Cuando usted necesita decir algo a una audiencia, lo más importante además de lo que usted comunica es el “cómo” lo comunica.
¿Nunca le ha pasado de estar explicando algo y al término de su exposición notar que el auditorio al cuál usted le hablaba ni siquiera parecía estar afectado por lo que acababa de decir?
Quizás lo haya relacionado con que lo dicho era algo que nadie quería escuchar; pero en realidad es muy probable que usted solamente se haya dedicado a “leer” lo expuesto, sin darle importancia a otros aspectos esenciales que debió poner en práctica en una presentación.
Lo más importante cuando necesitamos persuadir a un auditorio o calar hondo con nuestras palabras en sus oídos es la manera de decirlo.
Y dentro de ésta manera se encuentran el lenguaje corporal, la tonalidad de la voz, su carisma, su presencia, etc.
Son todos elementos que juegan a favor o en contra de una exposición oral.
La importancia de ser uno mismo
Muchas personas sienten que deberían adoptar otro “personaje” mientras hablan frente a una audiencia, como si ellos no fueran lo suficientemente importantes para ser tenido en cuenta y atendidos por el público. Algunos oradores, llegan incluso a impostar una postura seria, solemne e inexpresiva y se olvidan de que el humor puede ser uno de los instrumentos más importantes en cualquier orador. Pero por el contrario, no se deben obviar el humor, los hechos, anécdotas y cuentos personales, que pueden ser una maravillosa manera de llegar al corazón de una audiencia.
Lo que más favorece a nuestra imagen pública es el cómo somos y el cómo nos dirigimos a nuestra audiencia, más que lo que decimos en realidad.
La imagen que proyectamos depende en un 90% de cómo nos mostramos y cómo decimos algo, más que del contenido de lo que decimos
¿Cómo hacer frente a esto?
Primer paso: Lo primero que debe hacer es establecer cómo es su voz.
¿Habla pausado o rápido?
¿Se dirige a los demás de manera enérgica o los trata como si fueran sus compañeros de toda la vida?
¿Su voz es grave, aguda o normal?
Para detectar esto, qué mejor forma que grabarse, y luego escucharse para determinar cómo se sentiría usted como público. Así podría definir el tono y la manera de hablarle a un público determinado, dependiendo de lo que usted quiera comunicarles.
A las personas que hablan pausado y en un tono más bien bajo se las considera por lo general creíbles.
En cambio, a los que son más enérgicos y hablan rápido y en un tono casi gritando se las considera entusiastas, pero poco fiables.
¡Atención! Al grabarse, hágalo durante cuatro o cinco minutos. A todos nos resulta fácil sonar “interesantes” durante algunos segundos, pero lo importante es cómo sonamos luego de hablar en forma sostenida varios minutos.
Segundo paso: Otro componente importante es el lenguaje corporal. Usted notará con el correr de las presentaciones que haga que dirá más cosas con el cuerpo que con la palabra.
En realidad lo que se recomienda hoy en día es hacer pocos gestos –solo los necesarios-, así el auditorio creerá que usted es una persona reflexiva, pensante y que tiene bien definidos los objetivos que se propone.
En cambio, si sus gestos son ampulosos –como los de un político demagogo-, pensaran que usted es un tipo frío y que en realidad poco le interesa lo humano, solamente su propio beneficio.
Por eso tenga presente que el auditorio prestará más atención a lo que ve que a lo que oye. Lo esencial entra por los ojos.
Por eso, puede ser muy inteligente y estar muy bien narrada su exposición pero si usted no emplea ciertos tipos de voz y de actitudes corporales, el auditorio al cual se dirija le prestará poca atención.
Para darle un ejemplo práctico a continuación estableceremos una situación X donde el orador no presta atención a su forma de decir las cosas:
Imagine que estamos en la antesala del lanzamiento de un producto que se espera que sea “la” novedad del mercado.
Entonces entra un señor muy bien arreglado, con traje, zapatos bien lustrados, un peinado bien prolijo. Obviamente todos los ojos estarán posados en él.
Llega hasta el atril donde está el micrófono, lo prueba y espera unos minutos hasta que haya un silencio sepulcral.
Empieza a hablar pero sin dirigir su mirada al público presente, sino solamente mirando las notas que tiene escritas.
Con un tono de voz cansado y como si estuviera leyendo lo que dice se dirige a la audiencia y dice: “Me alegra realmente que se hayan reunido hoy acá para el lanzamiento de este nuevo producto...”
Al escucharlo hablar así, ¿usted creería que en realidad es agradable para él estar ahí arriba?, ¿le daría deseos de continuar escuchando lo que sigue, o le induciría a escaparse en la primera oportunidad?
Por eso póngase en el lugar de escucha antes de ofrecer una presentación y anote lo que a usted le gustaría escuchar y ver.
¿Acaso no es necesario que lo miren a los ojos cuando le están comunicando algo muy importante?
¿O que demuestre cierto interés en lo que va a presentar?
Por eso lo esencial -además de tener un buen discurso y un buen argumento para dar-, es combinarlo con un lenguaje corporal positivo entusiasta.
Pero si este mismo discurso usted lo combina con un lenguaje corporal desganado y contradictorio con lo que dice, esto hace que el público no crea nada de lo que usted le está comunicando.
O al revés, que entiendan todo lo contrario a lo que usted realmente quiso decir.
Por eso, si su forma de presentación no atrae al público al cual se está dirigiendo, el contenido de la misma pasará a ser irrelevante.
Un buen comunicador, en cambio, puede establecer una relación con su público de manera consciente e inconsciente.
Por eso, en el peor de los casos, aunque lo que usted esté diciendo sea algo que en realidad no importa mucho, si usted lo formula de una manera atractiva el público se retirará contento –en lugar de estar esperando la hora de que termine de hablar para poder irse del auditorio-.
Esto se debe lograr con algo de esfuerzo, pero cualquiera lo puede llegar a dominar dedicándole un poco de tiempo y paciencia.
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