Permanecer en el hogar paterno puede deberse a muchos motivos, pero cuando ya se ha pasado un límite de edad, es conveniente poder analizar por qué ocurre y si esto puede afectar a la relación contigo

No existe una edad precisa en la que los hijos deban
abandonar la casa
en donde
han vivido toda o gran parte de la vida.


Sin embargo, una de las leyes universales indica que al hacerse mayores, lo
natural es que emprendan un camino nuevo en donde puedan valerse por sí solos
sin necesidad de contar con el respaldo emocional y económico que hasta el
momento se recibió de la familia.

“Son muchos las razones por las cuales un joven o un hijo ya muy mayor decide
permanecer con sus progenitores. Entre los más habituales se encuentran la
comodidad, la falta de recursos económicos o el haber roto recientemente con una
pareja.

La contención y el refugio son las dos variables que se pueden adaptar a
cualquier tipo de inconveniente que impida la emancipación”
, determina la
socióloga española Mar Gutiérrez Baldo.


Más allá de los motivos, esta situación puede generar malestar si el hijo tiene
una pareja más o menos estable.

“Para la persona ajena a la familia esta realidad es vista como enfermiza y
tiene muchos aspectos que pueden ser insanos, pero para que todas las partes
puedan realmente comprender lo que está ocurriendo se necesita mucha paciencia y
ganas de cambiar”,
explica la profesional.


¿Qué hacer?


1.- Lo primero que hay que saber es el motivo por el cual un hijo ya maduro
permanece en la casa de los padres.


Una vez que se tenga en claro la razón, se podrá seguir indagando hasta
encontrar una alternativa que le permita a este individuo y su pareja comenzar
una vida en pareja.

Si se está con los padres por necesidad económica, hay que hacer lo necesario
para poder encontrar un trabajo o mejorar el que se tiene.

El asumir la responsabilidad es necesario, sobre todo si ya se es adulto y no
se ha intentado nunca tener una conducta madura en relación al trabajo y al
dinero.

Si se ha salido recientemente de un divorcio, el hijo deberá pasar un período
de duelo hasta rearmarse nuevamente y salir a la vida, pero es importante que
una vez pasado el período de desolación, no se perpetúe la estancia del
individuo en la casa de los padres.

Lo que ocurre en estos casos es que quien se ha ido del hogar, al regresar ya
no es el mismo, los padres ya son mayores y cada uno tiene sus costumbres.

La readaptación de uno hacia el otro puede generar más conflicto aún por lo
que hay que ser prudente en cuanto al tiempo de permanencia y de retorno al
núcleo familiar
”, razona la experta.


2.- Intentar
dialogar con la pareja y explicar la necesidad que exista a
determinada edad de iniciar un estilo de vida individual. “Lo peor que puede
hacer una pareja es absorber a esta persona y llevarla a vivir con ella.

La idea no es pasar de una casa a otra en donde seguirán cometiéndose los
mismos errores, sino ayudar a que el otro entienda sobre la necesidad de valerse
por sí mismo, de ser una persona capaz de resolver sus problemas y de asumir sus
labores sin que haya nadie que se encargue de esos procesos como el tener que
cocinar, encargarse de las tareas domésticas, salir a trabajar y asumir un rol
proactivo de la propia vida.

Lo que necesita esta clase de individuos es un tiempo en soledad. El vivir
sin nadie que lo proteja y le evite los golpes. Una vez superado este período,
sí se estará más preparado para la convivencia, pero primero hay que conocerse a
uno mismo
”, señala la socióloga.


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