La rodilla y el píe del foro deben quedar paralelos a los de batería, y las puntas de los pies en línea recta con las rodillas.
Para recobrar la posición original, se repetirán a la inversa los movimientos detallados anteriormente.
Resulta chocante mirar la silla, el sofá u otro cualquier asiento, antes de acomodarse en ellos; es de mucho mejor efecto volverse de espaldas un paso antes de hallarse frente a tales muebles, y caminar hacia atrás hasta tocar el borde con una rodilla.
Insistamos una vez más -y nunca serán demasiadas- que al tomar esta posición, el cuerpo permanecerá invariablemente erguido. La espalda, aunque no apoyada en el respaldo, se aproximará mucho a éste, y la región que la sigue descansará con comodidad, pero sin saltar ni hundirse en el asiento.
Los caballeros podrán subirse el pantalón unos centímetros, tirando a la altura de las rodillas, siempre que lo hagan con gracia; las señoras pueden cruzar los tobillos ..
Si se desea mantener ambos pies en el piso, el del foro debe quedar un poco avanzado respecto al de batería; si se prefiere cruzar las piernas, lo cual no es incorrecto a menos de hallarse en la iglesia o en una reunión solemne, la rodilla del foro se hará descansar flexiblemente sobre la de batería, con la punta del pie apuntando hacia el piso.
Por razones que es innecesario puntualizar, las señoras no deben en ninguna circunstancia separar las rodillas; la separación de sus pies no excederá de ocho centímetros. Los caballeros quedan exceptuados de esta prohibición, siempre que no incurran en exageraciones.
Es muy feo rodear con los pies las patas del sillón o de la silla, o ponerlos de costado sobre el piso.
Si hay en escena otros personajes, no se debe tomar asiento completamente de cara a ellos, sino observando una ligera oblicuidad.
Al sentarse en el brazo de un sillón o al borde de una mesa, las puntas de los pies deben extenderse hacia abajo.
Cuando dos personas dialogan, sentada una de ellas en un sillón y la otra en un brazo de éste, los cuerpos de ambas permanecerán ligeramente ladeados, mirándose mutuamente.
Inmediatamente antes de levantarse se adelantará un pie, cargando el peso del cuerpo sobre el otro, teniendo buen cuidado de no encorvarse.
Sentarse en el suelo. - En ciertas circunstancias y tratándose de personajes de edad, es admisible sentarse en el suelo partiendo de la posición de rodillas que muestra la figura 34, pero este modo de proceder carece de toda elegancia y se ve muy mal en personas jóvenes. Para éstas, recomendamos los movimientos que siguen:
Estando parado, de frente al público, cruzar la pierna derecha detrás de la izquierda, bien apoyada en ésta para guardar el equilibrio, poniendo en el suelo la punta del pie derecho, a unos doce centímetros del costado del talón izquierdo; después, girar un cuarto de vuelta hacia la derecha, doblar las rodillas aproximándose al suelo lo más posible, y extender el brazo derecho apoyando la palma de la mano en aquél para sostener el peso del cuerpo. Seguidamente, se deja caer en el suelo, con suavidad la cadera, el muslo, la pierna y el pie derechos, y al mismo tiempo se extiende la pierna izquierda, de modo que ambos pies queden en línea con la cadera izquierda.
Esta posición no es recomendable, por supuesto, para mujeres, a menos que vistan pantalones. Para levantarse, se procede de igual modo que para la posición de rodillas.
Otras maneras de sentarse en el suelo, según lo aconsejen las circunstancias, son: con las piernas cruzadas, con ambas piernas extendidas y los brazos a la espalda apoyados en el suelo, con una o dos piernas retraídas y los brazos circundándolas, y con las piernas en ángulo.
Acostarse en el suelo. - Sentarse primeramente con las piernas ladeadas a la izquierda, y después estirar el cuerpo sobre el costado derecho; la cabeza puede colocarse sobre el brazo o apoyada en la mano. Para acostarse de espaldas, darse vuelta lentamente, cargando el peso del cuerpo en el tronco; las manos pueden colocarse debajo de la cabeza, o extendidas a los costados.
Para volver a sentarse, ponerse de lado nuevamente y ayudarse con brazos y manos, doblando al mismo tiempo las rodillas.
Acostarse en una cama o diván. - Después de sentarse en ella, un poco más arriba de su mitad, echarse lentamente de costado, levantando al mismo tiempo, juntos, los pies y las piernas y doblando sin exageración las rodillas. Para acostarse de espaldas, darse vuelta sin apresuramiento, estirando las piernas hasta tenerlas en línea recta.
¿QUE HAREMOS CON LAS MANOS?
Los comediantes de experiencia se desenvuelven en escena con tanta naturalidad -generalmente más aún- como en su vida ordinaria; ello se debe a que se olvidan de que tienen piernas, brazos y manos y los emplean instintivamente. Para los actores noveles, en cambio, los ademanes constituyen un arduo problema; apenas aparecen en las tablas, sienten que sus manos se endurecen o les quedan fofas, como trozos de algodón; pensando en ellas, tratan de ser espontáneos y sus movimientos resultan afectados o torpes. Actrices hay, que en tales apuros envidian a la Venus de Milo.
Dos recomendaciones cabe hacer a este respecto: Una, compenetrarse bien de la situación que se representa y, olvidándose de la ficción, actuar siguiendo nuestros impulsos, como lo haríamos en circunstancias semejantes, es decir, sin dar al público la sensación de que accionamos por puro compromiso, ni de que atribuimos a nuestros ademanes una importancia definitiva; otra, ejercitarse constantemente en todos los movimientos más o menos frecuentes que realizamos en casa y en la calle: llamar un taxi, decir adiós desde lejos a un conocido, rechazar un plato que nos desagrada, alisarse el cabello, empuñar un arma, hacer un brindis, levantar en alto a un bebé, corregir el rouge de los labios, escribir una carta, etc. Este entrenamiento da resultados sorprendentes en no muchas semanas.
Los movimientos de las manos, como todo el juego escénico, han de responder al carácter, edad, posición social, nacionalidad y demás atributos del personaje que se interpreta, todo lo cual ha de analizarse con detenimiento al estudiar el papel. Los latinos y, particularmente, los italianos y los españoles, se caracterizan por la nerviosidad y viveza de sus ademanes; los anglosajones, en general, son moderados, y los orientales, pausados y circunspectos; los jóvenes "a la moderna" y los militares de tipo convencional, imprimen a sus manos movimientos más bien bruscos, en tanto que los ancianos son inseguros y pausados; los de los altos prelados de la iglesia, solemnes, y los de las monjitas, tímidos, etcétera.
No ha de entenderse que, para no aparecer apocados, los actores deben tener constantemente las manos en movimiento, aunque sí prontas para realizar10 cuando la situación lo aconseje; Entretanto, los brazos penderán naturalmente con los codos ligeramente doblados. Si la situación lo permite, pueden tenerse las manos, o una de ellas, en el bolsillo del pantalón, como un recurso transitorio, sin abusar.
La colocación de ambas manos en las caderas en la posición conocida como de "brazos en jarra", no debe "el' utilizada por las actrices sino para interpretar mujeres del pueblo, o tipos de nueva rica.
Nunca debe señalarse a otro personaje con el dedo, a menos que el libreto lo indique expresamente.
Para que los movimientos de los brazos no parezcan de autómata, han de originarse en los hombros, dejando las muñecas flexibles y los dedos blandos;. los codos jamás han de tenerse "pegados" a los costados, sino con una pequeña separación.
Cuando haya que extender los brazos, no se hará por completo, sino doblándolos levemente por los codos, según vemos en b de dicha figura; tampoco deben levantarse por encima de la cabeza.
En ningún caso es correcto que las manos crucen el cuerpo, excepto, lógicamente, en la posición de brazos cruzados, cuando así lo exija el libreto.
Jamás debe retardarse para hacer ademanes, la acción de la obra.
La mano del foro se utiliza para:
Llevarla a la cabeza, denotando preocupación, cansancio, y con cualquier otro motivo;
arreglarse el cabello;
cambiar de sitio objetos y muebles no pesados;
levantar del suelo, de sobre una mesa o cualquier otro mueble, objetos de poco peso;
recibir o entregar a otra persona la misma clase de objetos; decir "adiós";
tomar a una persona por la cintura;
dar vuelta a la perilla de la radio, sostener el cigarrillo, el cigarro o la pipa.
Con la mano derecha, se ejecutan los actos siguientes:
Comer, beber y servir bebidas; empuñar un arma;
escribir;
abrir y cerrar puertas y ventanas de una sola hoja; abofetear a una persona;
golpear a una persona o animal con un objeto contundente; barrer, planchar, sacudir el polvo, restregar ropas y objetos de la vajilla y demás quehaceres domésticos.
Por lo que concierne a estos últimos, deben ejecutarse de manera que no parezcan fingidos, pero sin poner en ellos demasiado entusiasmo, lo que los despojaría de toda realidad, ya que ninguna sirvienta ni ama de casa encuentra el menor placer en la realización de esas tareas.
Se emplean ambas manos, para:
abrir y cerrar puertas y ventanas de más de una hoja; cambiar de sitio muebles y objetos de algún peso; sentarse a la mesa;
abrir cartas y paquetes;
arreglar flores.
Para golpear a una persona se utilizan, indistintamente, uno u otro puño cerrado.
La manera de hacer una reverencia, depende de la condición social de quien la efectúa, y de la persona en cuyo honor se hace. El plebeyo encorva toda la espalda y baja la cabeza, en tanto que el caballero distinguido mantiene erguida o muy levemente inclinada esta última, con la espalda recta o insinuando apenas una inclinación sobre la cintura.
Para estrechar la mano o hablar al oído a una persona sentada, se adopta esta última posición, manteniendo los hombros derechos. Igual se procede para besar la mano de una dama, efectuándose la inclinación al asirle la mano con las extremidades de los dedos, para llevársela a los labios. Una sobria inclinación de cabeza o del tronco, con lentitud, es la actitud que corresponde a un caballero al ser presentado a una dama.
Si es esta última la que ha de hacer la reverencia, el caso es un poco más difícil, para que sus movimientos resulten graciosos; si se trata de una mujer de condición humilde, efectuará una rápida flexión de las rodillas, como en la figura 42, inclinando al mismo tiempo la cabeza, también con mucha vivacidad; si pertenece a la aristocracia, se inclinará apenas sobre la cintura, manteniendo erguidos la cabeza y el busto, cruzando el pie derecho detrás del izquierdo, con la punta hacia abajo, y doblando la pierna izquierda que recibirá el peso del cuerpo.
El grado de inclinación, en hombres y mujeres, será tanto mayor cuanto mayor respeto inspire el personaje a quien se dedica.
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