La acción
beneficiosa de la respiración completa
sobre el organismo es muy extensa ya que abarca
prácticamente todo el cuerpo, comenzando
por el cerebro y acabando por los pies.
Este tipo de respiración ayuda además
de limpiar la sangre de impurezas, a equilibrar
nuestra salud metal y consecuentemente la espiritual,
estimula nuestro metabolismo y hace que se mantengan
jóvenes nuestras glándulas endocrinas.
Ejercicio
de respiración completa
La respiración
completa, pone en funcionamiento la totalidad
del sistema respiratorio y consecuentemente
hace que todas las células del cuerpo
y los músculos se oxigenen adecuadamente,
permitiendo al propio tiempo que los pulmones
se ejerciten para rendir a un elevado porcentaje
de su capacidad.
Es conveniente que las personas que no hagan
habitualmente ejercicio físico, ejerciten
la respiración completa con moderación,
al principio, pues al hacer trabajar el abdomen
que no está habituado al movimiento de
la respiración completa pueden al principio
generar algún trastorno digestivo (pasajero).
Se debe buscar un momento del día en
que no tengamos prisa y además no nos
encontremos con el estómago lleno o en
plena digestión. Durante unos días
se puede ejercitar durante uno o dos minutos,
después se puede aumentar el tiempo progresivamente.
Para ejercitar la
respiración completa, nos pondremos de
pie, con los brazos extendidos a lo largo del
cuerpo, tratando de relajarnos todo lo que podamos.
Expulsamos todo el aire albergado en los pulmones
a través de las fosas nasales hasta dejarlos
vacíos.
Inspiramos por la nariz a un ritmo relajado
todo el aire que admitan nuestros pulmones.
Volvemos a expulsar todo el aire por la nariz
siguiendo el mismo ritmo de la inspiración.
El ejercicio de inspiración de la respiración
completa, en el que hemos absorbido aire por
la nariz para llenar nuestros pulmones, aunque
casi no nos percatemos de ello, lo hemos realizado
en tres fases.
Para comprobarlo, sería conveniente que
en la posición de de pie o bien tumbados
en el suelo, pusiésemos las manos sobre
el abdomen (a la altura del vientre), especialmente
aquellas personas que intentan aprender este
ejercicio de respiración completa por
primera vez, ya que aquellos que hacen ejercicio
físico a menudo no tienen ninguna dificultad
para practicarla.
Al hacer la inspiración lenta y profunda,
veríamos que en primer lugar al bajar
el diafragma, el vientre se va hinchando lenta
y automáticamente como un globo (nuestras
manos subirían al propio tiempo que se
hincha el abdomen). Esta fase es la que se considera
como respiración abdominal.
En la segunda fase
de la inspiración deberemos separar las
costillas inferiores y la parte central del
tórax, con el fin de que el aire penetre
en la parte media de los pulmones. Esta fase
es la que se considera como respiración
media o intercostal.
Acto seguido y en tercer lugar deberemos tener
en cuenta durante esta misma inspiración
de que el pecho se hinche también todo
lo posible con el fin de absorber la mayor cantidad
de aire posible. Después de realizar
esta última fase de la respiración
completa, deberemos contraer el abdomen y de
esta forma se hace que sirva éste de
apoyo a los pulmones para que la parte superior
se llenen de aire. Esta tercera fase es la que
se considera como respiración superior
o clavicular.
Seguidamente expulsaremos el aire de los pulmones
por la nariz de forma lenta en el mismo orden
que seguimos al inspirar, es decir, primero
contraeríamos la cara exterior del vientre;
en segundo lugar presionaríamos las costillas
unas contra las otras y en último término
relajaríamos bajando las clavículas
y los hombros.
Vemos pues que en
la respiración completa se utilizan a
la vez las tres formas conocidas de respiración:
abdominal, media y superior, pero que se suceden
una tras otra, como un movimiento de tres tiempos
en una misma inspiración y sin ninguna
interrupción.
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