus hijos no se comporten como cavernícolas en público tiene mucho que ver con el respeto. No se trata de enseñarles a ser extremadamente educados, a sentarse a la mesa sin cruzar los brazos, o preguntar a la dueña de casa por su estado de salud. En cambio, se trata de hacer que nuestros hijos traten a otras personas y otras cosas con respeto, de modo que las madres de sus amigos quieran volver a invitarlos.
Los niños que se comportan bien en las casas de sus amigos tienen mejores probabilidades de comportarse bien con sus maestros y, eventualmente, con otros adultos. La verdad detrás de todo esto: las personas con buenas aptitudes sociales suelen llegar más lejos en la vida. Es la realidad. Las lecciones son simples.
De cinco a seis años: respeto
En esta etapa, posiblemente tu chico asista a tardes de juegos y fiestas sin ti (¡gracias a Dios!!). Y son generalmente los padres, y no los chicos, los que eligen volver a invitar a un niño, así que busca que tu hijo aprenda a complacer a otros padres. Las claves:
- “El Seños X y la Señora Y están a cargo”.
No des por sentado que tu hijo lo sabe. Podrías decir, incluso frente al otro padre: “recuerda que la mamá de Carlitos manda y tienes que obedecerle. Estoy seguro que ella te dirá si en su familia hay algunas reglas especiales”.
No importa cuán relajados o permisivos puedan parecer los otros padres, seamos realistas: un grupo de chicos de seis años corriendo y gritando por todo el departamento es intolerable. Además, ¿realmente quieres tener que pagar por el plasma de la otra familia por que tu hijo lo ha destrozado?
La forma más sencilla de enseñar a tus hijos sobre el comportamiento que deben tener puertas adentro (sin morir en el intento) es mantener las mismas reglas que en tu propia casa. “Camina y usa tu propia voz interior”. Si este no es tu estilo o si tu hijo es hiperactivo, permítele gastar algunas energías en el parque la noche anterior de la fiesta o cita de juegos.
- “Éste es el momento de compartir”.
Suena básico, pero los chicos gustan de esos amigos que esperan su turno para elegir a qué jugar y que respetan los juegos que gustan a los demás. Si hoy no hay fútbol, no tiene que ser un drama. Puedes hacer que tu hijo aprenda a compartir jugando juegos de mesa en los que tengan que tomar turnos, o dejando que los hermanos “comercien” entre sí decidiendo qué película verá toda la familia. Cuando tu hijo vaya a una fiesta, sugiérele que lleve algún juego o juguete que desee compartir con sus amigos.
- “Recoge tres cosas antes de irte”.
Cuando le digas a tu hijo que limpie y ordene una vez terminada la fiesta, la madre del anfitrión seguramente dirá que “no es necesario”. Sin embargo, todos sabemos el desastre que queda al final de una cita de juegos, y todos sabemos que ese “no es necesario” no es más que una forma de ser educado y cortés. En realidad, claro que será de ayuda que los chicos ordenen sus juguetes y acomoden lo que desacomodaron. En consecuencia, alienta a tu hijo a recoger algunos juguetes antes de partir. Sin dudas, los anfitriones lo agradecerán.
- “Di las palabras mágicas”.
Nunca subestimes el valor de las palabras “por favor” y “gracias”. Éstas hacen que los pedidos de los niños resulten más agradables. ¿Acaso no es maravilloso escuchar a un niño agradecer o pedir por favor? ¿No es una señal de educación?
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