Cuando hagamos un regalo, tratemos de que sea algo divertido. No es necesario que todos nuestros regalos sean algo valiosísimo. Cuando se dice que lo que importa es la intención, es una gran verdad. A veces, regalar algo tonto o que saque una sonrisa es mejor que intentar encontrar el regalo perfecto o aquello que hará la vida perfecta para el agasajado.
Si realmente no podemos reír, no nos queda más remedio que fingir. Esto puede parecer tonto, pero es la forma de hacerlo. Si intentamos reír y no podemos, sonreímos. Si también nos resulta imposible sonreír (y las circunstancias tienen que ser muy malas para que sean así, o sino tenemos que ser las personas más tristes de la Tierra), entonces pasamos a fingir la risa. Eventualmente, con practica, reiremos de forma natural.
Con todo esto que hemos dicho, y si seguimos todo al pie de la letra, pero lo llevamos al extremo, nos daremos cuenta de que nos hemos convertido en caricaturas, siempre buscando hacer reír. No es esto lo que estamos interesados en conseguir. En realidad, hay que seguir estos consejos y ponerlos en practica, pero sin olvidarnos nunca de que lo que buscamos es ser seres humanos completos, y que los seres humanos completos son complejos, no actúan siempre de la misma manera. Hacer chistes o reírnos todo el tiempo nos convierte en seres unidimensionales, que no pueden ser tomados en serio por nadie en su sano juicio. Hay momentos para todo y formas de hacer todo. Lo que buscamos es tener un balance entre la seriedad y el humor, entre la capacidad de analizar y pensar las cosas y la habilidad (invaluable) de reírnos de las cosas (buenas o malas) que suceden a nuestro alrededor.
No estamos tratando de convertirnos en comediantes, capaces de hacer reír a todas las personas a nuestro alrededor, sino en seres humanos completos que puedan hacer reír y hacer reflexionar, que puedan ser tomados en serio y respetados, pero que también sean capaces de entender que no son lo más importante del universo y que también tienen defectos como los demás. En fin, en ser personas compuestas, complejas y reales.
Los disfraces son también una buena forma de perderle el respeto al ridículo. Son diversión asegurada y en un ambiente (fiestas, por ejemplo), donde no somos los únicos haciéndolo. Disfrazarse da lugar a que demostremos nuestro yo interno, además de dar lugar a muy divertidas anécdotas.
Esto que vamos a decir tiene un dejo de ironía muy importante, que encontramos absolutamente encantador. ¡Hay que planificar el tiempo de juego! Si, hay que planificar la espontaneidad.
Lo que queremos decir es que probablemente en nuestra edad adulta nos hemos vuelto dependientes de las agendas y los horarios. Y que nuestro dia probablemente esta ocupado y las actividades se nos superponen y hacen que el tiempo libre sea una especie de ideal. Entonces, si bien somos conscientes que necesitamos tiempo para estar tranquilos, para jugar, para divertirnos, para hacer cosas que nos resulten gratificantes; entonces, como decíamos, es muy posible que dejemos de lado esta necesidad, por ser incompatible con todas esas otras anotaciones que llenan nuestra agenda.
Para evitar esto, no hay nada mejor que seguir con el mismo juego (valga el chiste). Planeemos nuestro tiempo de juego como si fuese otra de nuestra obligaciones. Incluyámoslo en nuestra agenda y respetemos esta al pie de la letra. Si le damos la misma categoría que le damos a lo que se relaciona con el trabajo y con nuestras otras responsabilidades, entonces no nos quedará más remedio que utilizar nuestro tiempo libre.
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