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Para convivir en armonía, tanto en la vida familiar como en la sociedad, es necesario, además de conocer las características de las tres conductas básicas mediante las cuales nos comunicamos, y saber elegir las más convenientes, es necesario establecer acuerdos que respeten los valores que hacen posible el bienestar común. entre los miembros que deben convivir o relacionarse
Este curso, tiene doce reglas de juego, que se presentan para ser discutidas, es decir, no se imponen, se proponen, pero hasta el presente, no fue necesario eliminar ninguna. Estas reglas de juego o valores, son las siguientes:
1.- Adecuado criterio de realidad
2.- Afabilidad
3.- Acuerdos
4.- Autosuficiencia
5.- Buen humor
6.- Entusiasmo
7.- Intimidad
8.- Orden
9.- Reciprocidad
10.- Respeto
11.- Responsabilidad
12.- Vocación de servicio.
Generalmente cuando las presentábamos en talleres para adultos, la primera observación que surgía, es que faltaba Amor, ya que éste es un valor común que todos deseamos que
forme parte de los valores en los que se desarrolla nuestra vida. La respuesta era que el respeto a las reglas de juego propuestas, lo generaba.- Un ligero repaso reflexivo sobre las mismas, hacía que todos los presentes reconsideraran su inquietud, y llegaran a la conclusión que efectivamente, si se respetaban esas reglas de juego, el amor surgía como
una consecuencia natural. La regla de juego que requiere más explicaciones, es sin duda el adecuado criterio de realidad, especialmente cuando les hacíamos reflexionar sobre el criterio que nos llevó a incluirla: Tener adecuado criterio de realidad, implica tener la certeza de que lo que cada uno cree que algo es realidad, puede no ser realidad, puede ser simplemente una “creencia” personal sobre algo que creemos que es realidad.
En principio esto genera muchas dudas, especialmente cuando afirmábamos que sólo teníamos adecuado criterio de realidad cuando llegábamos a la conclusión que el adecuado criterio de realidad, era simplemente eso, saber que lo que creemos que es realidad, puede no ser más que una “creencia”.
Este es un tema muy importante, porque saber que lo que creemos que es realidad puede no se más que una creencia personal, evita muchos conflictos en todos los órdenes de nuestra vida. Dejamos de lado toda posible necedad, evitamos conflictos, aprendemos a respetar a quien no piensa igual que nosotros, y podemos enriquecer nuestros conocimientos. Recordemos que no aprendemos nada nuevo de quien piensa igual a nosotros, sino de quien piensa diferente, pues puede enseñarnos algo que no conocíamos. Este principio es sumamente valioso, y puede evitar conflictos muy graves, al tiempo que enriquece los conocimientos, y da lugar a una manera de relacionarnos mucho más agradable y racional. Se dejan de lado las afirmaciones categóricas, y se reemplazan por un “yo creo, o a mí me parece”, formas de expresarnos que dan lugar a diálogos respetuosos y esclarecedores que incrementan la autoestima, los afectos, y los conocimientos.
Un ejemplo para tener en cuenta
Para que los asistentes a los talleres “vivencien” la importancia de la prudencia al afirmar algo, e eviten la porfía que puede llevarlos a discusiones interminables, en las clases personales, la docente que esté al frente, le pedirá a una de las asistentes sentada frente a ella, que sin moverse, describa lo que hay en el cuarto. Esta descubrirá lo que ve frente a ella, mencionando seguramente la docente, tal vez algún pizarrón que pueda estar a sus espaldas, y cualquier otro detalle que pueda ver desde su posición. Con toda seriedad, la docente afirmará que eso que dijo la persona que estaba sentada frente a ella, no era verdad, ya que ella no veia ningún pizarrón, ni los demás detalles mencionados. Por el contrario, ella veía con mucha claridad, una puerta, dos ventanas, y otros detalles que estaban frente a ella, y a espaldas de la asistente que colaboró en el ejercicio. Tratará de darle a su descripción un tono categórico, diciendo por ej: - estás equivocada, aquí no hay ningún pizarrón, hay una puerta, dos ventanas, etc., etc. Obviamente, todos los asistentes sentados frente a ella, dirán que la participante tiene razón, y su descripción respondía a lo que ella había visto en el cuarto, que también ellos mismos estaban viendo.-
¿ Y cómo yo no lo veo?, preguntará la docente con tono de incredulidad y desafío. – Porque están mirando para otro lado, dirá el grupo sentado frente a ella. - ¿ Y qué tendría que hacer para ver lo que vio ella?.- Darte vuelta – contestará el grupo. La docente entonces se dará vuelta lentamente, y cuando haya concluido con el cambio de posición, volverá a enfrentar al grupo y muy satisfecha, con tono conciliador, agradecerá al grupo que le haya enseñado que detrás suyo había cosas que no veía, y haban enriquecido su conocimiento de lo que había en el cuarto. – Además, - agregará- pude ver que a mi lado había muchas cosas en las que no había reparado, así que les agradezco que hayan podido enriquecer mi conocimiento de lugar. – Ahora quiero confiarles algo; ¿ se dieron cuenta de lo que tuve que hacer para poder enriquecer mis conocimientos sobre el cuarto, y poder conciliar mi visión con la de ustedes?. El grupo seguramente contestará nuevamente que lo que tuvo que hacer fue simplemente darse vuelta, a lo que la docente contestará: - Sí, es verdad, tuve que darme vuelta, pero para darme vuelta, tuve que hacer algo en lo que ustedes tal vez no hayan reparado; para darme vuelta, tuve que perder la rigidez. – Sí me hubiera mantenido rígidamente en mi posición, no hubiera podido darme vuelta, no habría visto lo que ustedes vieron, y probablemente estaría porfiando, y asegurando que lo único que había aquí era lo que yo conocía. Es decir, estaría en una postura necia, tomando la parte por el todo, y podríamos entrar en una discusión al infinito. – Bien, continuará diciendo la docente- ¿ Se dan cuenta a dónde nos puede conducir la tozudez, las ideologías, y el no tener en claro que lo que creemos que es verdad, puede enemistarnos con los demás, y no ser realidad, o al menos la única realidad. En todo caso, sería la única realidad que yo conozco. Pero si yo tengo claro, que lo que creo que es realidad, puede ser solo una parte de la realidad, o el producto de mi educación o de una ideología política o religiosa que me inculcaron o a la que adherí, y a los demás puede pasarles lo mismo, las expresiones: Yo creo,; a mi me parece; de acuerdo a lo que me enseñaron; etc, etc, dejan el campo abierto para el diálogo. La creencia expuesta en forma categórica, puede llevarnos a consecuencias irreparables, que hacen del mundo un caos, que provoca disputas, agresiones, y dolor.
Tener en cuenta que no somos dueños de la verdad y que los otros pueden tener conocimientos de realidades que yo no conozco, nos dará la guía para conducirnos, y expresarnos cordial y respetuosamente; para vivir en un ámbito de paz.
Cada una de las reglas de juego, aunque parecen sencillas, deben ser explicitadas cuidadosamente, e incorporadas a nuestras costumbres, si queremos aprender a vivir disfrutando la vida y la convivencia. Por ejemplo, pocos saben cual es la función que cumple el entusiasmo en nuestra vida. Esta función fue investigada por un psiquiatra, quien hizo un experimento midiendo la fuerza de tres individuos cuando actuaban naturalmente, y cuando lo hacían guiados por el entusiasmo, llegando a la conclusión que éste incrementaba su energía en un 30 %, mientras que la falta de entusiasmo, disminuía en un 70% sus condiciones naturales, tanto físicas como psíquicas.
Cada regla de juego, involucra muchas otras. Por ejemplo, si alguien piensa que no figura un valor tan importante como la honestidad, por ejemplo, lo llevamos a reflexionar sobre lo que involucra el “respeto”. Alguien que respeta a los demás, ¿puede ser deshonesto con ellos? Indudablemente la respuesta será negativa; si hay respeto, no puede haber deshonestidad hacia quien se respeta.
Todas las reglas de juego, aunque parecen muy simples, requieren ser explicitadas, no sólo verbalmente, sino mediante situaciones que provoquen la “vivencia” de su función para optimizar la vida cotidiana. Por esa razón el curso es extenso, y se utilizan muchas encuestas y dramatizaciones creadas ad hoc, o extraídas de lo que ocurre cotidianamente. Las reglas de juego, son valores, y como tales no se pueden enseñar, hay que producir situaciones mediante las cuales se puedan “vivenciar” los sentimientos que producen los hechos que evaluamos. Los valores no se enseñan, se contagian, ha dicho el filósofo Fernando Onetto. Más que enseñar, o explicitar el significado de los valores, quienes tienen la misión de enseñar, deben actuar conforme a ellos, pues de esta manera las personas, que desean aprender a vivir de la mejor manera posible, pueden evaluarlos de acuerdo a las consecuencias que producen su puesta en acción.
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