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Una persona decide continuar o comenzar un negocio porque lo hereda de la familia, porque no quiere tener jefe, o quiere enriquecerse más. También es admisible que una persona lo haga porque desea simplemente estar mejor. Sin embargo, lanzar un emprendimiento propio significa una responsabilidad mayor que ser un simple empleado, a la vez que presupone un gran riesgo.
Según el Feng Shui, la vida misma es un negocio o una empresa de la que no podemos, o no debemos, evadimos. Aunque no queramos la responsabilidad, y aunque trasla¬demos nuestras frustraciones y nuestros deseos a dioses, santos o antepasados, estamos obligados a ser intendentes y líderes de nuestra propia persona, ya que hay cosas que nadie más puede hacer por nosotros.
Nadie puede convivir con nuestra familia por noso¬tros, ni nadie puede quedarse con nuestro dolor de mue¬las, por eso, de una u otra manera, tenemos que hacer¬nos cargo del negociado de nuestra existencia, y como nadie puede vivir por nosotros, no nos queda más reme¬dio que atender personalmente a la clientela.
Por supuesto, de este trabajo dependerá el ascenso de las personas en la escala social. Y serán pocos los que lleguen a ser empresarios. Así que hay que afrontar el hecho de que sólo unos cuantos están realmente dispues¬tos a tomar las riendas de su vida, a liderar un movimien¬to o a representar a una comunidad.
Atreverse a escalar la pirámide o pagoda
A todos nos gusta el lujo y las comodidades, pero son muy pocos los que están realmente decididos a trabajar para conseguirlo. Por eso, la economía es una especie de pirámide, o pagoda como dice el Feng Shui, donde una gran base sostiene a diversas estructuras que se van angostando a medida que se va llegando a lo más alto. Estas estructuras, de abajo hacia arriba, son: Li, Kun, Xun, Chen, Dui, Gen, Quian, y Kan.
Pero, quién se atreve a subir a la punta de la pirámide o quién se pone manos a la obra y escala la pagoda: muy pocos, casi nadie, ya que la mayoría lo único que pretende es no estar mal del todo, o estar más o menos bien, y no son pocos los que sólo desean un discreto empleo fijo que les dure hasta la jubilación, para poder malvivir mientras se sueña con tener un golpe de suerte que nunca viene.
Armonía: la verdadera riqueza
El concepto que tenemos de la riqueza es tan pobre, que a la mayoría de nosotros nos da miedo la riqueza. Si en nuestro interior creyéramos que la riqueza es una riqueza
verdadera, todos aspiraríamos a ella con decisión y fuerza. Todos queremos ser ricos, pero muy pocos podrían afron¬tar la bonanza extrema con entereza.
De hecho, es falso que lo millonarios vivan despreocupados, sino todo lo contrario. Incluso, hay un caso de renombre de uno que ha dilapidado toda su for¬tuna sólo para no tener que estar pensando en el dicho¬so dinero, como si tiene más o si tiene menos, si suben o bajan los tipos de interés, si pierde poder adquisitivo, si sus amigos o familiares le tienen envidia, si alguien le quie¬re robar, engañar o estafar, si las mujeres lo quieren sólo por su dinero, si alguna persona le está haciendo magia negra o mal de ojo, si sus empleados lo odian, si los más ricos que él lo desprecian, y, en fin, todas esas cosas que van aparejadas con el tener más que los demás. Por supuesto, también hay gente pobre y feliz, o gente pobre e infeliz, de la misma manera que existen ricos que son perfectamente felices, porque la felicidad y la despreocupación no dependen en absoluto ni de la riqueza ni de la pobreza, sino de cada persona y de cada individuo, de la armonía en que viva consigo mismo, con su familia, con los demás, con su pueblo y con el univer¬so entero.
Quien vive en armonía ya puede ser rico o pobre, tener negocio o no tenerlo, porque la armonía que nace de den¬tro es inquebrantable y no hay sombra que pueda hacerle mella.
Por tanto, no hay que tenerle miedo ni a la riqueza ni a la pobreza, sino a la propia falta de armonía y cohe¬rencia con la vida y la existencia.
Evitar el conflicto
Según el Feng Shui, la riqueza es un concepto algo más amplio que tener dinero o no tenerlo. La rique¬za, para el Feng Shui, es poder hacer bien lo que se desea sin entrar en conflicto con nada ni con nadie. Por supuesto, el Feng Shui también nos dice que la riqueza material debe ir acompañada de riqueza anímica, mental y espiritual, porque si no se convierte en un bur¬do remedo del poder que inevitablemente nos llevará al caos, la indignidad, el abuso, el conflicto y el ridículo.
Todo tirano es débil ante el halago, y se convierte fácil¬mente en un saco de oprobio para sí mismo y para los demás. Por ello, tanto Platón como Confucio, quinientos años antes de Cristo, ya señalaban la necesidad de que los poderosos y los gobernantes, para no caer en ridículas y trágicas tiranías, tenían que ser los seres más íntegros y armónicos del planeta.
Tener dinero es tener poder, y tener poder ayuda mucho a que una persona se enriquezca, y como el poder es el peor de los vicios y de las tentaciones, lo mejor es ejercerlo des¬de una posición elevada, congruente, humanitaria y armó¬nica.
Cualquier estudiante de ciencias económicas o empresariales sabe que el comercio nace justo en el momento en que el hombre produce los primeros excedentes, es decir, desde el momento en que alguien tiene más de lo que necesita y no sabe qué hacer con dicho excedente. Si lo que tenemos de sobra es inteligencia, podemos seguir estudiando y aprendiendo, pero si no enseñamos a los demás lo que sabemos, vendiéndoles nuestro excedente de sabiduría a cambio de otras cosas que no tenemos, ter¬minaremos apartados e incomprendidos, sin nadie con quién poder compartir nuestros conocimientos.
Si nos sobra alma, tenemos que derramar nuestro áni¬mo y nuestra bondad sobre los demás, para que se empa¬pen y se contagien de ella, devolviendo bien por mal, por¬que si no lo hacemos nos amargaremos y ahogaremos en nuestra propia bondad.
Y si lo que nos sobra es espíritu, también tendremos que cambiarlo por algo que nos haga tener los pies bien puestos en el suelo. De otra manera caeríamos en el fanatismo, en la desconexión con la realidad y en el propio caos y desconcierto.
Cuando el dinero sobra, obviamente, también debe moverse, fluir, intercambiarse, servir para algo más que la acumulación, porque si no se derrama sobre los demás en sus excedentes, se convierte de inmediato en fruto de la discordia, en disputa, en revolución, en obstrucción, y, finalmente, en papel mojado y metal herrumbroso que no sirve para nada.
El juego de la vida
Los chinos inventaron este juego aparentemente absur¬do, y en él nos encontramos inmersos, tan inmersos que intentamos tener más y más, acumular más y más, cuando el dinero del mundo es perfectamente finito y nadie puede tener más de lo que hay, y eso es lo que crea tan¬to conflicto a su alrededor, porque es un juego que nació engañoso, absurdo y conflictivo, y nosotros, para evitar el conflicto, lo único que tenemos que hacer es tomar conciencia, entender y saber que es sólo un juego, nada más, en el que hay que mantenerse activo porque, de momento, no tenemos más remedio que jugarlo si que¬remos disfrutar de los gozos y las ilusiones del mundo en que vivimos.
No es ningún secreto revelado que al ser humano le gus¬ta disfrutar, aunque, paradójicamente, ese disfrute a menu¬do esté lleno de ansiedades y sufrimientos. Todos quere¬mos más, porque nuestro estómago y nuestra hambre de sensaciones son ingratos, y a las tres horas de haber dis¬frutado algo, volvemos a sentir la necesidad de volver a gozarlo.
Tampoco es ningún secreto que siempre estamos bus¬cando la seguridad o el amparo de algo o de alguien, es decir, que tenemos la necesidad atávica de alguien que nos quiera y de algo que nos proteja, de lugares comunes cono¬cidos donde nos sintamos a gusto y cómodos, sin peli¬gros excesivos que nos amenacen.
Todos queremos mejorar y progresar, disfrutar más y tener cosas mejores, pero no todos están dispuestos a trabajar o a arriesgar demasiado para conseguirlo.
Todos estos factores, y algunos más, hacen que unos se dediquen a trabajar y otros a holgazanear; unos a poner negocios, y otros a convertirse en clientes; unos a ser líderes y otros a ser gregarios obedientes. Pero la inmensa mayoría está dispuesta a jugar, y en la mayoría de los corazones está instalada la ilusión de ser más y de tener más, y para ello estamos dispuestos a recurrir a toda clase de soluciones, especialmente si dichas soluciones nos allanan el camino y nos ponen las cosas más fáciles para conseguir nuestro objetivo. El Feng Shui, como fuente de sentido común, nos ofrece en bandeja algunas de ellas.
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