¿Ha experimentado un rebote de peso y se siente angustiado, triste o decepcionado?
No se sienta derrotado: la frustración no es el condimento emocional que dará vida a ningún tratamiento para adelgazar. La comprensión y el estado de esperanza, en cambio, restaurarán el vigor.
Espero que el siguiente artículo devuelva sus energías y lo ayude a persistir en su camino de mejoras.
Locura es hacer lo mismo y esperar resultados distintos
Albert Einstein
Su experiencia le confirma que culparse o reprocharse no es un acto sabio ni prudente ni amable. Ya lo ha hecho infinidad de veces obteniendo resultados que no lo satisfacen.
No son las dietas las que deben funcionar: es nuestra manera de pensar. El objetivo de adelgazar no consiste en perder peso sino en ganar conciencia y ganar espacios de vida.
Aún tratándose de kilos, la idea de "perder" siempre tiene una connotación negativa y la psiquis tenderá a resistirla. Un programa ayuda cuando ayuda a ganar en todas formas posibles: ganar una figura ideal, un hábito de alimentación gratificante, confianza, auto-respeto; autoestima positiva.
Cuando permite recuperar la amabilidad con la persona de uno como base para el desarrollo de conductas acertadas para generar beneficios reales.
El tratamiento para adelgazar debería liberar para siempre de la adicción a la comida, del auto-concepto de obeso y de los consecuentes problemas de peso. Son éstas ideas demasiado pesadas para cargar.
Adelgazar es relativamente sencillo, algo que el organismo puede conseguir. De hecho, mucha gente consigue adelgazar varias veces en la vida aún aplicándose a dietas diversas cuyas filosofías se contradicen entre sí.
Adelgazar no es el problema ni el gran desafío: mantener un peso ideal en estado de radiante salud y buen humor sí lo es pues requiere un cambio de conciencia.
Cuando un tratamiento para adelgazar se basa únicamente en los alimentos sin contemplar al hombre en su totalidad psico-física aparecen las resistencias y los rebotes de peso.
Por lo general la gente no registra el disparador que detiene su progreso; muchas personas no alcanzan a detectar la instancia específica que los llevó a descuidar su tratamiento para adelgazar hasta que un día se miran al espejo y con horror o desazón, caen en la cuenta de que han vuelto atrás: ¡otra vez ese antipático rebote de peso!.
Pero el rebote de peso no es algo que venga desde afuera a visitarnos para amargarnos la vida. Muchos factores explican el rebote de peso: en su mayoría son factores psicológicos activados en experiencias también antipáticas y que se "dejaron pasar".
Algunos experimentan cierta incomodidad cuando observan que empiezan a brillar con unos cuántos kilos menos: si han conservado un sobrepeso durante años, de pronto esa imagen armoniosa que les devuelve el espejo les resulta incómoda, desconocida y literalmente, una parte de su personalidad no sabe cómo actuar con ese nuevo cuerpo.
A otros les sobrevienen temores difusos, inusitados como por ejemplo, la posibilidad de quedar aislados en su entorno habitual. Para otros, la novedosa experiencia de encontrarse en pleno dominio de sí mismos les resulta atemorizante; les inaugura nuevas responsabilidades y nuevos roles de vida.
A otros los detiene el sarcasmo ajeno o la omnipresente envidia de los demás. Sin embargo, alcanzar un pleno dominio de la actitud personal necesariamente implica toparse con la envidia ajena y atravesarla.
En algunos matrimonios, por ejemplo, la reducción de peso de uno de sus integrantes suele poner a su pareja en problemas. Esta sospecha detiene al individuo en su progreso; cede a los atracones sin entender por qué.
Sin embargo guarda la sospecha de que mejorándose él perjudicaría al otro y equivocadamente concluye de un modo conciente o inconcientemente que lo mejor será dejar las cosas como están.
Un tratamiento para adelgazar resulta excitante, una verdadera aventura, permite soñar y desprenderse con la imaginación.
Volver a engordar significa en muchos casos algo así como dejar la aventura atrás, volver a quienes eran y sentirse seguros. Por tal motivo, las dietas que no contemplan el mundo interior fallan o se quiebran al cabo de un tiempo.
Con un programa adecuado, las personas tienen ocasión de descubrir tanto sus ideas improductivas, sus prejuicios, como lo mucho que pueden conseguir con sus deseos y valores adecuadamente detectados y alineados con sus características de la personalidad.
A menudo cuando las personas progresan superando sus propias expectativas, no tardan en aparecer algunos miedos difusos. Mucha gente ha respondido durante años al apodo de "gordo", "gordito" y les cuesta asumir una nueva identidad.
Otros mantuvieron en sus entornos un cierto rol fijo junto con la figura del gordo ("gordo simpático", "el grandote", "el poderoso", el fuerte, el buen compañero, el tranquilo de la familia, el chico problema, etc ).
Con estas sutilezas, el auto-concepto de gordo queda profundamente instalado en sus conciencias y muy difícilmente derribado mediante tratamientos que solo restringen la calidad del alimento o tienen en cuenta sus calorías.
Esta idea de sí mismos, este dañino autoconcepto es, en una abrumadora mayoría, de los casos, la clave que inhibe el desarrollo de aquellas conductas y elecciones de las cuales más tarde se arrepiente.
Tanto apodos y roles quedan implantados en la identidad configurando la actitud. Para estas personas adelgazar no es una misión imposible, (bajan de peso y vuelven a subir); lo que les resulta imposible, impensable es abrazar la convicción de igualdad respecto de los otros.
Se trata de una misión difícil a menos que se produzca una flexibilización y un cambio significativo en sus conciencias.
Cuando estas personas empiezan a adelgazar empieza a revelarse una nueva imagen de sí mismos.
Con frecuencia esta imagen resulta intimidante, especialmente si no se la cuida con esmero y dedicación, pues las creencias que de ella derivan conseguirán verdaderamente desmantelar el concepto que venían manteniendo respecto de sí mismos y de las transformaciones que sus cuerpos y organismos pueden ser capaces de producir.
Resulta comprensible, por lo tanto, el que para tanta gente, los rebotes de peso formen parte de sus vidas; son lo conocido y lo familiar, el factor clave que posiblemente no estén preparados para abandonar para siempre.
Unicamente aplicándole al pensamiento una orientación precisa conseguirán revertirse las conductas auto-destructivas, y derribarse las resistencias inconscientes.
Cuando estos cambios primarios ocurren, toda persona en sobrepeso empieza a disfrutar libremente, no solo de sentimientos magníficos de confianza, entusiasmo, alegría o seguridad sino de los auténticos beneficios y oportunidades que invariablemente vienen a partir de una transformación desde la raíz del problema.
A medida que se avanza en el entrenamiento se comprende que las dietas no prosperan cuando no tienen en cuenta que el cuerpo es el resultado del estilo de vida y del estilo de pensamiento; y que el estilo de vida y la manera de pensar son el resultado directo de corrientes emocionales.
Un buen estilo de vida es el resultado de una manera saludable de pensar y la manera saludable de pensar puede conseguirse sanando las emociones que enferman al pensamiento.
Estados tales como la angustia, ansiedad, melancolía inspirarán pensamientos opuestos a los estados de euforia, optimismo, alegría.
Cambiar los alimentos sin cambiar la manera de abordar la vida no siempre resulta, al menos difícilmente produzca un resultado perdurable.
El cambio en la manera de abordar la vida surge naturalmente a partir de las observaciones grandiosas.
La tortura, el abuso de la fuerza de voluntad, la restricción, algunos grupos de apoyo, algunas propuestas de ayuno, las prohibiciones de los alimentos que se adoran, la dependencia del conteo de calorías, soportar dolores de hambre, vomitar después de comer no solamente no ayuda a adelgazar y mantener un estado vigoroso sino que se enmarcan entre los principales responsables de los atracones y los rebotes de peso.
La obesidad está alcanzando el rango de “epidemia”; en la cultura occidental la salud pública agoniza.
Muchos mueren a causa de disturbios en los hábitos alimenticios producto de imposiciones culturales tiranas responsables de la proliferación de estos dos fantasmas principales en este escenario: la anorexia y la bulimia.
En la mayoría de los países “desarrollados” el servicio de Salud Pública muestra preocupación porque personas de cualquier edad, incluyendo menores de edad, ya forman parte de la población de riesgo de ataques cardíacos, diabetes, disfunciones en el metabolismo y en el sistema de defensas, entre numerosos padecimientos.
Las dietas abundan y la desesperación por parte de las personas afectadas de regresar a un peso ideal ha convertido el negocio de las dietas y el fitness en uno multimillonario.
El que las dietas por sí solas no funcionan; el que ninguna de ellas promete formidables progresos o progresos idénticos en la mayoría de las personas no es una novedad. Sin embargo, en medio del desencanto, esta tragedia sigue siendo una tragedia evitable y superable.
El presente programa es el resultado de años de trabajo ayudando a las personas a recuperar su figura armoniosa preservando la salud radiante y el estado de ánimo óptimo que permite una actitud vigorosa y positiva para vivir la vida con alegría.
Por lo general las personas con sobrepeso y con adicción a la comida que caen en los atracones comen más por razones emocionales que por hambre.
Ante las restricciones el organismo de la persona excedida de peso entiende que se le están negando asuntos vitales a lo cual se niega y reacciona ferozmente con los atracones.
Sus impulsos hacia la comida encuentran su origen en el mundo de las sensaciones, de la imaginación, en sus sentimientos y creencias. En medio de estas crisis, su necesidad real de alimento para nutrirse pasa a un segundo plano.
El hambre verdadero es una necesidad biológica de nutrición. El hambre es un reflejo que nos permite cuidar y preservar la vida. Sin comer moriríamos, enfermaríamos.
Sin embargo, la sobrealimentación con los rebotes de peso y los atracones, en lugar de reforzar la vida, la ponen en peligro. Las personas sobrealimentadas corren los mismos riesgos que los subalimentados.
Sus efectos psicológicos están más emparentados con los de la desnutrición que con la salud; con la carencia más que con la abundancia; con el miedo más que con el placer, con la necesidad y la falta más que con la plenitud y la sensación de estar completos.
Detectar los disparadores que desencadenan conductas de auto-boicot que llevan por ejemplo a comer en demasía, o en descontrol resulta de importancia crucial.
Por Liliana Dercyé
Programa de coaching para adelgazar
http://www.loqueengordaeslaemocion
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