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- Busquemos un lugar tranquilo, donde podamos estar en soledad y donde, durante 15 o 20 minutos, no vayamos a ser interrumpidos.
- Adoptemos una posición cómoda. Podemos estar sentados o recostados, siempre y cuando no nos venza la fatiga o el sueño.
- Recordemos que si vamos a permanecer quietos, es probable que el tono corporal baje, por lo tanto, podemos llegar a sentir frío. En este caso, conviene elegir un ambiente con calefacción o tener una manta a mano.
- Una vez en posición, comencemos a fijar la atención en la respiración. No es necesario respirar de ninguna manera especial. Basta con seguir nuestra respiración natural, tal como sucede en ese momento.
- Observamos entonces nuestro cuerpo, lo recorremos con la conciencia de la cabeza a los pies. Si encontramos músculos o zonas tensas las aflojamos
- Notaremos los pensamientos que vienen y van, y las emociones que van tras ellos. No los juzgamos.
- Tampoco impedimos que sucedan
- Simplemente observamos como aparecen, pasan y se disuelven. Como nubes, se forman, se desplazan, se disipan.
- Mientras tanto seguimos prestando atención a la respiración. Ésta siempre esta allí como un ancla.
- Si notamos que nos vamos detrás de nuestros pensamientos, volvemos a la respiración. Una y otra vez, todas las veces que sea necesario.
- Al principio, pasaremos largos minutos corriendo tras los pensamientos y emociones, poco a poco la práctica, nos resultará cada vez más sencillo simplemente observarlos pasar y volver a la respiración.
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