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.. "Los humanos
son por origen materia primordial, una antiquísima
porción de niebla cristalina, ni más
ni menos material que la que compone cualquier
nebulosa: una extraña composición
inestable de partículas subatómicas.
Obsérvense como una radiante, inestable,
informante e indestructible composición
de elementos que ora son ondas vibrantes, ora
ínfimas e infinitas burbujas de energía
que duran una millonésima de fracción
de segundos, para adoptar enseguida otra forma.
Un tramo de la Fuerza en su aspecto más
intimo: radiante, potente, inconsciente, mutable
e imperecedero. ¿Has pensado alguna vez
en tu cuerpo de esa manera? En esta condición
el ser es inmortal. Es la visión de lo
inmanifestado lo que da al hombre la justa percepción
de las cosas manifestadas, meditando sobre la
vacuidad de lo lleno, y la plenitud de lo aparentemente
vacío. El hombre es una masa de átomos
que gravita a gran velocidad, este parece sólido,
ya que es imposible hundir el dedo entre la
carne y el hueso. No obstante, esa solidez es
una ilusión. Tome una criatura infinitamente
pequeña que se ubicaría a alguna
distancia de un cuerpo para observarlo. Vería
soles arremolinados, nebulosas en espiral, estelas
brillantes semejantes a la Vía Láctea.
En las partes blandas del cuerpo, como la carne,
las moléculas aparecen dispersas mientras
que en las sustancias duras, como los huesos,
ellas serian densas y darían la impresión
de una pila compacta de estrellas"... Jacobo
Feldman y Lobsang Rampa indagan en esta poética
descripción de la naturaleza humana la
teoría metafísica del Microcosmos.
Además, también uno podría
ser el centro del Universo o de la realidad
misma como diría Descartes, ya que si
medimos la distancia de nosotros (centro) hacia
cualquier punto de los confines del cosmos el
resultado es el mismo, infinito.
"El hombre ha inventado numerosas máquinas,
pero olvida que él mismo es una máquina
mucho más compleja que todas las que
ha creado.."
"Y dijo Dios: Hagamos al ser humano a nuestra
imagen, como semejanza nuestra.”
"Hay muchas maravillas en el mundo, pero
nada es más admirable que el hombre.
Él se traslada en el encrespado mar llevado
del impetuoso viento, atravesando el abismo
de las rugientes olas. Y a la Tierra, la excelsa,
eterna e infatigable diosa, le arranca el fruto
año tras año con su arado y con
sus mulas. Se apodera de las leves y rápidas
aves tendiéndoles redes y apresa a las
bestias salvajes y, los peces del mar con mallas
debidas a su habilidad. El ingenio del hombre
le permite dominar a las bestias que pueblan
los montes, domestica al caballo salvaje y le
impone el yugo a la cerviz del indómito
toro. Con el arte de la palabra y el pensamiento,
sutil y más veloz que el viento, pergeño
en las asambleas las leyes que gobiernan las
ciudades.
Maestro de sí mismo, aprendió
a evitar las molestias de la lluvia, de la intemperie
y del crudo invierno.
Se creó recursos para todo y por estar
bien provisto no ha de hallarlo desarmado el
futuro. Solamente contra la muerte no tiene
defensa, aunque supo hallar remedios para incontables
males.
Dueño de su ingeniosa inventiva que supera
toda ambición, el hombre se encamina
por momentos hacia el bien o hacia el mal, y
así suele violar las leyes de la patria
o quebrantar el sagrado juramento a los dioses."
Sófocles, 440 a.C.
En Protágoras, una obra del filósofo
griego Platón, puede leerse un mito que
se refiere al origen de los seres vivientes.
En este mito se muestra por qué, para
los griegos antiguos, el ser humano es superior
a los demás animales: "Era el tiempo
en que existían los dioses, pero aún
no existían los seres mortales. Cuando
llegó el momento de sacarlos a la luz,
Zeus ordenó a los dioses Epimeteo y Prometeo
que distribuyesen entre todos seres las cualidades
que pudieran convenirles, Epimeteo se encargó
de la distribución, y Prometeo, de inspeccionar
la tarea una vez realizada. Epimeteo atribuyó
a unos la fuerza sin la velocidad; a los más
débiles, los dotó de ligereza;
a algunos les concedió armas defensivas.
A los más pequeños, les dió
alas y viviendas subterráneas. Luego
se ocupó de abastecer a todos los seres
mortales con lo necesario para defenderse de
las inclemencias climáticas. A algunos
les dió pieles gruesas para el frió;
a otros, pieles resistentes al calor. A continuación,
procuró distintos tipos de alimentos
para cada especie: a unos, las hierbas de la
tierra; a otros, los frutos de los árboles;
a otros, las raíces. Pero Epimeteo, que
no era muy sabio, había consumido todas
las propiedades y se había olvidado de
la especie humana.
Llegó Prometeo a realizar la inspección.
Vió a todas las especies convenientemente
equipadas, pero al hombre lo vió desnudo,
descalzo, sin lecho, sin defensas. Y era el
día marcado para salir a la luz desde
el seno de la tierra. Prometeo, ante la dificultad,
y queriendo salvar al hombre, robó a
los dioses Hefesto y Atenea la sabiduría
técnica y el fuego y se los regaló
al ser humano. Así, el hombre entró
en posesión de la sabiduría útil
a la vida.
Puesto que el hombre participaba de lo divino,
se distinguió entre todos los seres por
su culto a los dioses. Empezó a construir
altares e imágenes divinas. Enseguida,
adquirió el arte de articular sonidos
y palabras e inventó la habitación
y el vestido, el calzado y la cama, y los alimentos
sacados de la tierra.
En un principio, los hombres vivían dispersos:
no había ciudades. Eran destruidos por
los animales salvajes, siempre más fuertes
que ellos. Buscaron, pues, reunirse y salvarse
mediante la construcción de ciudades;
pero, una vez reunidos, se peleaban entre ellos
porque no poseían la técnica política.
Entonces Zeus, temiendo que la especie humana
desapareciera del todo, envió a Hermes
para que llevara a los hombres el pudor y la
justicia, para que en las ciudades hubiese armonía."
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