Todo el párrafo anterior tiene una relación con el tema que nos preocupa. Básicamente, sabemos que la risa suele estar reprimida durante nuestra etapa formativa, salvo en los momentos de juego propiamente dicho. Pero muchas veces no sabemos en realidad cuan reprimida esta. Y, créanme, es mucho más de lo que uno podría pensar. Puede llegar, inclusive, a una supresión prácticamente absoluta, no durante la niñez (es casi imposible hacer perder a un niño la capacidad de reír del todo. Aun aquellos que han pasado por las peores experiencias saben como reír) sino durante la edad adulta, donde todo lo que nos enseñaron entra en juego.
De lo que vamos a hablar a continuación es de una técnica que no solo nos acercara a la iluminación, sino que nos permitirá darnos cuenta realmente de cuanto hemos estado suprimiendo en nosotros mismos por no permitirnos la libertad de reírnos en cualquier momento en que lo deseemos. El nombre de esta técnica es la meditación de la rosa mística.
Para empezar podemos decir que esta técnica fue desarrollada por la persona que probablemente más de moda esta en estos momentos entre las personas interesadas en lo espiritual, al menos en lo que el mundillo de la moda y la farándula se refiere: Osho. Es un lugar común en estos días en modelos, actores y personajillos en general, decir que han leído a Osho (que lo hayan entendido realmente ya es otra cosa). Pero esto no quiere decir que no haya que prestar atención a sus enseñanzas, las cuales contienen muchas cosas realmente interesantes, como es el caso de esta técnica.
La característica principal de esta técnica es que esta desarrollada para personas que viven en sociedades avanzadas, en contacto directo continuo con alta tecnología, ya que esta demostrado que estas responden especialmente bien a técnicas de meditación expresivas.
Esta técnica tiene tres partes bien diferenciadas, tres etapas: risa, lagrimas y sentarse en silencio.
Risa
Hablaremos ahora de la primera de las etapas, la de la risa.
Hay que reconocer que, al principio, esta etapa puede sentirse un tanto extraña. Y es que no es natural para nadie (ni siquiera para la persona con el mejor humor y con mayor facilidad para la risa) el forzarse a reírse durante un largo periodo de tiempo, sin ningún motivo real ni inventado.
Es que la primer etapa (como su no exactamente muy imaginativo nombre lo indica) consiste simplemente en eso, en reírse. Mucho. Fuerte. Con ganas. Naturalmente. Durante un largo rato. Esto es más efectivo (por diversas razones) cuando se lo hace en un ambiente preparado para tal fin, con gente que forme un grupo con este fin.
La gente que ha intentado esta técnica puede decir que es cierto lo que decimos, que al principio se puede sentir muy extraño uno estando en un cuarto con un montón de desconocidos, riéndonos sin ningún motivo aparente, durante casi o un poco más de tres horas. No es una situación que se presente continuamente, ni para la que estemos preparados por otras cosas que hacemos en nuestra vida cotidiana. Por supuesto, no es algo tan malo como para morirse, pero aun así no es algo común y habitual.
Pero también pueden decirnos que una vez que pasan los primeros momentos, los primeros días de estar en el grupo, se vuelve algo natural. Es más, durante las primeras veces que intentamos esta técnica en grupo, la incomodidad solo dura los primeros minutos. Luego es reemplazada, a medida que dejamos de forzarnos para reírnos naturalmente, por una sensación de calma y de absoluta comodidad con respecto al exterior. Una vez que entramos en el espíritu de la técnica, lo que se hace difícil es dejarla.
A medida que nos reímos, la risa forzada del principio se convierte en nuestra risa natural. Y la presencia de otra gente solo ayuda a que no podamos detenernos. Es la retroalimentación que nos da el ver a todas esas personas en la misma situación en la que estamos nosotros, más el simple hecho, por todos comprobado, de que la risa es contagiosa.
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