Es fundamental saber que el modo en que pensamos afecta a las áreas importantes de nuestro funcionamiento como son: el área afectiva familiar, el área laboral y el área social.
Son nuestros pensamientos los que crean nuestros estados de ánimo. Creamos los sentimientos mediante el constante diálogo que entablamos con nosotros mismos.
Cuando uno siente malestar emocional es porque los pensamientos están dominados por una negatividad que todo lo invade. Nos percibimos de un modo pesimista a nosotros mismos, a nuestras circunstancias y al resto del mundo que nos rodea, llegando a creer que las cosas son tan malas realmente como uno las cree o imagina.
Nuestra forma de pensar es tan automática que nos resulta natural como levantar un tenedor o una cuchara y así es como no paramos a observar nuestros pensamientos, y mucho menos a cuestionar lo que estamos pensando. Los pensamientos llegan a nuestra mente sin que hagamos el menor esfuerzo de colocarlos allí. Así creemos fielmente en lo que nos estamos diciendo a cada instante.
Los pensamientos tienen las características de ser: automáticos (surgen sin nuestra voluntad), espontáneos, concisos, específicos y creídos fielmente por nosotros. Cuando estos son negativos provocan en nosotros un estado anímico que puede llegar a tornarse casi insoportable.

Podemos notar esto cuando nos sentimos muy bajoneados, con tristeza, con culpa, bronca, enojo, etc. Y suele ocurrir que si no frenamos esto podemos llegar a sentir que nada vale la pena y que incluso nos está invadiendo poco a poco la llamada depresión.