La virtud mitiga la tristeza interior, por tanto, la paciencia y la perseverancia aporta firmeza para sobrellevar las dificultades. La paciencia reside en la voluntad humana y está directamente relacionada con la realidad temporal del ser humano. Por otra parte, también está en estrecha conexión con la esperanza ya que nadie podría esperar confiado si no tuviese esperanza en un bien que está por venir en el futuro.
El hombre paciente sabe esperar confiado con lo cual vive con serenidad. Por el contrario, la persona impaciente padece ansiedad, intranquilidad interior y desasosiego. La virtud de la paciencia ayuda a aceptar una situación determinada por grave que sea, sin embargo, la impaciencia produce el efecto contrario: la persona se enfada porque no acepta que las cosas se den de la forma en que se van dando.
Precisamente es en las situaciones más difíciles como por ejemplo, la enfermedad donde el valor y la utilidad de la paciencia se muestra de forma más clara no sólo para el enfermo sino también para aquellos que rodean y cuidan al paciente. Por el contrario, la impaciencia supone añadir una dificultad más que parte de la actitud inadecuada del sujeto.
La actitud con la que una persona hace frente a la situación externa es fundamental, por esta razón, cada persona debe trabajar por mantener una actitud mental positiva incluso en las situaciones más difíciles y evitar al máximo posible la negatividad.
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