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Actuación teatral

Educación y Dominio de la Voz
 
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La correcta emisión del tono requiere una garganta ágil y flexible, totalmente relajada, o sea no sujeta a ninguna tensión; cuando estamos nerviosos, irritados o enfermos, contraemos involuntariamente el cuello, las mandíbulas y los hombros, lo que determina un tono impreciso, carente de naturalidad.

Por supuesto, muchas personas, aun disfrutando de excelente salud y perfecto equilibrio nervioso, tienen una garganta dura, que es necesario ablandar y educar, para hacerla flexible. Ello puede lograrse, en muchos casos, practicando a diario los ejercicios que siguen:

1. - Simule un bostezo, y observe y retenga el relajamiento de garganta que le sigue; simule llevar una copa de líquido a sus labios, abriéndolos como si fuera realmente a beber, y compruebe cómo también esto produce la relajación.

2. - Abra la boca como para decir "ah", aspire suavemente y, sin mover la lengua ni la garganta, expire despacio. Repita varias veces. Aspire como antes y empiece a expirar despacio, pero después que haya empezado la expiración, diga "ah" sin esforzarse, manteniendo relajados todos los músculos. Repita diez veces.

3. - Relajando completamente los músculos, afloje la mandíbula; deje caer la cabeza adelante, y sacúdala de un lado a otro hasta sentir la mandíbula "suelta" atrás y adelante; una vez logrado esto, diga lija, je, ji, jo y ju" sucesivamente, varias veces.

Otros ejercicios muy adecuados, no solamente para mejorar el tono sino para facilitar la pronunciación, son los que siguen:

1. - Sostenga un "a" normal todo el tiempo que se lo permita una profunda aspiración, oprimiendo y soltando alternativamente las ventanas de la nariz con los dedos pulgar e índice de la mano izquierda; observe atentamente el sonido, y si no se producen cambios en la calidad, puede estar seguro de que su tono es limpio y no nasal.

2. - Apriete los dientes y diga "a" suavemente; sin interrumpir el sonido, abra la boca lo suficiente para introducir entre aquéllos los dedos índice y medio superpuestos, y comprobará cómo el tono aumenta de intensidad sin hacer el menor esfuerzo. De aquí, la necesidad de abrir bien la boca cuando se habla.

3. - Abra la boca despacio, murmurando la consonante m, y evitando cualquier cambio del tono, pase de m a a; después, gradualmente, vaya cerrando la boca sin modificar la intensidad ni la calidad del tono. Repita este cambio hasta que se le termine el aire, reemplazando la a por las demás vocales.

Dejemos perfectamente aclarado, que la práctica asidua de los diversos ejercicios que hemos señalado, y otros similares, puede mejorar el tono haciéndolo más claro y agradable, pero nunca puede cambiarse, ya que la voz depende de muchos factores individuales, es decir, congénitos, como la conformación del arco

bucal, el grosor de las mejillas, la disposición de la dentadura, la mayor o menor consistencia de las mejillas, etc., etc.

Las transiciones graduadas del todo o sea la elevación o disminución de éste, mediante las cuales se acentúa la exteriorización de los estados de ánimo, se denominan "inflexiones" y se clasifican en tres grandes grupos: ascendentes, descendentes y circunflejos.

Mediante las primeras, se sugiere que el personaje no expresa su pensamiento por completo, sino que, deliberadamente o sin proponérselo, lo deja inconcluso; aplícanse las segundas en situaciones de seriedad, pesar, melancolía y similares, y para sentar ideas concluyentes, cerrando, por ejemplo, una discusión; la inflexión circunfleja es la transición suave de un tono ascendente a otro descendente y, con frecuencia, de éste nuevamente al anterior; se emplea para expresar duda, incertidumbre, indecisión y segundas intenciones.

Muchas frases de un papel no admiten, razonablemente, inflexiones de ningún tipo; tampoco las requieren las últimas palabras de casi todos los finales de párrafo, prescindencia que exige en el intérprete un gran habilidad para que éstos no parezcan truncas.

No es posible, como se comprenderá, puntualizar caso por caso y situación por situación, cuándo deben emplearse unas u otras inflexiones; el actor veterano lo hace instintivamente, pero el novel, si no cuenta con el asesoramiento de un buen director, deberá aprenderlo por sí mismo, al estudiar cada papel, juntamente con la mímica y el juego escénico. En términos generales, puede aconsejársele que en todas esas fases de la actuación empiece por ensayar en privado las situaciones extremas, hasta hallar el nivel adecuado.

Tan importante como el tono es la dicción, que consiste, como hemos dicho, en pronunciar correctamente, pero sin afectación, cada palabra y cada frase, no comiéndose ninguna consonante final; distinguir bien la ID de la n, la b de la v, la x de la s, etc.; marcar debidamente las pausas breves de la coma y las un poco más largas del punto, no deteniéndose nI un segundo, con el propósito de "afirmarse", antes de pronunciar algún vocablo que ofrezca dificultad.

Todos los que hemos dirigido conjuntos teatrales, nos hemos visto obligados frecuentemente a sustituir por un sinónimo o por dos o tres palabras que expresaran el mismo concepto, alguna del libreto que el intérprete pronunciaba con visible esfuerzo, o era incapaz de pronunciar sin incurrir en furcio, tales como "transustanciaci:ón", "irreversibilidad", etc.

Claro está que este recurso no debe emplearse sino en último extremo, pues nadie tiene derecho a alterar lo escrito por el autor, pero siendo la naturalidad requisito indispensable de una buena interpretación, es preferible proceder en esa forma a que el intérprete, al acercarse la palabra difícil, experimente temor o nerviosidad y se salga de la situación, ni siquiera por unos segundos.

Aun en los teatros modernos, construidos con sujeción a las más estrictas leyes de la acústica, hay que graduar la potencia de la voz, para que ésta llegue hasta las localidades más alejadas de la escena, conservando los debidos matices, tanto si se trata de un susurro como de un grito; esta graduación ha de conformarse a las dimensiones de la sala, para la cual conviene realizar una prueba previamente al debut. Después de actuar en algunas salas de diversas proporciones, la adaptación a éstas del volumen de voz se realiza de modo instintivo.

 

 
 
 
 
   
 
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