El identificar y aceptar que se está siendo víctima de algún tipo de abuso es el primer paso para resolver la situación. Las cicatrices emocionales son igual de profundas que las físicas. Día a día las estadísticas sociales y criminales muestran sus resultados devastadores, aunque muchos casos de abusos no aparecen en las estadísticas y aparentan ser inofensivos.

Esto último genera pensamientos ambiguos como por ejemplo:
“siento que algo anda mal (...) pero todos dicen que soy yo el que obro mal y debo cambiar...”. Ante dicha dicotomía lo mejor es buscar ayuda profesional. Hablar con un tercero para poder ver la situación de un modo más objetivo y claro.

Aunque existen diferentes formas de abuso encontramos elementos comunes. Como por ejemplo la tendencia a culpar a la víctima del abuso, y casi siempre a la mujer. Quien no ha oído la frase “ocurrió porque tú te lo buscaste”, “tú lo provocaste”, “y también, si no tienes carácter...”.
Después de la identificación y aceptación le sigue reconocer el daño, los efectos que éste ha causado y sobre todo el valorar lo que se ha hecho para salir del círculo vicioso. Para muchos es difícil aceptar el abuso y delatar o confrontar al abusador, debido a que éste puede representar una imagen intocable socialmente (padre, madre, hermanos, profesores, etc.)

Recuerda que no significa que hayas hecho algo malo, seas una mala persona o alguien indecente. El abuso no tiene edad, color, estatura, sexo ni jerarquía. Es necesario que le pongas límite a la situación. Nadie merece ser abusado y todos merecemos ser tratados con respeto en la vida.