"No
hay nada más respetable que nuestro propio
cuerpo", con él nacemos y con él
morimos; es el instrumento que nos acompaña
durante toda la vida: por ello debemos cuidarlo
y mantenerlo en buen estado; el hecho de alterarse
y poner "el grito en el cielo" al ver
un cuerpo desnudo, parte de la falsa moral, ya
que es lo más bello que la naturaleza nos
brinda y el mal sólo reside en la mente
de quien no se respeta ni respeta a los demás;
porque si bien puede sentirse estimulado a la
cópula, la lujuria o al acto sexual, toda
libertad culmina donde comienzan las libertades
del otro. Un violador será siempre violador
(por un parámetro psicopatológico)
ante una posible víctima, desnuda o vestida.
Los códigos de erótica y el sexo
parten de un común denominador de aceptación
mutua; claro está, que también a
veces juegan factores histéricos en donde
se pulsan mensajes equívocos, provocando
malos entendidos o falsos estímulos que
-aunque deseados- son reprimidos por un efecto
de control-descontrol sobre los estímulos
primarios del placer.
La ruta de los afrodisíacos parten de mentes
sanas y libres de preconceptos de falsa moralidad,
para producir el encuentro orgásmico en
lo más sagrado de nuestra existencia. El
hombre (mujer) sano, feliz, moral... vive su sexualidad
con total libertad y esa libertad, implica el
mantener un compromiso permanente con el respeto
a todo su entorno y una convivencia acorde al
mandato divino de la naturaleza universal, cósmica,
divina: "nacer, crecer, vivir, madurar, reproducirse
y morir..."; claro que, además, le
encontramos una forma de eterna perpetuidad, dejando
una huella profunda para no ser olvidados en el
tiempo.
Logrado el objetivo sexual o su estimulación,
luego de superar nuestras barreras que pudieran
impedirlo y de la libre elección y común
acuerdo con él, la o los integrantes, habrá
que comenzar a investigar los límites de
los otros. Yo considero que dentro del mutuo acuerdo
y en el libre juego de la sexualidad y el erotismo,
no deben existir tabúes o, dicho de otra
manera: nada es amoral.
Recuerdo cuando con una pareja, experimenté
los límites del sadomasoquismo y muchos
caminos del placer-dolor y el control-descontrol
sumados a la libertad de expresión, dando
rienda suelta a todas nuestras fantasías,
contándonos durante el acto sexual, todo
aquello que nos estimularía más
o cómo participaríamos con un tercer
miembro o todo cuánto imagináramos.
Llegando a desarrollar una sensualidad y sexualidad
exquisitas; pero como no estaba alimentada por
el amor, concluyó por el predominio de
una fuerza hedonista.
Con esto quiero decir que nada es malo, mientras
no perjudique a nuestra mente y al mismo tiempo,
no perjudiquemos a los demás; y, en todo
caso, siempre que se incursione en nuevas experiencias,
es necesario el común acuerdo y hablar
debidamente para pautar los límites. Porque
las historias y el desarrollo libre de las fantasías,
también son un potente afrodisíaco,
que no deberían estar limitados por la
moral. ¿Qué pensará de mí
si digo eso?... pensará que nunca, nadie
como tú, le ha liberado los ratones, los
dragones y cuánto animal pueda guardar
en su mente; si no es así, mejor busca
otra pareja, no pierdas tu tiempo (no te olvides
que dentro de varios años, si continúas,
lo tendrás que invertir en un analista,
para poder entender cómo has perdido tanto
tiempo en tu vida).
En cuanto a los estímulos, en el hombre
predomina el de la vista y en la mujer el oído.
Para un hombre, nada mejor que una imagen para
desencadenar todos sus instintos; pero para la
mujer, lo mejor serán unas dulces palabras
en el momento justo murmuradas al oído,
para que se entregue plenamente a los encantos
de sentirse estimulada.
No mirar lo que te gusta por falsa moral, o no
oír las palabras que endulzan tus oídos
por temor a caer en pecado, puede que tenga sus
premios en el cielo pero, yo te digo, que el cielo
y el infierno están en este mundo y sólo
depende de ti el SER FELIZ.
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