Ya desde tiempos inmemoriales el suicidio ha estado presente: en el antiguo Egipto aparece “El diálogo de un hombre con su Ba”; en la antigua Roma el gobernador Poncio Pilatos termina con su vida; en América Prehispánica los mayas adoraban a Ixtab, la diosa del suicidio. Para unos, suicidarse era un acto de honor, como los samurais con su emblemático “Hara Kiri” practicado en Japón hasta el fin de la IIGM.
Para otros, era un acto amoroso, cual el de Marco Antonio y Cleopatra, Alfonsina Storni, o como el de las viudas en la India que seguían a sus esposos al “más allá”.
Hasta de moda se puso suicidarse y sirve de ejemplo la oleada romántica de añoranza por la muerte del “Sturm und Drang” en que se inserta Goethe con su obra “Las desventuras del joven Werter”. Los casos de suicidios renombrados que recoge la Historia harían interminable la relación.
A partir del S XVIII la Iglesia católica lo condena como grave pecado en boca de Santo Tomás de Aquino y a partir de 1820 empieza a considerarse como un trastorno psíquico por J.P. Falret.
Y en 1838 Esquirol lo clasifica de crisis afectiva, siguiendo dichos estudio psicoanalíticos Freud, Ringel, Schneider y Kreitmen, entre otros.
La Organización Mundial de la Salud (OMS) y la Asociación Internacional para la Prevención del Suicidio se unieron para declarar el 10 de setiembre “El día internacional para prevenir el suicidio”, determinación emergente ante la grave situación que confronta la Humanidad ante la reacción que produce hoy en día un suicidio cada 40 segundos.
La cifra impactante de un millón anual es el saldo, y no deja de ser penoso que la tercera parte se clasifique en la edad juvenil. Igualmente, alarma que para el año 2,020 se calcule aumente la tasa en medio millón más de víctimas.
Como crecimiento de planta tropical en el año 2001 el suicidio duplicaba las muertes producidas por homicidio y unas cinco veces más por guerras.
Las crisis económicas mundiales son caldo en cultivo para generar una reactivación de empeños para tan desacertada decisión.
Por citar solo la situación confrontada en EE.UU donde un 18% se produce en la tercera edad, y constituye la onceava causa de muerte en el país. Lituania, Japón, Rusia y Cuba alcanzan lugares cimeros en el índice internacional.
Entre los elementos compulsivos predictores de riesgo suicida están: el aislamiento social, ideas autorrecriminativas, la neurosis hipocondríaca, los sentimientos de desesperanza, la violencia familiar, las enfermedades crónicas y terminales, sentimientos de inferioridad, autoestima baja, problemas económicas, problemas conyugales, pérdida de seres queridos, y otros.
Sin embargo, se destaca al alcoholismo ocupando el 7mo lugar. ¡La quinta parte de los alcohólicos mueren suicidándose!.
No puede perderse de vista los trastornos psíquicos de tipo depresivo, por lo que hay que estar alertas en las personas con ideación suicida: verbalizaciones, sueños de catastrofismo, así como antecedentes de tentativas y genéticos familiares.
En estos casos deberá evitarse las arengas moralizantes o enjuiciamientos. Igualmente, alejar de su alcance las vías proclives, cuales armas de fuego, sustancias tóxicas. De estar en EEUU ponerse en contacto con el “Teléfono de la Vida”, 800 273─8255.
Conducta aconsejable para evitar los estados depresivos, umbrales a los impulsos suicidas es: no fijarse metas inalcanzables en la vida, para no frustrarse; no enjuiciarse para evitar que baje la autoestima, no esperar demasiado de usted mismo, evitar la soledad, convivir más con sus semejantes, buscarse un “amante” que le de sentido a su vida, sea una actividad artística, social, lúdica, religiosa u otra.
Siempre ponga en remojo sus decisiones, consúltelo con su almohada, por lo que no obre al primer impulso, ni deje camino por coger la vereda.
No posponga tratamientos para su salud, a tiempo todo tiene solución. Tenga mente positiva para que todo le resulte con sentido optimista y benéfico. Simplemente es una actitud ante la vida, el derrotero lo pone usted.
El abordaje terapéutica del suicida y quien está en estado predictivo debe estar en manos de personal médico especializado.
No obstante, sin caer en intrusismo profesional y como terapia complementaria, dada la ausencia de reacciones medicamentosas secundarias y gozar cerca de un siglo de justificado prestigio, se encuentra la Terapia Floral del doctor Bach, médico inglés de principio del siglo pasado que descubrió los principios curativos de 38 remedios florales en el Valle de Gales, Inglaterra.
Entre las esencias de excelencia recomendadas para paliar la ideación suicida están: Agrimony, Cherry Plum, Chicory, Clematis y Rock Rose. Una combinación de esencias previo a un diagnóstico bioenergético acertado puede dar la fórmula más adecuada a cada caso en particular.
No dude en ponerse en contacto con nosotros si siente impulsos a terminar con una vida que puede convertirse en tierra fértil para promisorios resultados. Con gusto estaremos extendiéndole la mano amiga con las mejores intenciones. Contáctenos escribiéndonos a [email protected]
Profesor MsC Enrique Rodríguez
Kriyabán de la Orden Yoga SELF
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