A fines de 1994, la economía modelo de América Latina se desplomó, México que
había iniciado en los 90 una profunda ola de reformas estructurales en su economía,
hizo frente a una de las peores crisis de su historia.
En los 90 México, luego de la crisis de la deuda por morosidad de pago, inició un
cambio estructural de su aparato productivo, el estado decidió iniciar un proceso de
privatizaciones, una apertura de los mercados financieros, permitió la concentración
de las actividades financieras bajo la figura de la banca universal, se liberalizó las
tasas de interés, a la par se iniciaba un proceso de apertura y libre mercado en toda la
economía mexicana.
El estado mexicano vendió todas sus empresas financieras, se iniciaba entonces un
mercado financiero totalmente privado y nuevo en materia de previsiones de riesgo.
Estos cambios en la economía mexicana produjeron una creciente entrada de capitales, 33 mil millones de dólares, de los cuales el 15% eran en inversión directa y
el 85% se repartía en inversiones en títulos de renta fija o variable. La liberalización
rápida de los mercados produjo una masiva entrada de bienes extranjeros, de modo
que el saldo comercial fue negativo en más de 18 mil millones de dólares en 1993.
Este saldo negativo fue financiado con las masivas entradas de capital de corto plazo,
sin embargo a fines de 1994, el déficit comercial unido al déficit en la balanza de
servicios, por repagos de deuda externa (la deuda era de más de 104 mi millones de
dólares, con un servicio anual alrededor de 15 mil millones) y otros servicios
financieros, llego al 7% del PBI, con un nivel medio de 6% en los últimos tres años
(28.8 mil millones de dólares).
El problema comercial no era vislumbrado como peligroso, básicamente porque existía
una fuerte ausencia de información, los indicadores monetarios en México se
publicaban en períodos largos y ello evitaba que los agentes pudieran tomar
previsiones antes de la crisis.
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