Y es que, si bien la idea de no poder reírse libremente es bastante ridícula, lo cierto es que a muchos nos ha pasado en la forma en que hemos sido educados que se veían mal las risitas y aun peor las carcajadas. En el colegio, sin ir más lejos, seguramente más de una vez recibimos algún reto por parte de nuestros maestros o de nuestros profesores (ya en el secundario) por “no prestar atención en clase” por tentarnos y estallar en medio del aula, gracias a algún compañero que dijo lo más ocurrente en el peor momento (para nosotros, más allá de la distracción del momento).
No es este el momento adecuado, pero sería interesante poder hacer una reflexión profunda sobre los motivos por los cuales, aparentemente, se le tiene tanto miedo a la risa durante los momentos estrictamente formativos de nuestra educación. ¿Por qué esta parece ser una enemiga natural de la educación formal? ¿Por qué se le tiene tanto miedo?
Probablemente haya alguna relación con la libertad que trae el reírse, con lo fuera de control de las autoridades (sean nuestros padres, maestros, o cualesquiera que sean en el lugar donde estemos) que esta, con como puede interferir (en opinión de estas autoridades, no nuestras) con la enseñanza totalmente esquematizada que se suele proponer.
Porque la verdad es que la risa es libertad. Es algo que nadie puede controlar, que no hay forma de que le pongan coto (de forma, digamos, “legal” o, si prefieren, “sensible”. Si alguien nos pega un tiro, es muy probable que no sintamos demasiadas ganas de reír). Esto probablemente apunta directamente en contra de cómo se supone que se debe aprender. No colabora con la idea de aprender datos uno atrás de otro, sino que general una habilidad de pensar las cosas y analizarlas que tal vez no sea la más adecuada para lo que tratan de conseguir nuestros educadores, especialmente en cuanto a lo que la obediencia y el “buen comportamiento” respecta.
O, tal vez, no sea necesariamente tan complicado, ni algo analizado. Tal vez sea simplemente culpa de la necesidad humana por atención, por decirlo de alguna forma. Tal vez, en vez de apuntar contra una libertad exagerada no deseada por quienes nos educan (que puede ser que no los afecte en lo más mínimo), la realidad es simplemente que el ver a una persona reírse hace que sintamos que no nos están prestando atención, y esa es una sensación que nadie desea. Entonces se busca reprimir la risa, pensando que de esta forma se logra la concentración total de las personas que están recibiendo el mensaje. Esto es un error, ya que la diversión también puede ser una gran herramienta para trasmitir y para que lo que estamos tratando de hacer llegar quede mucho más fijado en quienes son los receptores.
Como sea, es cierto que muchos de estos tabúes, lentamente, están cayendo, y que los maestros y profesores cada vez buscan mucho más la risa como una herramienta a favor de la educación, en vez de un demonio que hay que tratar de exorcizar. Esto hace que, indudablemente, las clases sean mucho más entretenidas, esto redunda en un mayor nivel de atención por parte de los alumnos. Justo lo contrario de lo que se piensa.
En fin, es un tema muy largo, del que se podría hacer un análisis mucho más profundo que el que nos permite este articulo. Sigamos, entonces, con el tema principal: risa e iluminación.
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