La interrogación pone en movimiento procesos psicológicos complejos que tienen una incidencia a veces muy grande en la información obtenida.
La primera etapa es la de interpretación. La persona interrogada intenta dar un significado a esa información que le es comunicada.
Una pregunta está constituida por códigos –palabras o entonaciones- que deben descifrarse. Cuando los códigos corresponden a significados compartidos por la persona que pregunta y la que responde, la pregunta es interpretada correctamente.
La interpretación en general es contextual.
Una vez que la persona interrogada haya interpretado la pregunta que se le ha hecho, procede a una investigación mental basada en esa interpretación.
Según la naturaleza de los elementos de respuesta requeridos, la investigación será mas o menos detallada. Por ejemplo, la pregunta “¿qué edad tiene?” no requiere una larga reflexión. En cambio, la pregunta “¿Le choca la publicidad de Bennetton?” necesitará un mayor esfuerzo mental.
Es útil distinguir entre tres tipos de informaciones: los hechos, las opiniones y los sentimientos, porque permite entender mejor los mecanismos mentales que subtienden la producción de una respuesta.
La respuesta interior debe ser transformada con el fin de que la persona que hizo la pregunta la entienda.
A veces la persona interrogada es libre de presentar la respuesta en la forma que le parece más apropiada. En otras situaciones, la persona debe adaptarse al formato de respuesta que se le propone.
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