Titulo del curso
La verdadera misión de la familia Protección Vs. Sobreprotección.
Sus consecuencias
 
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Se supone que la misión de la familia, es proveer al hijo de todo cuanto necesita, desde que nace, hasta su adolescencia. Este es un error que es necesario corregir en los talleres de relaciones humanas:

La misión de la familia, no es darle al hijo todo cuánto necesita, sino enseñarle a obtenerlo, haciendo de él una persona libre y amable. Para que sea libre, hay que enseñarle a ser autosuficiente, ya que nadie es libre cuando depende de los demás para obtener lo que necesita su supervivencia.

Además debemos enseñarle a respetar los valores de su sociedad, por convicción, y no por temor, pues en este caso no se sentiría libre, sino sometido a la voluntad de los demás o a leyes que no valora. En cuanto a ser amable, que significa ser digno de ser amado, se logrará enseñándole a ser autosuficiente, a respetar a los demás, a vivir en reciprocidad, con buen humor, entusiasmo, orden, practicando la voluntad de servicio, y desde luego teniendo adecuado criterio de realidad, es decir comprendiendo que no siempre conocemos la realidad, sino que formamos creencias que pueden responder o no a la realidad, pero esa convicción nos evita caer en la necedad y el empecinamiento, que no nos harían amables, sino todo lo contrario.

A lo largo del extenso período que va desde la primera infancia hasta el fin de la adolescencia, la familia debe tener conciencia de que está formando una persona libre. Por lo tanto, debe protegerlo, pero evitando la sobreprotección.

El ciudadano
Una función que se aprende a cumplir desde la primera infancia

Aunque no nos demos cuenta, el ciudadano participativo, comienza a formarse en la. primera infancia. Ese niño, educado de tal manera que aprende a participar en todas las tareas que conciernen al hogar, en la medida de sus posibilidades, va aprendiendo a ser una persona importante. Desde el momento que aprendió a guardar sus juguetes, y ordenar su cuarto, y esto le es celebrado como una conquista , cuando sea adulto también considerará una conquista participar en las cosas que tienen que ver con el orden de su comunidad, y nada de lo que pase en ella le será indiferente.

En la Argentina, tenemos una sociedad poco o nada participativa, porque no se nos enseñó que nuestro aporte al orden y al progreso de nuestra comunidad se potenciaba con nuestro aporte. Creímos que todo lo que tenía que ver con su bienestar y su progreso, dependían de las autoridades de turno, y así lo dejamos todo en sus manos, como si fueran nuestros padres, con la diferencia que nuestros padres hacían lo que mejor les parecía para el bienestar de la familia, y muchas de las autoridades del gobierno hacen lo que mejor les parece para su bienestar personal. Aprender a participar como ciudadano de una democracia, implica interesarse por sus instituciones, y aunque en una democracia representativa, el pueblo no delibera ni gobierna sino a través de sus representantes, esos representantes no sentirán que están solos, sino que la gran familia argentina, los está controlando, aunque esta no pueda hacer nada para decidir cual debiera ser su conducta. Saber
que el pueblo está alerta para celebrar sus aciertos y condenar sus errores, aunque el castigo deberá postergarse hasta las próximas elecciones, hará que se conduzcan con equidad.

Si los gobernantes supieran que los ciudadanos saben que la fórmula de la corrupción es igual a Hegemonía más Discrecionalidad, menos Transparencia, (C = H +D –T) probablemente cuidarían más sus conductas, y seguramente no habría tanta corrupción que indigna y abruma a un pueblo que soporta todo porque no aprendió a participar, y no sabe que su participación es importante, aunque sólo sea para reclamar transparencia. La corrupción es directamente proporcional a la indiferencia de la ciudadanía. Dejemos esta indiferencia de lado, reemplacémosla por el compromiso y la práctica de conductas éticas, en todos los órdenes de nuestra vida, y más tarde o más temprano, la corrupción disminuirá. Recordemos aquello de que los pueblos tienen gobiernos que se le parecen. Cuando la ciudadanía aprenda a ser participativa, conviva en un clima ético, y aprenda a practicar la equidad, seguramente la corrupción dejará de golpearnos e indignarnos como en la actualidad, y tendremos los gobiernos éticos y transparentes que creemos que nos merecemos.

El estudio de las relaciones humanas, incluyendo y practicando las conductas positivas, las reglas de juego de la convivencia, los talleres de análisis, reflexión y debate de las conductas, son los recursos a los que habremos de echar mano para responder a las inquietudes de esta juventud desorien-tada, que nos está pidiendo que les enseñemos a vivir.-

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