Cuando nos encomiendan una presentación el segundo terror en importancia –después del temor a hablar en público- es la hoja en blanco.
¿Qué ponemos?
¿Cómo la llenamos?
Para superar este temor, tan conocido y detestado por los escritores, comience por tomar una hoja y varios lápices o fibras de colores para comenzar a delinear la presentación.
Si hace simplemente una lista de ideas o temas encolumnados, terminará teniendo una lista de supermercado de ideas aisladas, o un menjunje inentendible si intenta conectar unas con otras mediante líneas y flechas que terminan sin saberse de dónde vienen ni dónde terminan.
Por eso es mejor realizar un rectángulo en el medio de la hoja, con cuatro líneas de colores diferentes en cada vértice. En el rectángulo pondremos una palabra clave, o sobre qué tema va a tratar la presentación.
Luego comenzamos a escribir ideas conectadas (una o dos palabras o abreviaturas, pero no una frase entera) con la principal sobre cada línea.
Luego haremos partir otras líneas de las anteriores, con ideas conectadas con las anteriores.
Así comenzaremos una ramificación tipo tela de araña colocando no más de dos palabras por línea.
A su vez puede ir conectando las líneas entre sí si los temas se tocan.
Luego de terminado esto, recién ahí puede comenzar a elaborar un discurso pulido y con las ideas claras ya anteriormente escritas en el papel, eliminando del diagrama las partes irrelevantes y reduciéndolo hasta llegar a los tres temas principales a tratar en la presentación.
Con la práctica notará que este es un método efectivo y muy fácil de realizar.
Cuando comience a escribir su presentación tenga en cuenta que la gente la quiere optimista y sincero. Por eso vuelque “la verdad” sobre el papel, enfatizando los puntos positivos de lo que usted quiere defender, y los puntos negativos de las posturas contrarias.
Pero también debe tener en cuenta que si todo está “súper bien” y no hay ninguna objeción a lo que presenta también la gente sospechará de usted.
Sea equilibrado, siempre es bueno presentar algunas objeciones a lo que usted dice, aunque sea para luego refutarlas. Esto es mucho mejor que presentar una perspectiva idílica y sin objeciones.
Una vez que lo termine “déjelo reposar” unos minutos. Aléjese del papel por un rato y luego vuelva a retomarlo.
¿Está todo lo que usted quiso decir?
¿Hay muchos detalles que lo vuelven agobiante?
¿Incita a que el auditorio le pregunte?
Si es necesario puede llegar a corregirlo, no siempre sale un guión perfecto la primera vez.
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