¡No tengo deseo sexual!
La energía, en todas sus manifestaciones en nuestra vida, tiene un ciclo que se repite.
Este circuito cíclico tiene 4 fases: la fase de estímulo (que a nivel sexual corresponde al deseo), la de carga (que en la respuesta sexual equivale a la excitación y la meseta), la de descarga (correspondiente al orgasmo) y la de recuperación (que comprende lo que en un encuentro sexual llamamos la resolución y la fase de bienestar).
Todas estas fases necesitan ser recorridas por completo para poder volver a empezar armónicamente. Si nos quedamos atascados en alguna de ellas, se produce un problema.
El deseo es la primera parte del ciclo. Si el estímulo siempre es el mismo llega un momento en el que se pierde la sensación. Comparémoslo con dos superficies que friccionan entre sí.
Después de un período de fricción continuada, podrá pasar una de dos cosas: o una de las superficies entra en una sensibilidad extrema que hace que se lastime (y entonces la tendencia es a retirarse) o se desensibiliza, deja de sentir y necesita un cambio de estímulo para reencontrarse con la sensación o bien pasar a la siguiente fase.
El deseo es la fase de la respuesta sexual humana en la cual percibimos un estímulo que despierta nuestra sensación. Son las ganas de tener un encuentro erótico de alguna naturaleza.
En ocasiones, con bastante frecuencia en las parejas de larga duración, esta fase se ve disminuida. Las personas ya no tienen ganas de hacer el amor, al menos con su pareja.
Causas de la falta de deseo sexual
Hay varias causas posibles de esta pérdida. Analicemos algunas:
1. Disminución del placer vital en general (para detectar esto, se puede observar otras partes de la vida).
En esta circunstancia es interesante detectar cómo estoy viviendo mi vida, porque probablemente esta disminución del deseo, de la respuesta al estímulo, se haya trasladado a otras áreas de mi vida (recordemos que la sexualidad es solamente un reflejo intenso e íntimo de la forma en que vivimos nuestra vida).
Como dijimos antes, si el estímulo siempre es el mismo llega un momento en el que se pierde la sensación.
2. Desgaste, aburrimiento, rutina, ¿me sigue gustando mi pareja, sigo queriendo a esta persona?
Precisamente por la razón del desgaste, de la fricción del mismo estímulo, las personas adultas (en general porque nos cuesta conectarnos con el asombro) empezamos a entrar en surcos que repiten caminos.
Y eso termina por anular la sensación inicial de entusiasmo. Pero es interesante poder recuperar la capacidad de asombro, como los niños. Cada paso me abre a algo distinto.
3. Problemas hormonales o de salud, en general. Los problemas en la salud física y específicamente los hormonales pueden tener efectos nocivos sobre el deseo sexual.
Si estamos con poca energía para la vida, el cuerpo usa esta energía para los procesos básicos de subsistencia: comer, moverse, dormir, respirar.
Conviene estar atentos a los desarreglos de la salud física y consultar a un profesional para corregir lo que no funciona bien.
4. Medicación. Algunos medicamentos producen una disminución del deseo.
Toda medicación, además de tener efectos primarios tiene efectos secundarios. A veces, uno de los efectos es una reducción de la vitalidad y/o del deseo sexual.
5. Problemas de relación, comunicación, resentimiento. Cuando en una pareja hay situaciones no resueltas, resentimientos por rabias no expresadas correctamente, comunicación poco efectiva, el inicio del encuentro sexual se ve afectado.
Solamente cuando la comunicación es abierta, fluida, circula, puede ocurrir lo mismo con la energía sexual.
6. Parto reciente (cambia el objeto de la libido). Cuando una mujer acaba de tener un bebé, suele suceder que toda su atención, su energía, está puesta en su nuevo hijo.
Muchas veces, esto produce que su energía sexual orientada a su pareja se vea disminuida y es causa de conflictos.
7. Aparición de un tercero. Cuando aparece una tercera persona en la pareja, es interesante preguntarse ¿qué busco en ese otro?
En la respuesta estará aquello que necesitamos limpiar y desarrollar dentro de la pareja.
Es útil usar la metáfora de la fogata y las cenizas. Dice el dicho: “donde hubo fuego, cenizas quedan”.
Con esto quiero decir que es posible buscar alguna brasa para soplar y reavivar el fuego que una vez hubo, pero para ello será necesario primero limpiar las cenizas, dejar el espacio limpio para que quede aquello que puede ser recuperado.
Limpiar lo sucio pero dejar el oro. Es decir, si reflexiono sobre lo que me atrajo inicialmente de mi pareja, es probable que pueda ir detectando cómo recuperarlo.