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Lo más importante del que hacer escénico, mucho más que el personal lucimiento, es lograr que la obra "llegue" al auditorio; para ello, debe interpretar el papel que se le asigne, por insignificante que sea, con tanta escrupulosidad y cariño como si se tratase del principal del libreto. El éxito de una comedia no depende, ni mucho menos, de una o dos figuras, sino que es producto de un trabajo de conjunto; por otra parte, se dice -y muy a menudo se comprueba- que no hay papel chico para cómico grande.
En vez de enojarse porque le han asignado "un hueso" en el reparto, el principiante de verdadero talento se esfuerza por mejorar día a día la interpretación de su parte, de tal modo que, dentro de su escasa importancia, llegue a la perfección. Este es el único camino seguro para que el director le confíe papeles cada vez más importantes, hasta alcanzar la categoría de primera figura.
El auténtico actor nunca está satisfecho de su trabajo, sino que trata de superarse constantemente, aunque los aplausos del público y los elogios de la crítica le pongan por las nubes, porque no ignora cuán peligroso es dormirse sobre los laureles.
El del actor, como todo arte superior, presenta dos facetas de índole distinta, complementarias la una de la otra, e igualmente importantísimas: la espiritual, que se conjuga con el "yo" íntimo del artista, es decir, con su sensibilidad, y la que podríamos llamar técnica y, acaso, mecánica. Esta última, consiste en 10 puramente externo: maneras de vestirse, caracterizarse, caminar, sentarse, accionar brazos y piernas, esgrimir una espada, etc., todo lo cual es fácil de aprender con relativa facilidad, bajo una buena dirección y después de una discreta práctica. La espiritual, en cambio, constituida por una compleja combinación de factores imponderables, no puede definirse, como la anterior, en reglas concretas, aunque está regida por ciertos principios generales, que permiten al actor inteligente intuir cómo ha de animar su personaje, para que éste no sea un simple fantoche, que muestra los hilos que lo mueven.
El más importante de esos principios, es proceder "de adentro afuera", o sea empezar por experimentar los mismos sentimientos que la persona imaginada o, más bien, retratada por el autor de ]a obra; solamente cuando se ha comprendido y hasta diríamos "asimilado" un carácter, cuando se ha entrado en los recovecos de un alma, el exteriorizar en gestos, en entonación y en ademanes sus reacciones, es cuestión de lógica y de estudio.
Otro principio que suele orientar por el buen camino, reside en preguntarse: "¡,Cómo actuaría yo, si me encontrase en la situación de esta mujer, o de este hombre?".
No nos referimos, claro está, al curso que debe seguir la comedia, ya que éste se halla invariablemente determinado en el libreto, sino a la forma en que el actor debe interpretar las situaciones creadas por el autor, sin apartarse de las acotaciones.
Para contestar su pregunta satisfactoriamente, el actor debe recurrir a dos cosas, que han de gravitar siempre en el mayor o menor acierto de su trabajo: la observación, y sus propios re" cuerdos emocionales. La primera, como ya hemos dicho, consiste en examinar y retener fielmente en la memoria, hasta en sus menores detalles, el aspecto físico, el modo de hablar, de escuchar y de gesticular, en una palabra, el comportamiento del mayor número de "tipos" de las diferentes clases sociales; en cuanto a los recuerdos emocionales nos referimos a todos los que dejan una honda impresión en el alma: una reyerta presenciada en la niñe7 la primera declaración de amor, el fallecimiento de un ser muy querido, la reprimenda por un acto censurable, la situación desairada en que nos vimos por una circunstancia cualquiera, etc.
Estos recuerdos deben reconstruirse con la mayor exactitud, como se reconstruyen en la memoria todos los detalles de un paisaje o de una casa, porque tienen un valor enorme; gracias a ellos, es posible actuar lógicamente no sólo en una situación teatral idéntica, sino en otras muchas que guarden cierta analogía con ella.
El buen actor vive en permanente estudio de la sociedad que le rodea, desde que se inicia en las tablas. Para hacer efectivo este estudio, debe aprender a concentrar su pensamiento, aunque se encuentre rodeado de muchas personas; es también importantísimo que aprenda a sugerir ideas sin pronunciar una sola palabra, mediante un fruncimiento de cejas, un movimiento de cabeza o una mirada. El desembolso que le origine la adquisición de un buen espejo de cuerpo entero, para colocarlo en su habitación, le devengará muy altos dividendos en satisfacciones. Ante él, tratará de representar, hasta que considere que la imitación es perfecta, los ademanes, los gestos, los movimientos, todo lo externo, en fin, de los tipos dignos de retener en su memoria, que haya "descubierto" en el día. Ensayará, además, sus propios gestos y actitudes, para -aunque esto parezca extraño-- eliminar todo cuanto en ellos exista de teatral, y hacerlos naturales y espontáneos.
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