La tristeza tiene una influencia directa en la capacidad de reflexión humana. Mientras que la alegría aporta energía, la tristeza reporta una serie de emociones añadidas como la dificultad de concentración en el estudio y en las labores profesionales.
Esto se debe a que el objeto de atención constante (aunque a veces sea a nivel inconsciente) es aquel que produce la tristeza. De la misma forma que cuando alguien está en la primera fase del enamoramiento no puede dejar de pensar en la persona amada, aquel que tiene algo que le perturba no puede dejar de pensar en posibles soluciones al problema o en determinadas consecuencias de la situación actual que vienen acompañadas de emociones como la incertidumbre, el miedo y la inseguridad.
Por este motivo, conviene precisar que la tristeza produce imposibilidad de poner atención en determinados temas porque toda la capacidad está puesta precisamente en el tema que produce la preocupación constante.
Quizá por esta razón, es aconsejable que una persona que se encuentra en un momento de dificultad busque distracciones y se fuerce a sí misma para ocupar su tiempo con actividades que le producen algún tipo de placer ya que es un elemento terapéutico que disminuye la tristeza.
La naturaleza humana está hecha para la actividad no para la pereza como queda de manifiesto en el hecho de que un órgano tan importante como nuestro corazón trabaja continuamente, del mismo modo, hoy día los expertos recomiendan ejercitar el cerebro al llegar a la vejez para prevenir cualquier tipo de demencia.
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