Ya hicimos, en dos de nuestros capítulos anteriores (más precisamente en el artículo número cinco “La Risa Como Medicina: La Risa Y La Iluminación” y en el artículo número seis “La Risa Como Medicina: Hacer Felices A Los Demás” ) breves comentarios sobre la relación que se puede encontrar entre la risa y lo espiritual, como la risa puede permitirnos elevarnos espiritualmente y como también a través del humor se puede llegar a la felicidad. Esto se lograba a través de una serie de mecanismos que afectaban ciertas características comunes a casi todos los seres humanos.
Ahora que ya hemos visto eso, nos interesa enfocar este articulo en otra filosofía que lidia con las posibilidades que tiene el ser humano de conocer y trascender; y que también tiene algo que decirnos con respecto al humor.
¿Qué es el zen?
Lo primero que nos interesa hacer es un pequeño repaso de que es el zen y de su historia, algo muy breve, como para refrescar de que estamos hablando, ya que nos estamos enfocando muy directamente sobre él.
El zen es un movimiento budista que apareció en Japón en el siglo XII, como adaptación de la escuela filosófico-religiosa china Ch’an, la cual es, a su vez, una derivación de la escuela india Dhyana.
La filosofía zen afirma que la verdad no se trasmite por las escrituras, sino por la contemplación de la belleza y por la tradición oral, y que el objeto exclusivo de la meditación, por la que se consigue el estado iluminativo, es el alma humana.
Se calcula que actualmente cuenta con más de cinco millones de seguidores y ha contribuido en Japón al desarrollo de las artes y al refinamiento del espíritu familiar.
En el zen han buscado inspiración algunas corrientes occidentales contemporáneas de idealismo inconformista y marginal.
El zen y el humor
El zen busca llegar al conocimiento, a la elevación del espíritu, a través de la observación del mundo y sus bellezas, pero también a través del pensamiento y de los cuestionamientos sobre la naturaleza de las cosas. Es por esto que el humor le puede resultar tan útil, por su capacidad de romper con ciertas barreras y permitir un análisis distinto de lo que ocurre.
Se ha dicho mucho sobre el humor. Una de las cosas más interesantes que se ha dicho sobre este, y que es una gran verdad, es que el humor tiene la capacidad de hacernos entender ciertas cosas que seria totalmente imposible de otra forma. Es un ataque directo al intelecto, que rompe (por su particular enfoque, su ángulo de entrada “lateral”, si se quiere) con las barreras que nos hemos establecido, permitiéndonos entender. Porque en el momento de la risa es cuando se llego a un entendimiento real.
Lo que hace el humor zen es exactamente eso. Genera un momento de humor, para lograr un conocimiento. Esto puede ser tanto a través de una historia (uno de los grandes métodos de transmisión de la sabiduría que tiene la filosofía zen) o a través de lo que se conoce como koan zen, que son esas preguntas sin respuesta para la mente racional. Son preguntas como la clásica “Si un árbol cae en una foresta desierta y nadie lo escucha, ¿ha caído realmente?”. No podemos contestar estas preguntas, pero nos permiten contemplar el mundo y analizar los sucesos de la naturaleza.
Esencialmente, gracias al humor zen, pasamos de una risa entretenida a una de esas sonrisas de comprensión que son mucho más interesantes de tener. Es una forma de entender que pasa.
Momento cumbre
La risa es la salida, es el camino en el momento en que realmente entendemos. Cuando nos resignamos a como funcionan las cosas, a que es lo que va a pasar, no hay más remedio que disfrutar el resto del camino. Si aceptamos que vamos a morir, ¿para que preocuparnos? Podremos disfrutar del tiempo que nos queda. Hasta en la muerte se puede encontrar lo dulce de la vida.
Siempre se puede descubrir algo nuevo, en toda ocasión y con todos los métodos. Y ese es el momento en que más debemos reír.
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