La decisión de tratar este tema en particular tiene varios justificativos: por
un lado, en tanto y en cuanto el uso (o abuso) de la Ouija conlleva riesgos no sólo
psicológicos –en el sentido ortodoxo de la expresión sino, si se quiere, parapsicológicos, espirituales y metafísicos, a la par de tratarse (por qué habremos de negarlo) de un sencillo, accesible y eficaz sistema de prospección en el mundo de la preternaturalidad.
Por otro lado, debemos orientar nuestra atención hacia ciertas "zonas fronterizas" del conocimiento donde está latente la posibilidad de la agresión, provenga de la inteligencia que provenga.
Desde tiempo ha –y en los últimos años masivamente a través de Internet– venimos
asistiendo en distintos foros a un aluvión de exposiciones más o menos fundamentadas sobre la Ouija, unos a favor, otros en contra.
Acostumbrado a desconfiar del maniqueísmo en todos sus aspectos –pero mucho más en los ámbitos de lo esotérico– me ha llamado poderosamente la atención que mientras que sus defensores parecen no advertir ciertos riesgos obvios implícitos en su uso, sus detractores (aun aquellos que afirman haberla experimentado) reaccionan más cerca de histéricos fundamentalistas que con la equidad que exige la práctica experimental. Una práctica que no pudo retacearles sus beneficios.
Porque no sólo después de leerse centenares de exposiciones sobre el empleo de este medio sino, muy especialmente, después de haber participado –estimo– en más de doscientas sesiones de todo tenor, desde meditadas y serias en ámbitos controlados experimentalmente hasta en la sobremesa de frívolas reuniones, actuando
alternativamente como "líder" del grupo, participante, escribiente o simple espectador, creo haberme formado una opinión global bastante aproximada de esta herramienta. Y ella es lo que trataré de exponer en estas lecciones.
Básicamente, recordemos que este sistema, cuyo nombre proviene de las expresiones "oui" ("sí", en francés) y "ja" (lo mismo, pero en alemán) en clara alusión a una de las
palabras básicas que integran la práctica, consiste, en su expresión más elemental, en un conjunto de tarjetas o simples trozos de papel, en cada uno de los cuales se ha escrito una letra del abecedario, dispuestas todas en un gran círculo sobre una mesa, y luego cuatro más, centradas dentro del círculo, con las palabras: "Sí", "No", "Pregunta mejor" y "Adiós".
Finalmente, en el centro mismo del círculo se dispone un vaso o copa de vidrio o cristal, boca abajo, sobre cuya base los participantes han de apoyar suavemente un dedo de una de sus manos, mientras alguien del grupo, adoptado como "líder", dirige la reunión (y las preguntas, en el caso de manifestación de una hipotética entidad), otro, un tanto apartado, va tomando nota –le decimos, el "escribiente"– de las letras que el vaso en su frenético deambular va señalando, hasta formar palabras y
frases coherentes (o no).
Desde el siglo XIX se la viene usando, conocida generalmente como "plancheta", por
tratarse en los primeros tiempos de un simple triángulo de madera que en ocasiones tenía tres patines equidistantes y un lápiz insertado en un extremo.
El "médium escribiente" apoyaba suavemente las manos sobre la plancheta y esta, al deslizarse respondiendo a las preguntas de los presentes (es obvio que el marco de su nacimiento fueron las sesiones espiritistas) escribía burdamente palabras que conforman la respuesta buscada.
Se dice que allá por 1880 a un norteamericano se le ocurrió, ante lo indescifrable de
muchas grafías, escribir las letras en un semicírculo sobre una plancha de madera, y
entonces se trataba simplemente que la plancheta se deslizara sobre ella, observando los presentes qué letra señalaba el vértice no ocupado por las manos del médium. Más adelante, se amplió el orificio que originalmente portaba la pluma y se insertó en ese lugar una pequeña lente de aumento; así, se podía observar a través de ésta cuál era la letra elegida.
La típica Tabla Ouija de principios del siglo XX, con esa caligrafía tan propia del
Far West, comenzó a industrializarse, y ello la sacó de los cenáculos espiritistas llevándola al común de los mortales.
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