Nuestro carácter se va formando de acuerdo a varios factores que debemos tener en cuenta para poder comprender por qué somos tan diferentes unos de otros. En primer lugar, tenemos el factor genético, que proviene de nuestros padres, y al menos por ahora, éstos no lo pueden elegir a voluntad. El factor genético determina el temperamento, que puede ser sanguíneo o violento, flemático o tranquilo, o bien fluctuante. De cualquier manera, si bien no se puede elegir ni se puede cambiar, se puede atemperar y equilibrar mediante la educación que nos lleve al conocimiento de las características de las conductas normativas, racionales y emocionales, mediante las cuales nos comunicamos y buscamos concretar nuestros propósitos.
Otro de los factores que determinan nuestro carácter, es el factor adquirido durante los nueve meses de gestación. En este caso se trata de una energía psíquica proveniente de los sentimientos y las emociones que experimenta la madre, y se transmiten al feto.
Por último, tenemos la influencia de la educación, y la convivencia familiar desde los primeros meses de vida. Este factor, sí puede ser controlado por los padres, y tal vez sea el más influyente. Para que esa influencia sea positiva, el adulto que debe educar en familia, debe tener una cierta capacitación en filosofía, ciencias políticas, psicología, y relaciones humanas, pero esos conocimientos, tan simples y necesarios como el alfabeto y las cuatro operaciones de matemática elemental, no requieren una “especialización” sino un conocimiento simple y práctico, aplicable a la vida de todos los días.
Especializarse, ha dicho Ortega y Gasset es aprender casi todo de casi nada, y de lo que se trata, es de conocer ciertos principios básicos de esos temas, aplicables a la vida de relación. La psicología, la filosofía y las ciencias políticas, interfieren en nuestra vida. Para conocer de qué manera esas ciencias van condicionando el carácter del niño, es necesario unas pocas horas de clases teóricas, para luego aplicar y afianzar esos conocimientos en los talleres de análisis, reflexión y debate de las conductas. Estos talleres, deben extenderse en la escuela, a partir de la segunda parte del ciclo básico, hasta el final de la enseñanza media.
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