Existen algunos médicos (y otros que ni siquiera lo son) que se auto titulan homeópatas sin serlo, pues tdrabajan en patologías específicas (especialmente para reducir la obesidad) y prescriben medicamentos alopáticos (diazepán, diuréticos, anfetaminas, precursores de anfetaminas, hormonas tiróideas, etc.) con denominaciones encubiertas, parecidos o diferentes (sinonimia) en comprimidos, con los que realizan un tratamiento convencional de medicina ortodoxa “disfrazada”.
Es realidad, estos profesionales son meros “magistralistas”, es decir, confeccionan recetas magistrales (remedios compuestos, al estilo del Siglo IXX) y, en muchos casos, producen alteraciones serias en sus pacientes, como por ejemplo, las “típicas pastillas para bajar de peso” que provocan lesiones en las glándulas tiróideas, en el sistema de conducción cardíaco y en la ideación del sistema límbico, con lo cual la persona quedará hipertiróidea, con arritmia cardiaca y, probablemente, neurótica o psicótica.
Estos resultados se producen por haberse alterado el orden natural del organismo.
Este accionar provoca -además de un inmerecido desprestigio de la especialidad- que ciertas farmacias poco responsables y poco o nada especializadas, soslayen los recaudos mínimos necesarios a la hora de preparar las recetas y, además, que ciertos pacientes la descrean o, lo que es peor, se auto mediquen.
Pues esto no debería ser así.
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