En cuanto a la relación entre humor y salud, se pueden decir varias cosas respecto a cuales son los mecanismos que tienen lugar.
En general, a lo que mayor referencia se hace es al impacto emocional que tiene la risa, la posibilidad de tomarse con humor los problemas, sobre las respuestas de los pacientes a sus problemas.
Sobre esto, podemos decir que la habilidad de reírse de una situación o de un problema nos da una sensación de superioridad. Ningún monstruo es tan temible ni tan atemorizante cuando podemos burlarnos de él. ¿Por qué? Principalmente por que uno se burla tan solo de aquello que no tiene poder sobre uno. Y si mi enfermedad no tiene poder sobre mi, ¿por qué debería tenerle miedo? ¿Quién le teme a algo que es inferior a uno, a mis propios poderes para modificar mi destino?
El humor y la risa son el camino hacia una actitud positiva. Es cierto que esta puede parecer muy difícil de tener cuando el mundo parece derrumbarse alrededor nuestro, cuando una enfermedad amenaza con acabar con todo. Pero es el momento en que más importante es ser capaces de mantenerla. La depresión y la desesperación solo nos ocasionan mayores problemas, no nos permiten disfrutar de todas las cosas disfrutables que tiene la vida, aun en sus peores momentos. Por muy graves que sean nuestros problemas, el humor nos da la posibilidad de ponerlos en perspectiva, de entender que si no podemos hacer nada para evitarlos, no tiene mucho sentido llorar por ellos. Hay que tratar de solucionarlos, pero no podemos caer en la desesperación que nos paraliza, sino luchar pero disfrutando del tiempo que tenemos. Es una liberación, es el dejar salir todas esas emociones negativas contra las que no podemos luchar, pero que tampoco podemos mantener encerradas.
Porque si mantenemos esas emociones dentro nuestro, nuestro organismo reacciona de acuerdo a esto, y los cambios que en él se producen pueden ser muy dañinos para nuestra salud. En cambio, la risa nos permite liberarlas y que los cambios sean positivos.
Es, en definitiva, el camino a superar la enfermedad, si bien no desde lo físico (más allá de que también puede ser una importante ayuda para esto) al menos desde lo emocional. No hay nadie más ciego que el que no quiere ver, y no hay nadie más enfermo que el que se siente enfermo, que aquel que se regodea en su miseria y en sentir que todo lo que pasa en el universo esta pensado para hacer de su vida un infierno.
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